Josefa Ros, experta en aburrimiento: «No está para aguantarlo estoicamente. Su función es obligarte a huir»

Carmen Liedo OVIEDO

ASTURIAS

Josefa Ros, investigadora del aburrimiento
Josefa Ros, investigadora del aburrimiento

La experta considera que el aburrimiento es siempre «una experiencia dolorosa» de la que, dice, «hay que intentar huir» buscando en el catálogo de opciones que vamos conformando a lo largo de la vida

19 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Qué es el aburrimiento? ¿por qué nos aburrimos en la sociedad contemporánea pese a todos los avances tecnológicos y los estímulos? ¿Nos aburrimos igual en las diferentes etapas de la vida? Si hay una experta en estudios del aburrimiento en España ella es Josefa Ros Velasco, investigadora reconocida internacionalmente por sus tesis pioneras en esta rama del conocimiento, quien hace unos días ofrecía en la Cámara de Comercio de Oviedo una charla/taller bajo el título ‘El Aburrimiento en los usuarios y proveedores de servicios geroasistenciales’. En la entrevista concedida a La Voz de Asturias, además de explicar por qué se aburren nuestros mayores y cómo se puede mejorar esa experiencia disfuncional, Josefa Ros desmitifica lo de que el aburrimiento nos hace más creativos o que hay que dejar a los niños aburrirse. Al contrario, su consejo para todos es que, siempre que se pueda, «hay que huir del aburrimiento» porque es «una experiencia dolorosa» que nos consume mucha energía y estresa nuestro cerebro.

—¿Qué definición le daría al aburrimiento desde su perspectiva como investigadora y experta?

—Yo he elaborado mi propia definición del aburrimiento después de haber examinado todo lo que se ha dicho sobre este fenómeno desde distintas disciplinas, como son la filosofía, la teología, la sociología, la antropología, también la psicología o la psiquiatría a lo largo de toda la historia de Occidente. Yo he hecho una unión de mínimos hasta que he dado con una definición que reza de la siguiente manera: el aburrimiento es un estado de malestar, una experiencia de fastidio, de molestia, que sufrimos cuando la realidad en la que nos encontramos inmersos, la situación presente, una actividad con la que intentamos comprometernos, no nos estimula adecuadamente, no cumple con nuestras expectativas iniciales, de manera, que el resultado es esa sensación de estar perdiendo el tiempo, de falta de significado. Eso sería el aburrimiento. Por lo tanto, el aburrimiento es una experiencia siempre dolorosa, el aburrimiento no puede ser buscado ni deseado no es como otras emociones, quizá bueno, como la soledad que sí que podemos hablar de soledad, deseada y soledad no deseada en el caso del aburrimiento, eso no puede, no puede darse porque la función del aburrimiento no se alcanzaría si no fuese porque nos hace daño al final el aburrimiento señala que tu relación con el entorno no está en equilibrio, que ese entorno, no te está ofreciendo lo que tú esperabas y que desde luego estás haciendo un gasto energético para mantenerte conectado con esa situación que tú no sientes que te vaya a devolver suficiente a cambio.

Josefa Ros, investigadora del aburrimiento
Josefa Ros, investigadora del aburrimiento

—¿Cuáles crees que son las principales causas del aburrimiento en la sociedad contemporánea?

—En la sociedad contemporánea y casi en cualquiera, nos aburrimos especialmente cuando tenemos que hacer cosas por obligación. Solemos aburrirnos muy a menudo en el entorno laboral, porque aparte de ser un entorno en el que se efectúan tareas de forma rutinaria y monótona, puede ser un entorno laboral en el que no hay oportunidades de promoción, de poner en práctica o en valor la creatividad individual. Es decir, si estamos en un trabajo en el que simplemente se nos dice que tenemos que hacer, como tenemos que hacerlo y cuando tenemos que hacerlo, al final, es una de las situaciones que más aburrimiento nos puede generar. Normalmente, el aburrimiento surgen cuando ya sabemos de sobra qué esperar de una situación cuando esta situación nos viene impuesta desde fuera y también a veces cuando hay exceso de opciones, aunque pueda parecer contraintuitivo. De hecho, esa es una de las formas más características del aburrimiento en la sociedad contemporánea, el tener tantas opciones para llenar el tiempo que ninguna de ellas parece estar en concordancia con nuestras expectativas y nos quedamos en un limbo. Queremos hacerlas todas, no disfrutamos ninguna de verdad y nos quedamos con un sabor un tanto agridulce.

—¿Existen beneficios psicológicos o sociales asociados con experimentar el aburrimiento de vez en cuando?

—Existe un aburrimiento funcional que es el que experimentamos la mayor parte del tiempo. Es ese aburrimiento que únicamente te está indicando que tienes que dejar de lado esa situación en la que te encuentras porque no tiene suficiente valor para ti. Cumple con la función de señalar ese desajuste y darte la oportunidad de introducir un cambio en el presente. Ahora bien, si por cualquier circunstancia, aunque experimentemos aburrimiento, no podemos o no se nos está permitido introducir ese cambio y nos quedamos atrapados en la situación de aburrimiento, entonces el aburrimiento se torna algo disfuncional. Si tenemos que aguantar el aburrimiento demasiado tiempo sin que haya un objetivo en el horizonte, lo que sucede es que nuestro cerebro sufre estrés, sufrimos ansiedad, frustración extrema e, incluso, depresión. Entonces, padecerlo de vez en cuando no tiene absolutamente nada de malo, siempre que podamos responder frente a ese aburrimiento introduciendo un cambio en la situación que lo ha generado. El problema viene cuando uno no sabe que le gustaría cambiar de esa situación para estar en una más deseable, más agradable, más estimulante o cuando sabes perfectamente cómo te gustaría introducir un cambio para eliminar la situación aburrida en la que te encuentras, pero no puedes hacerlo o no se te permite. 

—Hay un debate moderno sobre si los niños tienen que aprender a aburrirse ¿Qué opina?

—Opino que los niños tienen que aprender a responder frente al aburrimiento, simplemente. Estamos confundidos con el hecho de pensar que porque los niños están haciendo cosas todo el tiempo, eso ya evita el aburrimiento y no es así. Todos hemos sido niños y todos queríamos tener nuestro tiempo ocupado y, aún así, cuando una actividad se convierte en algo repetitivo, cuando ya tenemos habilidades suficientes para enfrentarnos a ella y la dificultad o el reto de esa actividad no aumenta, nos acabamos aburriendo de las cosas tanto los niños como los adultos. Yo lo que considero es que los niños tienen que aprender a responder frente al aburrimiento, pero no se trata de promover que estén en su cuarto sin hacer nada, desesperados… Lo que tenemos que saber los adultos es que cuando los niños se quejan de aburrimiento, lo que nos están pidiendo es un poco de orientación acerca de qué más cosas puedo probar, qué puedo hacer para descubrir si tienen valor o no para mí. Los niños están descubriendo y explorando que es lo que realmente les satisface, es por ello que se aburren con mucha facilidad de las cosas, porque siempre quieren probar más y más. Y no hay ningún problema en que quieran mantener ese ritmo de actividad porque la necesidad de estimulación de un niño no es la misma que la de un adulto ni que la de una persona mayor, por ejemplo.

—¿Cómo pueden los padres ayudar a sus hijos a lidiar con el aburrimiento de manera saludable?

—Pues prestándoles atención, eso es lo primero de todo. Actualmente, estamos en una sociedad en la que en las casas tenemos que trabajar todos, tanto si está un progenitor solo o son dos, y si son muy modernos y son tres, pues también tienen que trabajar todos. Tenemos jornadas maratonianas, cien mil obligaciones y claro, en el momento en el que uno tiene tiempo para pasar con los niños, estamos agotados. Estamos cansados y recurrimos a la vía rápida para no tener que ejercer esa tarea de orientar al niño. Lo que hacemos frecuentemente es darles una pantalla: les damos el móvil, la tableta o cualquier cosa, y ahí está el error. Y lo entiendo, que estamos muy cansados, que cuando disponemos de un poco de tiempo lo último que nos apetece es ponernos a orientar a nuestros hijos, pero es que son nuestros, es que no nos queda otro remedio. Para ilustrar esto me gusta utilizar lo que llamo la metáfora del catálogo. Digamos que todos tenemos un catálogo de opciones para llenar el tiempo, un catálogo que vamos construyendo a lo largo de nuestra vida. En la edad adulta ya tenemos las opciones de ese catálogo más o menos definidas, porque ya nos conocemos. Pero los niños no. Los niños tienen un catálogo lleno de huecos y quieren probar cosas, ver qué más opciones tienen…Y si cuando acuden a los padres para pedirles orientación no le prestan atención, no tratan de orientarle para que introduzca opciones dentro de ese catálogo, dentro de lo que consideran que son sus valores, opciones que consideren que son adaptativas, funcionales y saludables, pues va a desarrollar su propia opción, y esa opción quizá no les guste como padres. Si cuando tu hijo a causa del aburrimiento decide que una de las opciones para llenar el tiempo es consumir alcohol, pues a lo mejor no te hace gracia, no te parece bien y te arrepientes de no haber dedicado tiempo a enseñarle lo que tú consideras que son otras opciones más aconsejables. Entonces, es todo una cuestión de echarle ganas y estar con ellos, escucharles, conocerles y transmitirles cuáles son para ti las opciones valiosas.

—Por otro lado, hace unos días ofrecías una conferencia en Oviedo sobre el aburrimiento en los usuarios y proveedores de servicios geroasistenciales. ¿Cómo se debe gestionar el aburrimiento de los mayores?

—Volviendo a la metáfora del catálogo, cuando se llega a la edad del adulto mayor, pues también surge el problema del aburrimiento. De hecho, los dos grupos etarios que más se aburren son los niños y las personas mayores, pero por un motivo completamente distinto o incluso opuesto. El niño porque lo tiene vacío y está deseando llenarlo y entran y salen las opciones constantemente y, sin embargo, el adulto mayor de 75 u 80 años ha vivido una vida muy larga, se conoce muy bien, sabe cómo le gustaría llenar su tiempo de forma con actividades que para esa persona tienen valor pero el problema es que empiezan a aparecer los cambios asociados al envejecimiento, esos cambios que se consideran normativos. Porque ahora estamos romantizando mucho el proceso de envejecimiento diciendo que la tercera edad es un periodo precioso en el que puedes dar comienzo a muchos proyectos y que es la edad en la que empiezas a vivir de nuevo otra vez. Pero la realidad es que en un 75% de los casos, el envejecimiento está asociado a un aumento de la dependencia y el deterioro cognitivo y la reducción de la movilidad también priva. Hacen que muchas de esas opciones del catálogo dejen de estar disponibles. Es ahí cuando surge la desorientación frente al tiempo libre, porque si han estado muy aferrados a esas opciones, te cuesta mucho trabajo abrirte a opciones nuevas. Es así, cuando tienen una cierta edad, las personas mayores suelen ser bastante reticentes a hacer lo que hacen los niños, que es a probar cosas, y ver si me gusta o no me gusta. Ese suele ser el problema en las personas mayores con la cuestión del aburrimiento.

—Antes ofrecías orientaciones sobre cómo los padres podían gestionar el aburrimiento de los hijos. ¿Qué pueden hacer los hijos frente al aburrimiento de los padres?

—Un consejo importante: los hijos nunca deben convertirse en los padres de sus padres.  En todo caso, lo pueden orientar pero utilizando una comunicación muy asertiva y respetuosa en todo momento. Se les puede tratar de decir: «oye, ¿has pensado en esto?» Pero jamás se le puede imponer nada a una persona mayor. En este caso, la cuestión de solucionar el aburrimiento me recuerda mucho al problema de la soledad, la soledad no deseada en la tercera edad. Se experimenta porque uno se ha ido centrando tanto en su núcleo familiar, se ha ido encerrando por pereza de conocer gente nueva, de mantener los vínculos anteriores, que al final llega un momento en el que te ves solo. Bueno, con el aburrimiento pasa un poco igual, te acabas viendo aburrido porque no has cultivado el lanzarte a experimentar cosas nuevas, a estar dispuesto a salir al mundo, a seguir viviendo cosas. Al final somos muy acomodaticios y nos vamos quedado en esa zona de confort cada vez más reducida. Pero cuando uno de los pilares del día a día nos falla, se nos va todo abajo. A lo hijos yo les aconsejo que sean inteligente y hagan un truco: más que tratar de imponer que hagan alguna actividad, proponerles que hagan esa actividad con nosotros, porque los padres no saben decirle que no a los hijos. Hay que empezar a hacer como cuando uno es niño, empezar a probar cosas que se nos han olvidado, que hemos ido dejando por el camino o que jamás se nos hubiesen ocurrido que nos podían gustar. Pero hay que plantearlo de una forma inteligente. 

—¿Cómo afecta el aburrimiento a la productividad?

—A la productividad, de la peor de las maneras. El aburrimiento se lleva estudiando o está constatado en la filosofía desde la época del Imperio Romano, con Séneca. Pero el estudio del aburrimiento se convierte en una cuestión de análisis científico a principios del siglo XX por el problema que representa el aburrimiento en las fábricas, porque los trabajadores se sienten muy aburridos después de 12, 13 o 14 horas de jornada laboral, en el mismo entorno, haciendo un trabajo completamente repetitivo, rutinario, que no demanda ningún tipo de esfuerzo intelectual. Eso despierta el aburrimiento y fue cuando empezó a estudiarse por parte de la psicología y de la psiquiatría, porque preocupaba mucho que ese aburrimiento siguiera creciendo y siguiera dando los problemas por que se traducía en trabajadores más desconcentrados, que rinden muchísimo menos y aumentaban los accidentes laborales, porque la atención se pierde cuando uno empieza a aburrirse. Además, esto repercutía en una pérdida de ingresos para el patrón. Así se convirtió el aburrimiento en un tema de estudio, porque se probaban opciones de todo tipo: colocar al trabajador que se quejaba del aburrimiento cerca de una ventana para que le entrase el aire, aumentando el sueldo al trabajador, también suministrando anfetaminas. Se probó de todo. Entonces, en el entorno laboral, el aburrimiento es un problema enorme. 

—¿Y la creatividad?

—Estamos muy confundidos cuando pensamos que el aburrimiento desata la creatividad o que es la antesala de la creatividad o que nos permite reevaluar nuestra situación presente, que alcanzamos niveles de reflexión e introspectivos más elevados. Todo eso no es así y cualquier persona que haga un ejercicio de honestidad y piensen la última vez que se estaba sintiendo aburrido, que sea sincero y diga si esa estrategia para huir del aburrimiento y ese cambio que puso en práctica tenía algún tinte de creatividad, originalidad o de innovación. Yo digo que no.  Al final ese catálogo de opciones cumple una función, que es que nuestro cerebro no tenga que gastar demasiada energía a la hora de introducir un cambio que permita que ese contexto aburrido desaparezca. Entonces, en el momento en el que nos aburrimos, casi de forma automática e inconsciente, nuestro cerebro selecciona por nosotros una opción. Es como si cogiese un disco y lo pusiese en el tocadiscos directamente sin que nosotros tengamos que hacer nada. Y ahora es mucho peor porque con los algoritmos ya ni siquiera tu cerebro tiene que inconscientemente seleccionar una opción para ti, sino que es que el algoritmo te dice qué puedes ver después de un vídeo. Es un mito lo de que el aburrimiento nos hace ser creativos.  

—¿Qué papel juegan las nuevas tecnologías y el entretenimiento digital en la exacerbación o mitigación del aburrimiento?

—Yo creo que las nuevas tecnologías forman parte de un catálogo de opciones predeterminadas, no es el catálogo de opciones personal de cada uno de nosotros; no son opciones que tú realmente hayas reflexionado y hayas evaluado como puede ser, por ejemplo, ir a pasear todas las tardes, que consideras que te da la vida y que te sientes bien con ello, que lo hayas pensado conscientemente. Son opciones que están ahí para todo el mundo, da igual cual sea tu sexo, cuál sea tu edad, en qué parte del mundo vivas. Están ahí para todos y son una píldora muy buena para determinados momentos, pero no se puede abusar de ellas porque al final te acaban devolviendo al aburrimiento. A mi lo que me preocupa es que como somos tan cómodos, acabemos recurriendo siempre a esas opciones predeterminadas y nos olvidemos de conocernos a nosotros mismos. No hay que olvidar que las opciones que funcionan a largo plazo y con las que nos sentimos realmente satisfechos son las que hemos decidido nosotros, son las de ese catálogo personalizado, que nos acompañan durante años. Si adoptamos un rol pasivo, cada vez seremos menos capaces de reaccionar frente a ese aburrimiento. Simplemente esperamos que nos lo den hecho y ya está.

Josefa Ros, investigadora del aburrimiento
Josefa Ros, investigadora del aburrimiento

—¿Existen diferencias significativas en cómo hombres y mujeres experimentan y manejan el aburrimiento?

—Conozco un par de estudios, aunque tienen ya un tiempo, que determinan que los hombres se aburren más que las mujeres, pero la verdad es que yo no soy muy fan de este tipo de estudios que se hacen con muestras de, a lo mejor, 200-300 estudiantes universitarios. No sé hasta qué punto tienen representatividad y tampoco ahondan en cuáles son las variables que hacen que el aburrimiento sea más prominente en los hombres que en las mujeres. Por mi experiencia y mi trabajo puedo decir por qué a veces los hombres mayores se aburren más que las mujeres. Volviendo a lo que decía antes de que las personas mayores son reticentes a probar cosas nuevas, pues los hombres lo son mucho más que las mujeres. Las razones son que tienen miedo a hacer el ridículo, tienen miedo a parecer tontos, a equivocarse, a que se rían de ellos, a experimentar con actividades que ellos creen que no son propias de su edad o que consideran que la sociedad va a pensar que no son propias de su edad. Es decir, son mucho más tímidos en ese aspecto que las mujeres, que nos aburrimos menos.

—¿Qué consejos darías a alguien que siente que está constantemente aburrido y no puede encontrar formas de salir de ese estado?

—El aburrimiento es una experiencia disfuncional y puede tener dos raíces distintas: puede ser que nazca del propio individuo esa incapacidad para encontrar estímulo o puede ser que el individuo sepa perfectamente qué necesita para sentirse estimulado, pero no pueda conseguirlo. En las residencias de mayores se ven los dos casos: el caso de personas que se aburren porque no les gustan las opciones que se les brinda en el pequeño catálogo predeterminado de la residencia, pero tampoco se le ocurren otras, tampoco sabe que le gustaría estar haciendo en lugar de lo que hacen. Esto es un problema que requiere de la de la experiencia de un psicoterapeuta, necesitamos hacer un ejercicio de readaptación de las expectativas se puede poner en práctica terapias de reconexión con los propios sentimientos, terapias que nos ayuden a expandir nuestras miras… No obstante, ese ámbito yo no lo trabajo. El tipo de aburrimiento disfuncional que yo trabajo es el de una persona que se aburre constantemente, pero que no es porque ella no sepa realmente cómo salir del aburrimiento, sino porque aunque sabe cómo hacerlo, no puede hacerlo. En el caso de las de las personas mayores que están en residencias, son personas que saben cómo les gustaría, por ejemplo, pasar la tarde, pero desde la residencia no se lo permiten y eso les causa aburrimiento. En ese caso, lo que hay que hacer es revisar ese contexto y es a lo que yo me dedico, a tratar de flexibilizar un poco los protocolos de seguridad de la residencias, que son los que impiden que las personas mayores puedan poner en práctica estas ideas que tienen para combatir el aburrimiento. Esto también lo podemos ver en el entorno laboral, muchas personas que saben perfectamente que se aburren día tras día pero no saben cómo cambiar eso o creen que no pueden porque tienen que pagar las facturas, así que piensan que no les queda más remedio que aguantar. Pero siempre que se pueda, hay que intentar huir del aburrimiento, no está para aguantarlo estoicamente, el aburrimiento está para huir de él, porque esa es su función obligarte a huir. Entonces, ¿qué les digo a los que están en esa situación? Pues que si la puede cambiar, que la cambien. Y, si no, aquí estamos algunos intentando cambiarla por aquellos que no pueden. Otra cosa es cuando la situación te viene impuesta desde fuera, ahí es más complejo encontrar una solución, porque ni se trata de trabajar sobre la personalidad o la situación de un individuo, sino que se trata de trabajar sobre la estructura que es fuente de aburrición. Y cambiar las estructuras es siempre muy complejo. 

—¿Crees que el aburrimiento puede ser un motor para la búsqueda de sentido o propósito en la vida?

—Rara vez. Puede que si el aburrimiento llega a cronificarse durante mucho tiempo, puede que al final obligue a tener que replantearse la situación, a pararse y a pensar. Quizá en un estado de mucha desesperación, cuando ya el dolor lo llevas aguantando mucho tiempo y los parches que terminan de funcionar, puede que llegues a hacer una reflexión más profunda. Pero, por norma general, el aburrimiento no te convierte en una persona más reflexiva. Como decía antes, casi nunca hacemos un ejercicio reflexivo cuando nos estamos aburriendo. Esto conllevaría un gasto energético que nuestro cerebro no se puede permitir. Pensar gasta mucha energía. Algo de lo que me he percatado tanto en el trabajo con mayores como en otro tipo de grupos etarios es que las ocupaciones, las opciones que mejor funcionan, que permanecen en ese catálogo personalizado durante más tiempo y que mejor nos hacen sentir, son aquellas que abordan no solamente el aburrimiento, sino las otras dos esquinas, los otros dos ángulos de este triángulo, que estaría conformado por el aburrimiento, la soledad no deseada y el sentimiento de inutilidad. Cuando introducimos opciones que nos permiten sentir que estamos aprovechando el tiempo en algo que realmente nos gusta, que además nos permiten establecer conexiones de calidad con otras personas y que encima dimos que sirven para algo, que estamos contribuyendo con ellas a enriquecernos, no solo a nosotros mismos, sino aquellos con las que las estamos haciendo y a la propia comunidad en la que nos encontramos bueno, ese tipo de opciones son la clave del éxito. Por eso actualmente estamos descubriendo tanto el potencial y el valor del voluntariado, porque realmente sientes que estás aprovechando tu tiempo, te sientes útil y además creas un vínculo, creas comunidad con propósito. Algo de lo que adolecemos mucho en la actualidad es el sentimiento de que no pertenecemos a nada, de que estamos demasiado concentrados en nuestro propio proyecto, pero luego sientes que ni conoces a tus vecinos y que no sabes qué haces en este mundo. Es ahí cuando vienen las crisis existenciales. Pues el voluntariado, no lo valoramos lo suficiente y tienen todo el potencial: es la clave perfecta para evitar el aburrimiento y junto con las otras dos patitas es una buena opción.