Heber Arenas Franco, agricultor de Amandi, acaba de ganar el Concurso Internacional de Hortalizas Gigantes de Valtierra (Navarra), con un calabacín Marrow de 31 kilos. El pasado fin de semana hizo lo propio en la Feria de Igüeña, en El Bierzo, con una imponente calabaza de 240 kilos. «El año que viene quiero sacar una sandía muy bestia», comenta
16 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Heber Arenas Franco lo ha vuelto a hacer. Este agricultor de Llavares (Amandi) se afana desde hace años en la creación de un huerto en el que calabacines, sandías y calabazas alcanzan tamaños dignos de aparecer en «Los viajes de Gulliver». Si hace apenas un año una sandía suya de 19 kilos quedaba en segunda posición en el Concurso Internacional de Hortalizas Gigantes de Valtierra (Navarra), en la que era su primera participación en el certamen, hace apenas unos días ganó el primer premio en la prestigiosa feria, donde se hizo con el galardón en la categoría de hortalizas gigantes con un calabacín Marrow de 31 kilos, 85 centímetros de largo y 140 centímetros de perímetro máximo.
Pero es que la cosa no se queda ahí. Su imponente calabaza de 240 kilos resultó la ganadora del concurso organizado la Feria de la Calabaza de Igüeña, en el Bierzo, el pasado fin de semana. «Debe de ser, por lo que yo sé, el récord absoluto de Asturias», comenta. Ante esta serie de victorias, que refrendan el trabajo de varios años, no puede evitar sentirse «muy, muy, muy contento».
Este agricultor especializado en cultivar hortalizas colosales ha cambiado «alguna cosa con respecto a otros años» en lo que respecta a la siembra y cuidados de su producción. Ha incluido, «de mano, una siembra de cobertera, con dos especies de mostaza y una de nabo forrajero». Explica que «es especial para mejorar el suelo» y, en este sentido, también «elimina hasta el 90% de los nemátodos, coge y fija el exceso de nitrógeno al suelo y evita también el nacimiento de malas hierbas».
Posteriormente, «cuando alcanza 50 centímetros de alto, más o menos, se desbroza y se tritura todo con la tierra». Esta «es la manera de que, inmediatamente, se fije al suelo y se vaya descomponiendo mezclado con la tierra». Asimismo, y como en años anteriores, ha empleado «el estiércol de vaca en cantidades de 80 kilos por metro cuadrado, tras el abono de cobertera». Con posterioridad, «durante el crecimiento de las calabazas, calabacines y sandía iba añadiendo estiércol de gallina».
Un año generoso en lluvias
Heber Arenas resalta que «el año fue tan extremadamente lluvioso que casi no hubo que regar». «Si digo que regué cinco días hasta puede ser como mucho, porque no hizo falta, pero es que el agua de lluvia es mágica, porque teniendo el terreno bien preparado, si además tienes agua en abundancia, la hortaliza te crece muchísimo más», comenta.
En el caso de las plantas de calabaza y calabacín gigante, las guías que salen después por el terreno fuera de la huerta, «al estar blando el suelo de tanto llover, pues desarrollaron muchísimo una raíz nueva debajo de cada hoja, alcanzando tamaños mucho mayores que en otros años».
Eso alimentó el fruto «de una manera muchísimo más eficaz y potente, ya que no solo tira de la raíz principal, sino también de todas las raíces que tiene y todas las matas debajo de cada hoja». En definitiva, «consigues tener un sistema radicular infinitamente mayor y que te crezca a tamaños muchísimo mayores el fruto».
Como hubo tanta lluvia, toda la guía principal y la secundarias de las plantas de calabacín y de calabaza gigante «tuvieron un extra que otros años no tienen, porque debajo de cada hoja echa una raíz. Si tienes un año muy lluvioso, las raíces crecen infinitamente más que un año que sea seco».
«Yo no tengo instalado el sistema de riego para la calabaza y el calabacín, y sí para la sandía, por lo que entonces benefició que la tierra el terreno estaba blando y ahí penetraron muchísimo más las raíces», añade. «Además, las raíces principales están dentro de la huerta y como año tras año voy abonando, cada vez están más mejoradas», añade.
Este agricultor, de cara a 2025, va a tratar de «sacar una sandía muy, muy grande». «Saqué este año una de 27 kilos, pero hubo un problema y es que polinizó muy tarde», admite. «El año que viene me quiero centrar mucho en la sandía y sacar una muy bestia», asevera. También quiere «seguir con el calabacín y con la calabaza para intentar sacarlas más grandes, si se puede».
Siguiendo el ejemplo de su padre y su abuelo, Heber Arenas se dedica a la horticultura «desde que tenía diez años, más o menos», época en la que comenzó a plantar en una pequeña huerta calabazas, pimientos y lechugas que, eso sí, en aquellos tiempos eran «de un tamaño comedido».