Taberna Narciso, un chigre casi bicentenario que se renueva en Teverga

ASTURIAS

Taberna Narciso, un chigre casi bicentenario que se renueva en Teverga
Taberna Narciso, un chigre casi bicentenario que se renueva en Teverga

El bar, que nació como comercio de vinos a granel, conserva el encanto del paso del tiempo con una propuesta que liga de forma armoniosa el presente y el pasado

02 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace casi dos siglos, una familia vaqueira se asentó en Teverga para montar un comercio de vinos a granel. Fue, concretamente, en 1830 cuando nació Casa Manolón, un establecimiento que sobrevivió al paso del tiempo y que hoy conserva una solera como pocos en Asturias. El bar cambió de nombre conforme cambiaba de dueños, pero nunca perdió su esencia. Después de Manolón llegó el turno de casa José María. Y su último nombre fue el que conserva hoy, Taberna Narciso, que su nuevo responsable ha querido conservar. El ovetense José Alberto Álvarez, con ascendencia en Teverga, conocía el bar desde que era un niño, y cuando supo que los anteriores propietarios se jubilaban, decidió dar el paso y hacerse cargo del local. «Es una joya, es de los pocos chigres que no tuvieron una transformación».

Entre otras cosas, conserva las vigas de madera y, quizá lo más llamativo, el suelo de ladrillo macizo. Quedan en él, bajo las mesas y los bancos de madera, partes desgastadas, fruto de días y días de los paisanos echando la partida. Todos los propietarios han cambiado cosas, algo inevitable con el paso del tiempo, pero ninguno ha querido cambiar la esencia, que se conserva intacta.

Taberna Narciso, un chigre casi bicentenario que se renueva en Teverga
Taberna Narciso, un chigre casi bicentenario que se renueva en Teverga

El bar nació en un momento en el que en la zona empezaba a crecer la actividad minera, y fueron muchos los trabajadores de las minas, primero del vecino concejo de Quirós y más tarde de Teverga, que se dieron cita en el bar, o consumieron el vino que se vendía a granel. Era muy típico comprar el vino para todo el mes. Primero se vendía en pellejos, y más tarde, se embotellaba. El siglo pasado, durante muchos años, se repartió el vino en un Land Rover que rodaba por las pistas de todo el contorno, antes de que las carreteras facilitasen el paso de vehículos menos robustos.

Los niños de entonces se parecían poco a los de hoy. El propio padre de José Alberto Álvarez, que pisó el bar en su infancia, protagonizó una anécdota impensable hoy en día. «Por entonces, los niños llevaban los pellejos de vino una vez al mes, y siempre les regalaban una chocolatina o lo que fuera, y una vez le dieron a mi padre Coca Cola, que nunca la había probado, porque no llegaba a la aldea: le pareció que estaba revenida, que estaba mala; no lo entendió».

Aquellos tiempos, obviamente, ya pasaron, y hoy la Taberna Narciso es un bar puesto al día, pero sigue siendo —ese es su gran valor— un bar de pueblo, del día a día. Allí se junta la gente mayor de toda la vida, la gente joven que vive en Teverga, gente que está volviendo al campo, que se mezcla con gente que tiene una casa allí los fines de semana y con los turistas que llegan de todas partes.

Taberna Narciso, un chigre casi bicentenario que se renueva en Teverga
Taberna Narciso, un chigre casi bicentenario que se renueva en Teverga

También conserva de los bares de antes un horario propio de la zona rural. Abre por la mañana, a una hora prudente para tomar el vino o el vermouth, da de comer temprano a sus clientes y cierra después de las comidas para abrir hacia las siete de la tarde. Y no tiene cafetera. Hay café, pero de pota, para después de comer.

La gran diferencia respecto al pasado es la comida. José Alberto Álvarez ha sido consciente desde un principio de que en Teverga hay una buena oferta de comida tradicional, y «no era cuestión de hacer uno más». Su idea es, siempre con cocina de mercado y productos de temporada, intentar «darle una vuelta a todo». Hacen tres o cuatro entrantes al día y tres o cuatro platos principales. Es una carta pequeña pero muy cuidada, pegada a la tierra pero con vocación de ofrecer algo distinto. Entre los platos que más triunfan, están la panceta de gochu asturcelta criado con castañas, cocinada a baja temperatura, marcada a la plancha, con una base de apio nabo, un huevo «poché» y una reducción del propio caldo; la ensalada de puerros y ventresca o la lechuga local con queso de afuega’l pitu. En todos los casos es «fundamental la materia prima».

Otra faceta que conserva, y que parece haberse perdido en muchos otros chigres, es la musical. «Es un sitio donde siempre se cantó, y nos gusta que la gente venga a cantar, toque la pandereta, a veces traemos algún gaitero», explica el responsable del chigre, que para evitar la contaminación del presente, lo que primero hizo al abrir el establecimiento fue quitar la televisión.

Taberna Narciso, un chigre casi bicentenario que se renueva en Teverga
Taberna Narciso, un chigre casi bicentenario que se renueva en Teverga

Algo que lo distingue de los bares de antaño son los días de apertura. Curiosamente, aunque cabría esperar lo contrario, está más días abierto en invierno que en verano. Durante la temporada fría solo cierra los lunes. En verano, sin embargo, está abierto solo de jueves a domingo. El negocio no se resiente porque es un lugar que, por suerte, mantiene mucho la clientela durante el año, sin grandes picos turísticos ni grandes bajadas.

Además, contribuye a agitar la vida cultural del municipio con «La Xuntanza», una cita que se da cada jueves en la que se hacen presentaciones de todo tipo, casi siempre relacionadas con el medio rural, muchas de ellas de corte gastronómico.

Es, en suma, un sitio «donde a veces se disfruta del silencio y otras de la música», una ventana al pasado desde un presente que, a juzgar por la vida que tiene el establecimiento, sigue estando muy vivo después de casi 200 años.