María Jesús Álvarez, directora general de Igualdad: «Cuesta mucho avanzar en el camino de la igualdad, pero es muy fácil y muy rápido retroceder»
ASTURIAS
La directora general analiza los principales retos de la región, entre los que se encuentra reducir la segunda brecha salarial más abultada de España
28 may 2024 . Actualizado a las 21:31 h.María Jesús Álvarez (Pravia, 1962) asumió el cargo de directora general del Principado el pasado mes de agosto tras una dilatada carrera política que la llevó a ser consejera de Medio Rural y senadora. En la Cámara Alta presidió la Comisión Especial de Seguimiento del Pacto contra la Violencia de Género y regresó a Asturias para ponerse al frente de un área transversal que va desde la educación a la abolición de la prostitución o la brecha salarial. Álvarez llama a la unidad del movimiento feminista y analiza los hitos conseguidos y los derechos que aún quedan por conquistar sin «bajar la guardia» para no perder por el camino los ya alcanzados.
—¿Cómo definiría la situación actual del movimiento feminista en Asturias?
—Estamos en clave de defensa de los derechos de las mujeres, de reconocimiento de ese papel transformador del movimiento feminista y también de orgullo. Porque hace 10 años desde aquí, desde Asturias, dos asociaciones de mujeres, Les Comadres de Gijón y las Mujeres por la Igualdad de Barredos tuvieron casi la osadía, la valentía y la determinación de poner pie en pared y decir que la contrarreforma de la Ley del Aborto del ministro Gallardón no podía ser una realidad. Y consiguieron una movilización social casi única. Esa chispa que prendió en Asturias luego alumbró a toda España e incluso a países fuera de nuestras fronteras. Y con ese orgullo y con ese reconocimiento, pero pensando también en el futuro, celebramos un 8 de marzo en el que dijimos alto y claro que este tren ya no se para. Un 8 de marzo para buscar la defensa de más derechos y sobre todo intergeneracional, porque las jóvenes tienen que estar también en esta lucha.
—Aquel Tren de la libertad fue motivado por el derecho al aborto. Precisamente Francia lo ha blindado en la Constitución. ¿Se debería caminar en la misma dirección aquí?
—Me lo han preguntado mucho estos días. Y la verdad es que creo que hay que ser realista. Aquí en España las reformas constitucionales son muy difíciles de hacer. De hecho, solo hay que ver lo que ha costado ese logro de hace unas semanas de eliminar del texto el término «disminuido». Entonces una reforma que debería haberse producido con tanta naturalidad costó tanto que me pregunto si un paso como el que acaba de dar Francia sería posible en España en este contexto político. Pero tengo que apuntar que en España hay un conjunto de leyes que protegen a las mujeres de la violencia y que promueven la igualdad, y seguimos avanzando con ellas. Hay que sostenerlas y desarrollarlas, porque una ley si no hay voluntad política de ponerla en marcha, de desarrollarla y apuntalarla, pues es un texto escrito en un papel. Por lo tanto, yo me centraría en reforzar las normas que tenemos y en desarrollarlas de forma efectiva.
«Cuesta mucho trabajo conquistar los derechos, pero no están escritos en piedra. Siempre es posible retroceder y lo estamos viendo en países de todo el mundo. Por lo tanto no hay que bajar nunca la guardia y hay que defender siempre las conquistas»
—La manifestación principal del pasado 8M homenajeó a mujeres como Anita Sirgo o Maruja Ramos. ¿Qué significaron ellas para el feminismo asturiano?
—Yo creo que coincidimos muy bien la propuesta institucional con el Tren de la libertad y la propuesta del 8M A golpe de tacón. Ponen el foco en mujeres que efectivamente tuvieron un papel muy destacado y protagonista en la dictadura y que supieron defender los derechos sociales, los derechos laborales y los derechos de las mujeres en un momento en el que era muy arriesgado hacerlo. De hecho, muchas de ellas sufrieron la fuerza de la dictadura en sus propias carnes y la represión. Y no conviene olvidar de dónde venimos ni a qué debemos el estado de bienestar y la democracia que estamos disfrutando. Hay que decir también que los derechos cuesta mucho trabajo conquistarlos, pero no están escritos en piedra. Siempre es posible retroceder y lo estamos viendo en países de todo el mundo. Por lo tanto, no hay que bajar nunca la guardia y hay que defender siempre las conquistas.
—¿Por qué es importante que las nuevas generaciones las sigan teniendo presentes?
—Porque si no sabemos de dónde venimos, a lo mejor no nos damos cuenta de que podemos volver a esos momentos más oscuros y donde las mujeres no teníamos los derechos ni las posibilidades de las que disfrutamos en este momento. Y porque cuesta mucho conquistar derechos y avanzar en el camino de la igualdad, pero es muy fácil y muy rápido retroceder. Por lo tanto, no hay que perder nunca de vista el trabajo y el esfuerzo de las que nos precedieron para seguir construyendo. Porque este tren ya no se para, pero para que no se pare tiene que haber salido de algún sitio.
—Sin embargo el movimiento feminista ha salido dividido en los últimos años. ¿Qué cree que ha llevado a esta división?
—Muchas cosas. Pero yo creo que el feminismo es un movimiento muy plural, no es monolítico ni debe serlo. Yo creo que una de las cuestiones que más pone de manifiesto lo potente que es el movimiento es que sea tan heterogéneo, tan diverso, y que dentro del feminismo sea siempre posible el debate y la discusión. Pero los objetivos son los mismos, y hay que defender esos objetivos. Y yo creo que se avanza más cuando vamos juntas, desde el consenso discrepante y heterogéneo. Por eso siempre procuro trabajar para sumar y para incorporar a todo el mundo al proyecto, sin centrarnos en lo que nos divide. Yo creo que estamos superando esa división y al final el objetivo de la igualdad lo tenemos todos y todas.
—La división viene en parte por la Ley LGTBI, ¿cómo la valora?
—Es una ley que tiene un valor muy importante desde mi punto de vista. Y es que permite que se aborde de una manera integral la discriminación que sufren también las personas LGTBI. Y el movimiento feminista siempre ha incorporado la lucha contra todas las discriminaciones a su propia lucha. Y la lucha por la igualdad de todos y de todas a su propia lucha por la igualdad. Hay que seguir avanzando en los derechos de todas las personas e incorporar nuevos derechos para atender todas las realidades de discriminación y de segregación que puedan existir. En ese sentido es una ley importante y que viene a conformar ese corpus jurídico que hay en España, que es tremendamente avanzado y garantista.
—¿Cree en la reunificación?
—Yo creo que merece la pena sumar. Y quiero recordar la importancia del 8 de marzo de 2018, que fue un impulso tremendamente transformador y en el que, además, se produjo una situación muy potente. Las mujeres de la edad de mi madre querían colgar el mandil en su balcón y se sumaron, y las mujeres de mi generación nos encontramos con nuestras hijas en la manifestación y no nos habíamos puesto de acuerdo. Esa es la fuerza. Este es un movimiento intergeneracional y tenemos que sumarnos todas. Y las jóvenes serán quienes tengan que coger la antorcha y marcar el camino porque estamos hablando de su futuro.
«Merece la pena sumar. En 2018, las mujeres de la edad de mi madre querían colgar el mandil en su balcón y se sumaron, y las mujeres de mi generación nos encontramos con nuestras hijas en la manifestación y no nos habíamos puesto de acuerdo. Esa es la fuerza»
—Uno de los objetivos del Principado es abolir la prostitución. ¿Hay avances?
—Estamos trabajando. Es verdad que esta es una medida absolutamente novedosa. No existe una propuesta en toda España tan avanzada y tan valiente como esta. Y la primera medida que tenemos que adoptar y ya estamos trabajando en ella desde la mesa técnica es tener un primer diagnóstico cuantitativo de esta realidad. Para ello contamos con información que tienen básicamente las entidades que trabajan con mujeres en entornos de prostitución, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y el ámbito jurídico. Con esa información y con el apoyo de la Universidad de Oviedo queremos tener un primer análisis cuantitativo y sociodemográfico, incluso territorial. A partir de ahí y con la información que obtengamos, que no sabemos cuál va a ser, querríamos poder iniciar ya un análisis cualitativo. Para ver sobre todo cuál es la situación de estas mujeres, cuáles son sus expectativas y sus demandas para poder atender esa realidad. Además tenemos que hacer mucha sensibilización social para poner al putero en el lugar que le corresponde y que perciba el rechazo social. Y seguir formando a aquellos y aquellas que pueden estar en contacto con mujeres en entornos de prostitución, de explotación sexual o de trata, para que identifiquen estas situaciones.
—¿Cómo se podría articular teniendo en cuenta que la demanda sigue ahí?
—Con sensibilización social, sin ninguna duda. Sigue habiendo demanda y la demanda se va adaptando a las nuevas realidades y además utiliza de forma muy importante las nuevas tecnologías, que facilitan el contacto y hacen más complicada la intervención. Pero creo que hay que poner el foco en el mal llamado cliente, en el putero.
—También hay preocupación por la violencia sexual entre los jóvenes, y ahí vuelven a entrar las nuevas tecnologías...
—Tienen que ver porque son un acceso fácil al fenómeno de la pornografía, desde edades muy tempranas. Y la pornografía es una escuela de violencia sexual. Además yo creo que es triste que se pueda en algunos casos sustituir la educación afectivo-sexual por la pornografía. Pero no estoy en contra de las herramientas tecnológicas, son muy potentes e importantes y esta sociedad va a avanzar mucho gracias a ellas. Pero tenemos que ser capaces de poner filtros para que los menores no puedan acceder. Se está trabajando a nivel de Estado en una propuesta de estas características liderada por el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y creo que eso es importante. Hay que insistir en la importancia de la educación afectivo-sexual en las escuelas, en todas las etapas educativas. Eso está en la nueva ley de educación y en la ley del «solo sí es sí». Hay que desarrollarlo porque es muy importante y tenemos entre todos y entre todas que ser intolerables a todo tipo de violencias hacia la mujer. Y eso se consigue también desde una educación basada en el respeto y que supere estereotipos, que siguen estando muy presentes en la sociedad.
—Casos como el de Rubiales o Dani Alves han puesto el consentimiento en el centro. ¿Ha funcionado la Ley del «solo sí es sí» a pesar de las rebajas de condena y excarcelaciones?
—Esos casos, bien llamados porque son los nombres de ellos los que tienen que aparecer, lo que ponen de manifiesto es que era necesaria la ley. Y que la ley, situando el consentimiento en el centro, está mejorando mucho la situación de las mujeres que sufren agresiones sexuales. Yo creo que eso es algo innegable. La ley tiene una serie de medidas de acompañamiento a las víctimas de agresión sexual que aquí en Asturias sabemos de qué van, porque tenemos el Centro de Crisis abierto antes que la ley, pero se obliga a que todas las provincias tengan un centro de estas características para apoyar tanto en el aspecto jurídico como en el psicológico a las mujeres, respetando siempre sus tiempos y de forma totalmente gratuita, pero que esté disponible todos los días del año y a todas las horas. Por lo tanto, la ley es un avance sin precedentes para proteger a las mujeres, que tuvo un evidente efecto indeseado que al menos desde el partido al que pertenezco se trató de corregir. Porque cuando haces algo y no das respuesta a lo que pretendías mejorar y está generando un efecto doloroso e indeseado, lo que hay que hacer es rectificar, cuanto antes.
—En el terreno laboral, ¿cuál es la situación de la brecha en Asturias y cómo atajarla?
—Asturias tiene una mala situación en lo que tiene que ver con la brecha de género porque somos la segunda comunidad autónoma con mayor brecha, después de Cataluña y antes que Navarra. Esto tiene que ver especialmente con la configuración del sistema laboral de cada territorio. Teniendo en cuenta a qué puestos de trabajo acceden mayoritariamente las mujeres y los hombres es bastante fácil saber porqué aquí en Asturias la brecha salarial es tan alta. Hay muchos empleos vinculados a la industria que son puestos masculinizados y normalmente con un sueldo mejor que en otros ámbitos. Hay que tener claro cuál es el origen para actuar. Está mejorando, pero no al ritmo que quisiéramos. ¿Qué se puede hacer? Medidas como la reforma laboral o el incremento del salario mínimo interprofesional contribuyen a reducir la brecha salarial porque normalmente mejoran las condiciones laborales y los sueldos de las mujeres, que están en los sectores más precarios y con peores sueldos, y de los jóvenes también. Por lo tanto en esa línea hay que seguir avanzando para mejorar todavía más el salario mínimo y tener un marco normativo en lo laboral que afiance los contratos más estables y no la precariedad.
Pero se pueden hacer más cosas. Tenemos que analizar por qué las mujeres ganamos de media en Asturias 2,2 euros por hora menos que los hombres. Y tiene que ver con que tenemos muchas medias jornadas y muchos más permisos para atender a los niños y a los mayores. Las mujeres somos las grandes cuidadoras. Los datos nos dicen que de cada cuatro contratos a tiempo parcial, tres los ocupan mujeres. Y también nos dicen que de cada 10 excedencias que se piden para el cuidado de familiares —mayores, menores o dependientes—, nueve las piden mujeres. Esto lo que nos está dando es un mensaje muy claro de por dónde hay que ir: hay que reforzar la red de recursos públicos que permiten la atención pública de menores, mayores y personas con dependencia. En Asturias estamos dando pasos muy importantes en ese sentido con la red de escuelas de 0 a 3 años, les escuelines, que aspiran a ocupar todo el territorio y tengo la sensación de que con ellas esta será la comunidad autónoma en la que más fácil será abordar la maternidad. Porque es un recurso público muy potente y muy importante. Aunque no basta, tenemos que tener ayuda a domicilio, residencias de ancianos, un verdadero apoyo público a las personas con dependencia para que todo esto no pese sobre las mujeres. Y ya por último, ser capaces de despojarnos de esa carga que está relacionada con los cuidados y entregar al menos el 50 por ciento a los hombres, que es lo justo.