
Las mujeres tienen tendencia, por su condición física, a tener tasas más altas que los hombres aun consumiendo la misma cantidad de bebidas alcohólicas
12 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.La Dirección General de Tráfico (DGT) ha anunciado su intención de rebajar la tasa máxima permitida para conducir de 0,25 miligramos por litro de aire aspirado a 0,10 mg/l. Además, se estudia también que la tasa sea la misma para todo tipo de conductores. Actualmente, la normativa hace distinción entre varias categorías. La general, que está en los mencionados 0,24 mg/l, y las de novel y profesional, que tienen la tasa en 0,15 mg/l.
¿A qué se debe esta reducción? La bajada obedece a una tendencia, que parece imparable, hacia el consumo cero cuando se va al volante. La DGT siempre ha recomendado como mejor opción abstenerse de tomar alcohol antes de conducir, y ahora aboga por aumentar legalmente la restricción para acercarse a esta cifra. Porque el alcohol está demostrado que no es bueno para el organismo. A medio y largo plazo tiene consecuencias que pueden ser severas para el cuerpo, en forma de enfermedades graves, pero a corto plazo —que es lo que ocupa las competencias de la DGT— tiene un efecto muy poderoso en la atención, la percepción y la capacidad de reacción que lo convierte en una de las principales causas de siniestralidad de las carreteras.
Uno de los principales efectos del alcohol en la conducción es que reduce la capacidad de reacción, lo que puede suponer la diferencia entre un susto o una situación delicada salvada a tiempo y un accidente de gravedad diversa. En el mismo sentido, el alcohol provoca que la información visual y auditiva se procese de forma deficiente. La distancia, la consciencia de ir rápido o los movimientos de otros vehículos pueden percibirse distorsionados, con el peligro que ello conlleva. También se ve afectada la visión periférica, lo que contribuye aun más a reaccionar adecuadamente a lo que ocurre, y aparecen problemas de coordinación entre ojos, manos y pies.
Aunque insiste en que lo ideal es no consumir alcohol, la DGT subraya las principales variables que influyen en la tasa de alcoholemia, que nunca son iguales para todas las personas:
La primera, y más obvia, es la cantidad. Cuanto más alcohol, mayor será la tasa de alcoholemia. También se hace evidente que unas bebidas son más fuertes que otras, y por tanto contribuyen más a aumentar la tasa. La cerveza, la sidra y el vino, por ejemplo, están entre los cuatro y los 14 grados de alcohol, mientras que las bebidas blancas como el whisky, la ginebra o el ron pueden tener 30, 40 o más grados. Estas últimas no solo elevan más la tasa de alcoholemia sino que lo hacen de forma más rápida. Las bebidas fermentadas son menos concentradas, y al tener más cantidad de agua, el alcohol se absorbe más lentamente.
Por otra parte, está la velocidad de consumo. Beber mucho alcohol en poco tiempo aumenta mucho la tasa de alcoholemia, ya que al cuerpo no le da tiempo a metabolizar el alcohol. Si el consumo es más lento y espaciado, sí se produce este proceso y la tasa de alcoholemia es más baja.
Hay, asimismo, una diferencia importante teniendo en cuenta el sexo. Las mujeres alcanzan una tasa más alta que los hombres con la misma cantidad de alcohol. En promedio, suelen tener menos agua corporal y más grasa, y esto reduce la capacidad del cuerpo para diluir el alcohol, a diferencia de los hombres, que lo hacen con mayor eficacia.
El peso corporal es una variable importante, ya que a mayor peso más baja tiende a ser la tasa. Y la edad también influye. Las personas mayores tienden a procesar el alcohol más lentamente, lo que puede provocar que la tasa sea más alta y permanezca elevada durante más tiempo.
Otro factor que los consumidores de alcohol conocen perfectamente es la alimentación. Beber con el estómago vacío siempre provoca que el alcohol afecte más al organismo. El estómago vacío provoca una absorción mucho más rápida, y la tasa de alcoholemia se dispara mucho antes que si antes se ha comido. Los alimentos frenan la absorción del alcohol, sobre todo si son ricos en grasa, y hacen que la tasa aumente de forma mucho más gradual.
En todo caso, como suele decirse, cada persona es un mundo, y el metabolismo de cada una hace que, en las mismas circunstancias que otra, su reacción a la ingesta de alcohol será muy distinta. Por factores genéticos, unas personas metabolizan el alcohol más rápido, con una mayor actividad de las enzimas responsables de descomponerlo.
Finalmente, el estado físico y mental de la persona en el momento de la ingesta influyen también en la tasa, que puede aumentar de forma rápida e intensa en situaciones de estrés, de cansancio profundo o de enfermedad. Y, por supuesto, el uso de medicamentos o drogas de recreo pueden potenciar los efectos del alcohol o añadir más riesgos a una conducción ya peligrosa de por sí.
Son razones más que suficientes para que nos lo pensemos dos veces antes de consumir alcohol si a continuación vamos a lanzarnos a la carretera. Nuestra propia salud y la salud e integridad de los que van a nuestro lado o circulan en otros vehículos están en juego, independientemente de que las multas salgan más o menos caras.