La cultura de la sidra de Asturias podría convertirse a finales de este año en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCIÓN

ASTURIAS

Botella y vaso de sidra sobre una mesa en Oviedo,
Botella y vaso de sidra sobre una mesa en Oviedo, Xuan Cueto | EUROPAPRESS

La UNESCO decidirá antes de que acabe 2024 si aprueba la propuesta del Gobierno español con la que se quiere reconocer el valor cultural de la peculiar tradición que rodea al consumo del caldo asturiano

30 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La cultura sidrera asturiana está a las puertas de convertirse en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) decidirá a finales de año si la tradición en torno al caldo asturiano pasa a integrar la lista del Patrimonio Mundial Inmaterial. El Consejo de Patrimonio Histórico Español había designado la candidatura para que se valorase en el ciclo 2022-2023, pero la propia normativa de la Unesco impidió que se consumase esa valoración.

En cada convocatoria, el organismo limita a 55 las candidaturas sometidas a estudio, y da prioridad a aquellos países que tengan poca o ninguna representación en la lista. España no está entre ellas, porque ya tiene 20 entradas en ella. Una vez que la Unesco decidió no someter a valoración la propuesta en el año anterior, España hubo de adoptar de nuevo el acuerdo y volver a presentar la candidatura, que esta vez se espera que si sea valorada.

El reconocimiento constituiría un espaldarazo a una cultura que, de por sí, ya tiene mucho predicamento, y que está entre lo más reconocible y peculiar de la tradición culinaria asturiana. La declaración reconocería lo mucho que ha significado la cultura de la sidra para Asturias. Porque históricamente ha marcado la forma de vida y de producción del medio rural asturiano. Sería, como apunta el presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida «Sidra de Asturias», Víctor Ramos, «un reconocimiento a la historia del producto de Asturias, a lo que hicieron nuestros antepasados».

Ramos considera que la declaración ayudaría a que acudieran a Asturias más visitantes para interesarse por esa cultura: «cuando viajas vas a ver cosas típicas y distintas, cosas que solo hay en sitios determinados, y la cultura de la sidra es precisamente eso».

La cultura sidrera empieza con la propia pomarada, la plantación del manzano en el campo asturiano, donde está el origen de todo, continúa con la elaboración y desemboca en las costumbres, que son únicas. La espicha, la romería, el chigre. El propio origen de la palabra chigre es bien significativo. El chigre, originariamente, era el instrumento con el que se descorchaba la sidra para servirla en las sidrerías, y por extensión, comenzó a llamarse chigre al lugar en el que se tomaba la sidra, a la propia sidrería. Hoy chigre es sinónimo de bar, en un sentido mucho mas amplio, lo que dice mucho de la importancia que ha tenido siempre la sidra en Asturias.

Y después está el escanciado, que es sin duda la característica más peculiar y llamativa de la sidra asturiana. Echar la sidra desde lo alto para que golpee el vaso ha pasado de ser una necesidad que tiene el caldo asturiano para que se multipliquen sus virtudes organolépticas a convertirse en un rito imprescindible en el consumo de la sidra. Los buenos consumidores quieren buenos escanciadores, y el rito se hace imprescindible en el consumo. El hecho de beber inmediatamente después de que se escancie, de compartir el vaso entre varios comensales y tirar un poco de líquido para limpiar la parte por la que se ha bebido forman también parte de la tradición única de la sidra asturiana.

El presidente del Consejo Regulador cree que la declaración, si termina por llegar, podría servir también para impulsar el arraigo de la sidra netamente asturiana. A su juicio, es importante vincular la producción en el campo asturiano con la transformación. Históricamente, los lagares se abastecían con manzana asturiana, pero llegado un punto, debido a la falta de materia prima suficiente en la región, se empezó a comprar manzana o mostos foráneos. Ahora, en opinión de Víctor Ramos, es el momento de volver a los orígenes.

«Es es el gran reto: si queremos una cultura sidrera asturiana tendrá que ser con manzana asturiana, ese tendría que ser el objetivo final y no hay que perderlo de vista». Ramos confía en que «todos rememos para que la sidra se haga con manzana asturiana. Lo interesante y lo justo para esa cultura sería que todos remáramos en esa dirección».

Todo el sector confía en que la declaración prospere y que la cultura sidrera tenga este reconocimiento que contribuirá aún más a ponerla en el mapa. Habrá de servir tanto para que la gente que desconoce Asturias y su cultura pueda llegar a conocerla como para que el sector sidrero siga en el camino de consolidar el gran valor que supone su trabajo para la región.