La restricción alimentaria temporal se ha puesto de moda como remedio para perder peso, y aunque tiene virtudes innegables, no está claro que sea beneficioso en todos los casos
15 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Perder peso y mejorar la salud están entre los objetivos —unas veces casi utópicos y otras más cercanos a la realidad— de un creciente número de personas, y cada tanto aparece alguna fórmula o hábito cuyos defensores consideran muy eficaz y recomendable. En los últimos tiempos ha surgido con fuerza una tendencia con cada vez más adeptos: el ayuno intermitente. Aunque, como siempre que se trata de asuntos médicos, los resultados son provisionales y no se pueden hacer afirmaciones categóricas, lo cierto es que esta práctica está consiguiendo bastante respaldo científico.
¿Qué es el ayuno intermitente?
El ayuno intermitente consiste en privar al cuerpo de alimentos durante periodos de tiempo prolongados, y limitar la ingesta de comida a ciertas horas del día. La práctica más extendida es la que implica 18 horas de ayuno y 6 en las que se permite comer, aunque existen otros patrones. Los beneficios que se obtienen al ayunar de este modo, según sugieren algunos estudios científicos, son la quema de grasa y la mejora de la reparación celular, la reducción de la inflamación y la mejora de los niveles de colesterol y los triglicéridos, que permiten reducir el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.
Beneficios visibles e invisibles
El beneficio más visible, que es el que buscan la mayoría de los afectos a este hábito alimentario, es la pérdida de peso. Esto se debe, en parte, al simple hecho de que, dado que la ventana de ingesta de alimentos es más pequeña, se tiende a consumir menos calorías. De hecho hay expertos que señalan que, en realidad, el hecho de que el cuerpo ingiera menos calorías es la única razón de que el ayuno intermitente funcione. Y existen estudios que parecen demostrar que la reducción de las calorías en una dieta convencional, sin incluir ayuno, implica tasas de adelgazamiento muy similares.
Sin embargo, algunas investigaciones, aunque hay que insistir en que no son concluyentes, apuntan a que existen otros beneficios no visibles, que implican cambios metabólicos. El más nombrado por los defensores del ayuno es la llamada «autofagia», que etimológicamente vendría a decir que el cuerpo se come a sí mismo, y que técnicamente es un proceso en el que las células eliminan las partes dañadas y las reciclan, aumentando así la salud y la eficacia de los tejidos. Otro sería la activación de mecanismos celulares que contribuyen a reducir la inflamación y a mejorar la capacidad inmunológica del organismo.
Sombras de duda
Como se ha venido advirtiendo, aunque sí parece que hay muchos beneficios, estos no se han contrastado de forma concluyente, y no existe un consenso científico sobre si el ayuno es superior a otros métodos de restricción calórica. Por ejemplo, en un estudio que aparece en la publicación The New England Journal Medicine se compararon tres grupos de personas con obesidad: uno que se sometía a una dieta de restricción calórica diaria, que sería lo más cercano a las dietas tradicionales; otro practicaba el ayuno en días alternos y un tercero comía sin pautas marcadas, con los hábitos de siempre de cada persona. El estudio duró 12 meses, y las conclusiones fueron que «entre los pacientes con obesidad, un régimen de alimentación restringida por tiempo no fue más beneficioso en cuanto a la reducción del peso corporal, la grasa corporal o los factores de riesgo metabólicos en comparación con la restricción calórica diaria».
Riesgos del ayuno intermitente
Varios artículos que aparecen en la publicación sobre salud de la Harvard Medical School señalan que el ayuno intermitente «no está exento de riesgos», y que uno de sus problemas recurrentes es la «pérdida de masa muscular». Porque, aunque cualquier pérdida de peso puede conllevar una reducción en la masa muscular, algunos estudios sugieren que el ayuno intermitente podría acelerarla si no se combina con ejercicios de resistencia. Perder masa muscular nunca es bueno, porque es esencial para mantener la salud y prevenir el deterioro del cuerpo.
Otro riesgo importante que aparece en la publicación es su incompatibilidad con ciertas condiciones de salud. Por ejemplo, en las personas con diabetes puede aumentar el riesgo de hipoglucemia. Y también deberían evitarlo aquellas personas que toman medicamentos para la tensión arterial o padecen enfermedades cardíacas, porque pueden experimentar anomalías electrolíticas por los cambios extremos en la ingesta calórica.
También aparece la posibilidad de alterar el equilibrio psicológico de algunas personas. Las restricciones severas podrían llevar a que se dieran atracones inconvenientes o adoptasen patrones alimentarios obsesivos. De ahí que se recomiende evitar esta práctica a personas con antecedentes de trastornos alimentarios.
Y, por supuesto, como subraya el dietista-nutricionista Aitor Sánchez, no se trata solo de durante cuánto tiempo se come sino del tipo de comida que se ingiere cuando está permitido. De nada sirve hacer un ayuno intermitente si después nos vamos a dedicar a comer bollería industrial, frituras y grasas saturadas y dejamos de lado la fruta, la verdura, las legumbres o el pescado.
No obstante, Sánchez cree que la idea del ayuno, más allá de si sus resultados obedecen a una u otra razón, ha traído un beneficio innegable: desterrar la idea, a todas luces equivocada, de que lo más conveniente para nuestro organismo es hacer cinco comidas al día. Este mantra, según Aitor Sánchez, ha venido mal «porque hemos hecho más hincapié en el número de ingestas que en la calidad, y hay gente que ha picoteado lo que sea», han comido «medias mañanas y meriendas que en un 80 por ciento de los casos son malsanas». Aquí si se puede afirmar con rotundidad que antes que llevarse a la boca determinadas comidas es mejor no comer nada.