«Un gesto a un paciente o que le agarres la mano logran más que muchas medicaciones»

ASTURIAS

Elena Olagüenaga, primera enfermera gestora de casos del Sespa
Elena Olagüenaga, primera enfermera gestora de casos del Sespa

Elena Olagüenaga fue la primera enfermera gestora de casos de Asturias, una figura que sirve de nexo de unión entre el enfermo, su familia y todo el sistema sanitario. A punto de jubilarse, defiende la humanización de la sanidad

02 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Elena Olagüenaga cuenta los días para su jubilación. Enfermera en el Servicio de Salud del Principado de Asturias (Sespa), suma una carrera de más de cuatro décadas en la que ha logrado dejar huella entre sus pacientes. Algunos lograron sortear la enfermedad que se puso en su camino, otros continúan tratándose y los hay que, por desgracia, ya no están. «Todos ellos tienen una parte de mi corazón», asegura emocionada. Para esta profesional sanitaria, la humanidad es la clave de cualquier sistema sanitario. Una forma de entender su trabajo y su vida que le ha llevado a ganarse el cariño de todos.

En su trayectoria puede presumir de haber sido pionera. Elena Olagüenaga fue la primera enfermera gestora de casos del Sespa cuando esta figura no existía ni siquiera en España. Tuvo que aprender y hacerse valer. En los últimos 20 años, esa ha sido su dedicación. Desde el Hospital Universitario Central de Asturias, recuerda cómo fueron los principios y por qué su puesto es necesario. Se declara «entusiasta» de su profesión y cree que nunca hay que dejar de formarse. Hizo su último curso hace unos días, en el Colegio Oficial de Médicos de Asturias, donde recibió un pequeño homenaje de sus compañeros que todavía recuerda con ilusión y cierta sorpresa. 

—Ocupa un puesto poco conocido, enfermera gestora de casos. ¿Qué es?

—Es cierto que es poco conocido, aunque ahora ya somos unos cuantos (cuenta 17 profesionales en un documento que cuelga de su corcho). Fui la primera y tuve que buscar información. En aquella época, hace 20 años, no había información al respecto. A mí la dirección médica me había dicho que quería a una persona que fuese referente para el paciente y para la familia, que se llamaría gestora de casos y que sería el nexo de unión entre todos los profesionales que atienden a ese paciente, que pueden ser muchos. Por ejemplo, en los casos que ahora me ocupan, que estoy en el área de pulmón, puede haber oncólogos, radioterapeutas, cirujanos torácicos, anatomopatólogos, biólogos moleculares… Todos de alguna manera están vinculados a cada caso.

—Fue pionera a la hora de introducir esta figura en el sistema sanitario, ¿cómo fueron los comienzos?

—En aquella época visité facultades, escuelas, hospitales… Y sorprendentemente donde más información encontré fue en la escuela de Empresariales, porque el gestor de casos era una figura dinamizadora de la empresa, que aglutinaba en un mismo puesto diferentes funciones y tenía una visión global de todo. El fundamento que tenía era ser un referente para el paciente, pero es verdad que al principio puedes ser molesta. Era una figura nueva, me intentaba involucrar, pero estaba en sitios donde antes la figura de la enfermera no aparecía, por lo que había médicos un poco reacios. La verdad que los comienzos no fueron fáciles.

—El paciente siempre fue lo primero.

—Sí. Poco a poco fui profundizando en lo que era una gestora de casos y lo que quería hacer. Pero al final, soy una enfermera que sirvo de referencia al paciente. Yo doy mi tarjeta para que me llamen cuando lo necesiten, que me consulten lo que sea y por la vía que prefieran.

—¿Cómo es el día a día de Elena Olagüenaga como gestora de casos?

—No eres una enfermera al uso, porque yo aquí no hago técnicas, ni pincho, ni hago curas. Yo me entrevisto con el paciente y la familia. Lo de gestora de casos no me gusta mucho porque hay veces que el paciente no lo entiende. Para mí el paciente es un paciente global. A veces te dicen que es un pulmón o un ovario. No, el paciente no es un órgano, es una persona que a lo mejor estaba trabajando, que con la enfermedad tiene que dejarlo, que tiene hijos y una serie de cosas. Yo lo veo globalmente, no como una patología. Entonces claro, entras dentro de muchas facetas que son muy interesantes y que te hacen tener una visión mucho más global que cualquier otro especialista, porque ves la parte social o las carencias que pueda tener cada uno. 

—Cada caso es completamente diferente.

—Cada caso es el paciente, la familia y el entorno. Caso es usted y sus circunstancias. Ves todo globalmente y ninguno es igual que el anterior. Conocer esa parte social te sirve para comunicarte con otros profesionales en base a esos conocimientos que has ido recabando. Tú en una reunión puedes decir qué es lo más adecuado porque vas por delante de muchas cosas al tener información de la persona, al final la información es poder. Y con eso yo trato de ayudar al paciente en lo que pueda, porque igual a cada uno le preocupa una cosa diferente. Recuerdo un caso de un chico joven en el Hospital de Día de Oncología que salía de la consulta y quería saber más o menos cuánto le podía quedar de vida. Me dijo que era importante porque estaba separado, tenía dos hijos pequeños y una casa en construcción y necesitaba dejarlo todo organizado. Eso era lo que más le preocupaba. Entré a la consulta y el especialista le volvió a llamar. Me dio las gracias y me pegó un abrazo que todavía hoy no he olvidado, y de esto hace 30 años. Al final, tienes que enterarte de la situación de cada uno, porque no todo el mundo vive acompañado de familia ni en una casa con todas las comodidades.

—Es un puesto que conlleva mucha implicación personal.

—Te afectan las cosas y si eres un poco consecuente te das cuenta de que todos en algún momento pasamos por ello. Requiere de mucha implicación pero también da mucha gratificación, las dos cosas van muy unidas. Lo que das y lo que sientes es algo que si te pones en el lugar de la otra persona, siempre lo vas a entender. Mi madre fue paciente mía, había ido al ginecólogo dos meses antes y cuando leí el diagnóstico no me lo podía creer. Poner buena cara cuando estás hecha polvo… Esas son las situaciones que se dan día a día aquí. Siempre hay gente que te dice que no te puedes implicar tanto pero, si no te implicas de alguna manera, aunque siempre intentes tener algo de barrera, no haces nada. 

—Esa implicación habrá hecho que te lleves a mucha gente fuera de las paredes del hospital.

—Sí, hay muchos pacientes que se van con uno. Recuerdo uno que me hizo un plantador a mano, otros me traían semillas… Cada uno a su manera, pero siempre había un gesto de agradecimiento desde un sentimiento que a mí me agradaba. 

—El papel de la gestora de casos no deja de ser una forma de humanizar la sanidad, una palabra que parece que ahora está en boca de todos…

—Sinceramente, yo más deshumanizado nunca lo vi. Veo a la gente cada vez más formada, con más currículum, muchos incluso con un doctorado, pero la parte emocional muchas veces falla. Hay gente joven muy buena, buenísima. Pero como que antes éramos más humanos y más cercanos y ahora se impone más distancia. Siempre dije que no importa que a un paciente le pinches dos veces si le dices con cariño que lo sientes. Pero si vas sin más a pinchar, a ese paciente le puede resultar molesto, no tanto por el dolor sino por tu actitud.

—El puesto de gestora sí está enfocado a esa humanización.

—Sí, por supuesto. A la humanización de los cuidados. Es simplemente tener un poco de sentido común y esforzarse en mejorar, porque siempre hay posibilidades de mejorarlo todo. Entonces bueno, de la misma manera que te formas en docencia e investigación, también puedes aprender a tratar a la gente. Yo siempre procuré actualizarme con cursos de psicología, etcétera. En este puesto creo que lo que necesitas es conocer: con qué gente trabajas, dónde están, qué hacen, cómo se comportan… Y luego con eso ya sabes con quién tienes que hablar. Todo para conseguir algo que beneficie al paciente.

—De todos estos años y al borde de la jubilación, ¿qué experiencia se lleva?

— Muy, muy buena. Siempre lo digo: haz bien y no mires a quien. Porque todo te viene devuelto, tanto lo bueno como lo malo. No soy Teresa de Calcuta, pero desde el respeto y tratando de ponerse en el lugar del otro, siempre llegas. Cuando tienes esas premisas siempre llegas, porque no hay nada como entender. 

—Esta última etapa está siendo intensa y emocionante a partes iguales...

—Sí, mucho. Me voy con la satisfacción de no haberme conformado nunca con lo que estaba haciendo y de haber intentado mejorar siempre. Tienes que pensar que todo es mejorable y ser cercano. Un gesto a un paciente, que le agarres la mano o que te sientes a su lado en la cama logra más que muchas medicaciones. Es más resolutivo que un determinado calmante el que digas «estoy aquí para lo que necesites. Te entiendo. Te comprendo…». Esa humanidad hace mucho, porque todos necesitamos algo de esperanza. Me quedo con todo el cariño que recibí de todos los pacientes y todas las familias. Tengo recuerdos de cantidad de personas que están ahí o que ya se fueron, y tienen una parte de mi corazón.

—¿Qué le pide al futuro?

—Solo pido tener salud un tiempo. Con el homenaje del Colegio de Médicos me di cuenta de que no he hecho las cosas tan mal. Siempre he sido crítica y exigente conmigo misma y hubo épocas en las que el estamento médico te cuestionaba cosas. Pero siempre digo que el médico cura a veces, pero las enfermeras cuidamos siempre. Simplemente pido salud y haciendo balance me quedo con todo lo positivo, que superó con creces lo negativo. Nunca me gustó hacer planes de nada. Pensar en tener algo organizado me asusta, no me gusta pensar en el futuro porque veo muchos planes rotos aquí y muchos proyectos inacabados. ¿De qué te vale hacer planes? Hay que vivir el momento. Del futuro, ya veremos cómo llega y si llega.