Willy Toledo: «Sufrí mucho con el veto: 10 años después puedo decir con orgullo y satisfacción que les he ganado»

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCION

ASTURIAS

Willy Toledo
Willy Toledo

«El republicanismo está mucho más vivo en la calle que en las instituciones; la supuesta izquierda del gobierno dice que no toca: todos tienen claro que el sistema es el que es y que o entras por el aro o te van a destruir», dice el actor, de visita en Asturias para un acto republicano

20 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El actor Willy Toledo visitó la semana pasada Gijón y Avilés para participar en sendos coloquios republicanos, enmarcados en la programación de la marcha republicana convocada en Madrid para el 16 de junio. Siempre controvertido, Toledo estuvo cerca de diez años sin trabajar en el cine y la televisión en España, vetado por las productoras debido a su vehemencia reivindicativa. Todo cambió en 2020 con su participación en la serie «Los favoritos de Midas», dirigida por Mateo Gil para Netlix, que cosechó un gran éxito de público. A partir de entonces, no ha dejado de trabajar.

—¿Goza el republicanismo de buena salud?

—Creo que el republicanismo está mucho más vivo en la calle que en las instituciones. Desde la supuesta izquierda del gobierno están diciendo que no toca. Nunca toca, porque todos tienen claro que el sistema es el que es y que, o entras por el aro o te van a destruir, como ha pasado con Podemos y con otros movimientos políticos y asociaciones. Sabemos que la monarquía es la bóveda de todo el sistema del régimen del 78 y que hay que defenderla y apoyarla o eres un proscrito. Interesa más estar en el lugar donde hay que estar que la justicia, libertad y la democracia, que es incompatible con la monarquía, por mucho que nos lo intenten vender.

—A efectos prácticos, acabar con la monarquía parece muy difícil. ¿No sería meterse en un lío enorme?

—Ningún lío. Es hacer política. Lo que pasa que se nos vende que hay cosas inamovibles, perfectas, nos venden la democracia plena, como no paran de repetir desde el gobierno. Por algo será si lo están repitiendo tanto. Y de esas cosas inamovibles una es que la Jefatura del Estado tiene que estar en manos de la monarquía. Pues no. Esto es una jugarreta que nos metieron por detrás durante la transición, como dijo el señor Adolfo Suárez en una entrevista con Victoria Prego, que reconocía que si hubieran convocado un referéndum habría ganado la república. Optaron por desviarse de la vía democrática y en esas seguimos. Es tan sencillo como convocar un referéndum vinculante y cambiar la Constitución. Es que la Constitución hay que cambiarla de arriba abajo. No hay ninguna persona de menos de 70 años que haya tenido la oportunidad de votarla. Las constituciones envejecen, y se tienen que ir reescribiendo conforme llegan las nuevas generaciones. Hay que convocar un proceso constituyente en el que la República sea central

—Usted vive en un barrio obrero y defiende las políticas de izquierdas. Ahora parece ser la ultraderecha, y no la izquierda, la que más está tratando de ganarse a la clase obrera indignada.

—La derecha tratando de ganarse a los obreros es la esencia del fascismo, y es lo que estamos viendo. Jamás se ha derrotado el fascismo en Europa. Los alemanes no acabaron con los nazis, continuaron siendo dueños del país a través de las grandes empresas. El tema es que antes a nadie se le ocurría decir que era fascista. Había discursos que sonrojaban a todo el mundo, y los que los tenían se cuidaban mucho de soltarlos en público: el discurso racista, misógino, xenófobo lgtbi-fóbico. Se ha dado la vuelta a la tortilla. Antes lo incorrecto era atacar al poder, ahora es situarse al lado del poder para atacar a las minorías y a los desheredados. Y la extrema derecha está renaciendo en Europa, Estados Unidos y Canadá. La situación es peligrosa y se está dando gracias a un discurso que está tratando de ganarse a los obreros. Y vemos lo que pasa en Argentina. Es consecuencia de la crisis que está sufriendo la población, y las políticas absolutamente cobardes de las presuntas izquierdas que han gobernando en esos países. En un país como Argentina, cuando llevan ocho años gobernando los presuntamente progresistas y se vuelven a entregar en manos del Fondo Monetario Internacional, adquirir una deuda gigantesca y hacer recortes sociales, la clase trabajadora dice qué me queda y vota a un «zumbao» como Milei, que dice que va a acabar con todo. Porque los que me han dicho que eran de izquierdas me tienen aquí, en esta casa donde no puedo pagar la luz, no puedo pagar el gas, donde mis hijos van sin desayunar al colegio, etcétera.

—Usted se confiesa visceral. Ha dicho que cuando por la mañana lee las noticias no puede evitar indignarse y decir algo.

—Sí. Tengo una hipersensibilidad para la injusticia desde niño. No lo puedo evitar, porque sé que las cosas pueden ser de otra manera, y son como son, y me mosqueo porque hay gente que está sufriendo mucho —aunque no es mi caso— con un sistema criminal, mientras nos venden el peligro del comunismo. ¿Cómo que el comunismo? En un mundo en el que más de 1.500 millones de seres humanos pasan hambre, viven en una precariedad absoluta, con violencia extrema, falta de educación y se mueren por una gripe, ¿cuál es el sistema que está permitiendo esto, que tiene al mundo sumido en la miseria, a punto de saltar por los aires ecológicamente hablando?. Es el capitalismo, no el comunismo. Me duele, me mosqueo y me revelo contra los responsables de todo lo que sucede. Si no, no podría vivir. Ya me cuesta vivir con la mierda que hay a mi alrededor como para encima callarme y comérmelo. No.

—Estuvo apartado del cine en España cerca de diez años.¿Fue porque resultaba incómodo?

—Sí. Yo personalmente cuando he visto la injusticia he tenido la necesidad de denunciarlo y decirle al productor «esto no puede ser así». Por otro lado, fui delegado de acción sindical de la unión de actores y actrices durante cinco años y me tocaron las huelgas generales. Tenemos un sindicato precario, no tenemos liberados, no tenemos gente que pueda ir a los rodajes a hablar con los compañeros y tenemos que ir nosotros, los propios actores. Entonces, me presenté las dos veces en todos los centros de trabajo a llamar a la huelga. Puse yo el careto y me lo partieron. En Argentina, por ejemplo, tienen un sindicato que todas las semanas van a los rodajes, no son los actores sino gente contratada que se parte la cara por ti. En fin, me planté delante de productores que no me dejaban entrar en los platós, he parado rodajes y he denunciado lo que he visto a mi alrededor. No hay más que preguntar en el mundo del cine. No encontrarás a una maquilladora o a alguien de vestuario o ayudante de producción o meritorio de sonido que hable mal de mí. Probablemente, los productores sí hablen mal. Creo que hay que cuestionar los abusos laborales que se den en todos los ámbitos. Se tiende a unificar lo que sería yo, por ejemplo, que tengo una trayectoria y me tratan bien, con un chaval de 24 años que acaba de empezar y que lo están explotando hasta la última gota con unos salarios y unas condiciones miserables. Esa es la mayoría de los actores y las actrices, son los que están padeciendo ese abuso laboral absoluto.

—¿Cómo fue esa travesía en el desierto de diez años?

—Sufrí muchísimo, porque de la noche a la mañana no solo dejas de trabajar sino que te conviertes en el enemigo público número uno, con ataques continuos, salvajes, mentiras, calumnias y todo tipo de cosas. Se llegó a publicar en medios que yo tenía una mansión en Cuba que me había puesto Fidel Castro con chófer, criadas y cocineros, una demencia absoluta. Y alguno se atrevió a decir incluso que se veía entrar y salir constantemente niñas menores de edad en mi mansión. Cosas como esa, así de salvaje. De la noche a la mañana vives tranquilamente, te encuentras con ese maremoto y de repente te noquea. Pero en seguida reaccioné y dije «no me van a ganar a mí».

—Y lejos de amilanarse, afiló más todavía su lengua.

—Sí. Llegué a un punto en el que dije o pides perdón y continúas con tu vida y con tu trabajo tranquilamente o reaccionas. Los primeros cinco o seis días no fui capaz de reaccionar. Todos los medios me daban de hostias pero nadie me llamaba para que yo hablara y diera mi versión. Entonces, o aceptas eso o reaccionas y te podrás mirar al espejo toda tu vida. Porque, si no, vas a ser un miserable. Me dije que no iban a poder conmigo. Y no solo no di marcha atrás sino que seguí mi camino y ahora, diez años después, puedo decir con orgullo y satisfacción que les he ganado. Llevo ya tres años que he vuelto a trabajar con bastante regularidad, no he dado un solo paso atrás, he seguido diciendo lo que pienso y asistiendo y participando en todo tipo de movilizaciones. Aquellos que me querían muerto, que se jodan.

—Regresó con la serie «Los Favoritos de Midas», que incluso tuvo una campaña en contra por haberlo incluido en su reparto.

—Sí. Era la primera vez que me veían trabajar en 10 años, pensaban que estaba muerto y resultó que no. Iniciaron una campaña bastante bestia en redes y en todas partes de boicot a la serie que no hizo sino confirmar el fenómeno Streisand: al final, miles de personas aparecieron diciendo «no me había enterado de la serie pero ahora la voy a ver», y estuvo un mes y medio como la más vista en Netflix.

—Y desde entonces ha hecho de todo.

Sí. He participado en muchas cosas. La serie «Romancero»; «El grito de las mariposas», una serie colombiana maravillosa; una serie que estrenamos este año con Oriol Paulo, que se llama «La última noche», una película con Rodrigo Cortés, «Escape», mucho teatro. Desde que estrenamos «Los favoritos de Midas» no he parado. Quiero volver a darle las gracias al director, Mateo Gil, por haberme llamado. Al final, después de diez años no es solo que funcione el veto, es que la gente se olvida de ti, como es lógico. Ya no estás, ya no te ven. Al pensar en un papel, si te han visto hace cinco meses en una película pueden pensar en ti, pero si desapareces, la gente no se acuerda. Desde entonces, como se demostró que puedo trabajar sin prenderle fuego al plató y sin pegarle a nadie, pues ya está.

—Ha recuperado por completo al sector.

—Digamos que las causantes del veto, Telecinco, Antena 3 y Televisión Española, que eran las únicas que antes producían cine y televisión, mantienen el veto. Sigo sin trabajar en ninguna de esas tres. Pero, afortunadamente no solo para mí sino para la profesión, han aparecido todas las plataformas y hay mucho trabajo, hasta el punto que se las ven y las desean para encontrar personal técnico.

—Imagino que el español será una ventaja, porque hay un público objetivo muy grande.

—Claro. Todas las series se estrenan en Hispanoamérica y en Estados Unidos, que nos olvidamos pero ya tiene muchos millones de hispanoparlantes. Es otro mercado gigante. También hay cierta burbuja, creo yo. Hay una sobreproducción de todo tipo de cosas que no te da tiempo a verlo todo. Ni siquiera los que trabajamos en esto sabemos lo que se estrena, porque es imposible. Hay diez plataformas ya y es un nivel de producción bestial. Por nosotros, la gente que vivimos de esto, estupendo.

—Cuando estuvo vetado en España, trabajó en otros países. ¿Se sintió bien tratado?

—Sí. Me recibieron de lujo. En Argentina hay varias películas de las que yo he hecho que tuvieron un exitazo gigante, la gente del mundillo me conoce y me recibieron con los brazos abiertos. Estuve en Colombia y México, pero sobre todo, Argentina. Buenos Aires es como mi segunda casa. He pasado mucho tiempo allí.

—Últimamente le dan muchos papeles dramáticos. Dicen que los cómicos son mucho mejores haciendo drama que los actores dramáticos haciendo comedia.

—Sí. Yo sostengo esa teoría totalmente. Y siempre pongo el ejemplo de Jack Lemon, Alfredo Landa o José Luis López Vázquez, que es mi actor favorito del mundo mundial, un fuera de serie que hacía lo que le echaran. Ahora me apetece muchísimo hacer una comedia. Yo empecé en la comedia y al principio me costó mucho salir de ahí, que me dieran otros papeles, y cuando me los empezaron a dar casi no me ofrecieron más comedia. Es una paradoja. Te empachas de una cosa y luego te meten en otra y no te sacan.

—Nunca llegó a dejar el teatro.

—Sí. El teatro afortunadamente no lo controlan quienes controlan la televisión y el cine, es bastante más libre, y es mi medio natural, donde yo empecé, lo que más me gusta y donde más disfruto. Además, es donde tenemos más libertad de creación. El cine y la televisión son bastante aburridos. Te pasas el 90 por ciento del tiempo esperando. Cuando empezábamos todos, el primer consejo que nos dio Héctor Alterio fue: apréndete el texto y búscate una silla. En cambio, el teatro es pura energía y adrenalina. Ahora estamos preparando una función sobre la guerra civil, que se llama «1936», que dirige Andrés Lima, con el mismo elenco que estábamos en «Shock», la última obra que hicimos, al que se incorpora Blanca Portillo. Lo estrenamos en noviembre.