Los mineros fallecidos en Teverga, siempre en la memoria

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCIÓN

ASTURIAS

Los mineros fallecidos en Teverga, siempre en la memoria
Los mineros fallecidos en Teverga, siempre en la memoria

Enrique García García, que trabajó en la mina casi 30 años, ha hecho un estudio para sacar a la luz la historia de todos los trabajadores que perdieron la vida en las explotaciones del concejo

04 nov 2024 . Actualizado a las 17:58 h.

Enrique García García, Enrique de Teverga, trabajó en la mina desde 1967 hasta 1996. En esas casi tres décadas de trayectoria conoció profundamente el trabajo en las galerías, donde fue ayudante, barrenista y vigilante. Y vivió de cerca muchas tragedias en las que perdieron la vida sus compañeros. Pero había algo más. Su padre fue, durante años, el responsable de la brigada de salvamento de la mina de Teverga, lo que lo vinculó aún más con las personas que perdieron la vida en accidentes mineros.

Ahora, muchos años después de su jubilación, Enrique García quiere honrar la memoria tanto de su padre como de los mineros y ha hecho un trabajo exhaustivo para rescatar del olvido a todos y cada uno de los trabajadores fallecidos en Teverga, y también a los teverganos que murieron en otras explotaciones fuera del municipio.

El estudio, que en un principio parecería muy duro de llevar por el fuerte vínculo emocional que tiene con la mina y con los que trabajaron allí, acabó por ser para él «totalmente satisfactorio», sobre todo «gracias a la buena disposición de familiares, allegados, amigos e Instituciones», según sus palabras. Porque se ha empeñado en buscar en archivos municipales y parroquiales, en instituciones museísticas y en cualquier sitio que le proporcionase información de todos los mineros fallecidos.

Pero, sobre todo, lo más importante es que consiguió la colaboración de las familias. Ninguna de ellas le puso ni un pero. Entre otras cosas, porque trató de ser muy respetuoso con la memoria de los fallecidos desde el primer momento. De hecho, confiesa que, de haber encontrado algún tipo de oposición a su trabajo, lo habría dejado: «Al primero con el que contacté, un hombre de 90 años, le dije que me contase la historia de su hijo fallecido, y accedió. Aunque sea doloroso, la gente te da la información; si el primero me llega a dar para atrás o se asusta, quizá no lo hubiera hecho».

Hubo casos delicados, de mineros fallecidos en circunstancias trágicas, que aun así contaron con la colaboración de las familias. Todas se dieron cuenta de que las historias se contarían con respeto, y con la única intención de honrar la memoria de los mineros. Un ejemplo es el de un minero que murió no bajo tierra sino en una manifestación, donde «resultó herido de extrema gravedad en las movilizaciones por la supervivencia de la empresa. Asistido por sus compañeros, falleció en el traslado al HUCA». La familia se mostró dispuesta a contar todo lo que sabían de la historia.

La importancia del testimonio de familiares que vivieron en su tiempo las tragedias es, en opinión del autor del trabajo, fundamental. Porque, en primer lugar, «En los archivos hay lo que hay», y no aparecen todos los sucesos. No hay que olvidar, por ejemplo, que se dictó a mediados de los años 30 una orden ministerial que obligaba a las empresas mineras a declarar los accidentes mineros. Hasta entonces, no había obligación, con lo que no es difícil imaginar la cantidad de tragedias que se taparían.

Por otra parte, a veces los informes de las instituciones pueden estar sesgados y no contar toda la verdad, y es fundamental el testimonio de gente que trabajó con los fallecidos para acercarse más a lo que sucedió. «A veces es fácil contarlo, pero otras veces puede haber un choque entre lo que cuenta la gente que ocurrió y lo que aparece en el informe; en este caso yo prefiero quedar mal con la institución que con la familia». No obstante, «no se trata de escarbar en ninguna herida» sino de un simple ejercicio de memoria y respeto. «No quiero molestar a nadie pero tampoco voy a falsear nada», señala.

Hasta la fecha ha conseguido recabar 75 nombres de mineros con sus respectivas historias. El hecho de que la minería tevergana se extendiese desde finales del siglo XIX hasta finales del XX hace que sea difícil conocer las circunstancias de todos los fallecimientos. En muchos casos, es imposible ya contactar con familiares y allegados y también cuesta encontrar información en los archivos. No hay que olvidar que hubo una guerra civil en la que se perdieron muchos documentos tanto civiles como eclesiásticos.

Los mineros fallecidos en Teverga, siempre en la memoria
Los mineros fallecidos en Teverga, siempre en la memoria

El primero, en 1876

No obstante estas limitaciones, Enrique García consiguió documentar casi todos los accidentes. El primer minero tevergano de cuyo fallecimiento se tiene constancia perdió la vida en 1876, en Mina Josefa, en el vecino concejo de Quirós. Y la primera tragedia con fallecidos en el concejo de Teverga fue en 1901: dos trabajadores de Bilbao despeñados en la caja de la vía de lo que hoy es la Senda del Oso.

Los primeros tiempos eran una tragedia continua, porque, como explica Enrique García, la mina era «un picadero de carne humana donde la vida de los hombres no valía nada». Incluso el día de Santa Bárbara, la patrona de los mineros, había muertos, porque trabajaban sin descanso muchas horas al día y sin parar los días festivos.

Otro aspecto trágico de la minería de la primera mitad del siglo XX era lo jóvenes que eran los trabajadores. Había menores de edad en las  minas, y muchos de ellos perdían la vida antes de cumplir los dieciocho. De los registrados en Teverga, 14 fallecidos tenían entre 16 y 20 años, y 26 estaban entre los 20 y los 30. Fue en estos primeros tiempos cuando ocurrió la mayor tragedia: fallecieron siete mineros, entre ellos un adolescente de 16 años.

Aunque todos en las galerías estaban expuestos a riesgos, los picadores eran los más expuestos, y muchos de los más jóvenes picaban, y a veces no tenían los conocimientos ni el sentido de la prudencia suficientes para saber cuándo se la estaban jugando en exceso. Además, la forma de trabajar en los primeros tiempos era mucho más rudimentaria. Por ejemplo, al principio, la turbina que ventilaba los pozos era manual. Había un hombre dándole a una manivela. «Si paraba, te quedabas sin ventilación».

Estaban las explosiones de grisú, los desprendimientos, que a veces se veían venir porque la madera de los costeros «avisaba» pero muchas veces llegaban de repente, vagones que descarrilaban sobre trabajadores o muchos otros accidentes que ponían en peligro la vida de los trabajadores.

Desde que Enrique García entró en la mina en 1967, las condiciones laborales, las formas de explotación y las instalaciones en sí evolucionaron muchísimo, lo que hizo que los riesgos fueran a menos, aunque nunca desaparecieron del todo. Hacia principios de los setenta había rozadoras para picar carbón, y muchas otras máquinas que evitaban problemas, pero los mineros seguían expuestos, ya que nada garantizaba que no pudiera haber contratiempos graves en las galerías.

Ocurrieron tragedias muy conmovedoras, y de todas ha dejado constancia Enrique García, para rescatarlas del olvido. Por ejemplo, la de un minero tevergano, padre de cinco hijos, que murió en febrero de 1983 en una explosión de grisú. En este caso, la tragedia es doble porque no tenía que estar ya trabajando. Ese mismo día habían llegado a su domicilio los papeles que le daban el derecho a la jubilación.

También está la conciencia solidaria de los mineros con sus compañeros, que ejemplifica muy bien un fallecimiento ocurrido en 1957. Un minero de origen malagueño murió cuando contaba tan solo 22 años, y sus compañeros fueron quienes sufragaron el entierro y el panteón donde reposan sus restos. Los sobrinos del fallecido viven actualmente en Australia, y Enrique García logró dar con ellos para hablar de lo ocurrido.

Esta es una muestra mínima de lo mucho que conoce Enrique García lo que le ocurrió a tanta gente, y la huella que dejó en sus familiares, algunos de los cuales todavía viven. Su intención es realizar unos murales que den testimonio de todos los fallecidos, que estarán expuestos en la iglesia parroquial de Teverga durante la misa de Santa Bárbara, el día 4 de diciembre. Posteriormente, hará una publicación que quiere que sea muy modesta, que podrá adquirirse a un coste muy bajo, y cuya recaudación se donará a la parroquia. Lo importante, por encima de cualquier otra cosa, es que ningún minero quede en el olvido.