Oviedo y Gijón, ejemplo de ciudades europeas abiertas y de baja densidad que deben mejorar su huella de carbono

E. G . B. REDACCION

ASTURIAS

Una mujer camina por el parque de Moreda, en Gijón
Una mujer camina por el parque de Moreda, en Gijón Juan González | EFE

Una investigación identifica cuatro configuraciones urbanas básicas en Europa tras analizar 919 localidades y concluir que las más compactas y pobladas tienen peor calidad del aire y mayor efecto isla de calor pero también menos emisiones de CO2 per cápita

06 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Cómo son las ciudades europeas y cuáles son las más saludables y sostenibles? Un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) responde a estas preguntas y, tras analizar 919 ciudades europeas, identifica cuatro configuraciones urbanas básicas en Europa: ciudades compactas de alta densidad, ciudades abiertas de baja altura y densidad media, ciudades abiertas de baja altura y baja densidad y ciudades verdes de baja densidad. Según esta investigación que llega a la conclusión de que las ciudades más compactas tienen altas tasas de mortalidad con peor calidad del aire, mayor efecto isla de calor urbano y también menores emisiones de CO2 per cápita, Oviedo y Gijón serían el ejemplo de ciudades abiertas de baja altura y baja densidad, como lo son también Pisa o Toulouse.

Los resultados de la investigación, publicada en The Lancet Planetary Health, muestran que las ciudades más verdes y menos densamente pobladas, como Estocolmo, Rennes o Helsinki, tienen menores tasas de mortalidad, de contaminación atmosférica y también menor efecto de isla de calor urbano, pero mayor huella de carbono per cápita. Por contra, las ciudades compactas con alta densidad, como Barcelona o París, pese a tener tasas de mortalidad más altas, menos espacios verdes, peor calidad del aire y un mayor efecto de isla de calor, tienen una menor huella de carbono per cápita dado que la concentración de personas y servicios en un espacio más reducido tambien conlleva mayor eficiencia energética.

Las ciudades compactas, en las que vive el 36% de los europeos (más de 68 millones de habitantes), tienen una superficie reducida, una alta densidad de población y de zonas peatonales que pasa a ser moderada en el caso de carriles bici y baja en las zonas berdes naturales. Se caracterizan, y por ello se explica la menor huella de carbono, por tender a facilitar la movilidad a corta distancia con redes de transporte público y amplia y densa infraestructura para peatones y ciclistas. 

Las ciudades abiertas de baja altura y densidad media, como Bruselas o Dublín, tienen superficies pequeñas, una densidad relativamente elevada de vías para el tráfico motorizado y una disponibilidad intermedia de zonas peatonales, carriles bici y zonas verdes. En ellas vive el 29,5% de la población europea, más de 56 millones de habitantes.

Oviedo y Gijón son dos de las 261 ciudades europeas que pertenecen al tercer tipo: ciudades abiertas, de baja densidad y poca altura, que se caracterizan por tamaños medianos y bajas densidades de población. En los centros de este tipo de ciudades, además, prevalecen estructuras abiertas de baja altura y, en general, también presentan una baja densidad de áreas peatonales y carriles bici, así como una disponibilidad de moderada a alta de áreas naturales (árboles dispersos y otra vegetación baja) hacia las afueras de las ciudades.

Gijón, ejemplo de ciudad europea abierta, de baja altura y de baja densidad
Gijón, ejemplo de ciudad europea abierta, de baja altura y de baja densidad ISGlobal

Este tipo de urbes ocupan una superficie mayor que las compactas y que las de densidad media pese a tener una densidad menor de población. En ellas vive el 20,3% de los europeos, más de 38 millones, y suelen tener una población de unos 150.000 habitantes y una superficie de 148 kilómetros cuadrados.

Además, registran una media de 314 vehículos por kilómetro y día —las compactas, 808 y, las verdes, 316— y sufren con una intensidad media-alta el efecto isla de calor, con un valor del 3,5 por el 3,7 de las ciudades compactas.

También registran una tasa de mortalidad media-alta, de 1.091 muertes por cada 100.000 habitantes (las compactas llegan a 1.124), y presentan las emisiones más bajas de dióxido de nitrógeno (NO2) de los cuatro tipos de urbes, con una media de 50,8 micromoles por metro cuadrado por los 59,6 de compactas y abiertas de densidad media y los 52 de las verdes.

En el caso de las emisiones de CO2, la exposición es medio-alta, de 1,7 toneladas métricas per cápita frente a 1,3 de las ciudades compactas, 1,4 en las abiertas de densidad media y, la más alta, 1,9 de las ciudades verdes.

Estas ciudades verdes, en las que reside el 20% de los europeos, tienen grandes superficies y bajas densidades de población, están dispersas y suelen tener una disponibilidad moderada de zonas peatonales y alta de carriles bici y espacios verdes naturales, integrados desde las partes centrales del casco urbano. Estas ciudades mostraron los niveles más bajos de efecto isla de calor urbano y de contaminación atmosférica , lo que se tradujo en tasas de mortalidad más bajas, pero al ser aglomeraciones urbanas dispersas, requieren de desplazamientos más largos y son menos eficientes energéticamente, lo que las convierte en el tipo de ciudad más costoso en términos de huella de carbono per cápita.

«Es esencial reducir el uso del coche»

La investigación pone de manifiesto, según los autores, que la ciudad compacta podría seguir siendo el modelo del futuro, pero tal como está configurada hoy muestra una calidad ambiental baja y habría que resolver diversos retos. «El potencial para reducir la dependencia del coche, la accesibilidad a pie o el acceso a los servicios y las oportunidades de interacción social son ventajas claras del modelo de ciudad compacta, pero siguen mostrando una elevada presencia del transporte motorizado y una clara falta de espacios verdes», explicaba esta semana la investigadora del ISGlobal Tamara Iungman.

Por ello proponen implantar supermanzanas, barrios de bajo tráfico o sin coches,e incorporar alternativas basadas en la naturaleza, incluida la plantación de árboles o los tejados y fachadas verdes. «Es esencial reducir el uso del coche y apostar aún más por el transporte activo y público. Por supuesto, no existe una solución única para todas las ciudades. Cada ciudad debe realizar estudios específicos basados en sus propias características y diseñar una solución ad hoc para encontrar el modelo óptimo en términos de salud, calidad ambiental y huella de carbono», señalaba también Mark Nieuwenhuijsen, responsable del programa Clima, Contaminación Atmosférica, Naturaleza y Salud Urbana de ISGlobal y autor principal del estudio.