Raquel Baeza, doctora en psicología: «Se están perdiendo las cenas en familia y son fundamentales para la comunicación con los hijos»
ASTURIAS

La especialista alerta de las consecuencias que tiene para la salud física y mental normalizar el cansancio, el estrés y la fatiga emocional y aporta recomendaciones para mejorar o salir de ese estado
15 abr 2024 . Actualizado a las 08:51 h.La sensación de levantarse de la cama y sentir cansancio o, más allá, agotamiento, no es una sensación ficticia, es una realidad que padecen cada vez más personas. La doctora en psicología y neuropsicóloga, Raquel Baeza, lo resume en una frase: «vivimos en la era del agotamiento mental». Porque el agotamiento ya no es sólo físico, sino que «tenemos al cerebro en alerta las 24 horas del día y se agota». Y esta especialista alerta en la entrevista concedida a La Voz de Asturias de las consecuencias que tiene para la salud normalizar el cansancio, el estrés y la fatiga emocional que, en gran medida, se generan porque las personas no sabemos desconectar del trabajo, el móvil y las redes sociales.
Todo esto lo lleva estudiando y analizando Raquel Baeza en las dos décadas de trayectoria profesional que lleva como doctora en psicología y neuropsicóloga formada, además, con diferentes másteres en discapacidad o clínica en adultos y niños. Al frente de Baeza Psicología y Formación, un gabinete con 26 psicólogos y 3 administrativas distribuidos por toda Asturias, tiene consultas en Oviedo, Gijón y Avilés, con colaboración a mayores con el Centro Médico de Asturias. Su objetivo es promover la salud mental en todas sus vertientes dando con su equipo solución a muchísimos problemas de salud mental de la población asturiana.
—La frase «estoy agotado» es, hoy por hoy, de las que más resuenan en el entorno laboral o en el familiar y desde primera hora del día, pero no haciendo referencia solo a un agotamiento físico, sino también al agotamiento mental. Como especialista en psicología, ¿es verdad que estamos agotados?
—Sí, es verdad que estamos agotados. De hecho, ahora, además de eso, tenemos la abstemia primaveral. Y estamos agotados desde primera hora del día porque no tenemos una buena calidad del sueño. Está estudiado que estamos reduciendo nuestra calidad del sueño durmiendo menos horas de las que se requieren y durmiendo de forma intermitente, de forma que la fase REM (rapid eye movement) del sueño la dejamos sin terminar. Estamos como en estado de alerta y eso es porque estamos hiperconectados e hipersaturados a nivel de redes sociales y de tecnología. Somos una generación que vivimos conectados las 24 horas del día.
—¿Qué nos lleva a esa situación de agotamiento o fatiga emocional?
—Partimos de que la ansiedad es sana y es la que nos hace estar alerta ante un peligro. Pongo siempre el ejemplo de que si me va a atropellar un coche, la ansiedad me dice que corra y así no me atropella. El problema es que estamos todo el tiempo mandando al cerebro la señal de que me va a atropellar un coche. Es decir, estamos en estado de alerta las 24 horas del día como si fuera a pasar algo y el cerebro se agota. No resiste tanto estado de alerta y después de un estado largo de ansiedad se provoca la depresión. Es decir, las depresiones muchas veces vienen causadas por estados largos de ansiedad mantenida en el tiempo, y si no se provoca la depresión, se provoca la fatiga emocional. La persona está cansada, agotada y te lo hace saber con muchos cambios emocionales a nivel de irritabilidad, de bajones, con muchos picos emocionales.
—¿Diría que vivimos en la era del agotamiento?
—Diría que vivimos en la era del agotamiento, pero sobre todo, la era del agotamiento mental más que físico porque el hoy en día es como si pasase un AVE, que es la vida, a alta velocidad y nosotros tenemos que estar subidos en ese tren. Todo es para antes de ayer, salimos del trabajo y no desconectamos llevando los problemas a casa. No desconectamos tampoco del tema de redes sociales y de móvil, que lo único que hacen es mandar información en un corto espacio de tiempo. Los Tik Tok han evolucionado hasta el punto de que te están contando la información interesante y te están poniendo a la vez imágenes para que te quedes enganchado en el vídeo que no tiene nada que ver con esa información. Es decir, estamos enseñando a nuestro cerebro a estar a mil cosas a la vez haciéndole un flaco favor al poder relajar, al poder mantener una atención plena a un solo estímulo… Y ni que decir tiene a los niños y adolescentes, cuando les metemos las pantallas desde que son muy pequeños. Estamos sobrecargando sus cerebros sobreestimulándolos, de tal manera que esto se vuelve adictivo, es como un vicio. Luego, la persona va a ser incapaz de esperar una cola para el pan porque va a tener una sensación de pérdida de tiempo. Es decir, vamos a ser incapaces de relajarnos a este ritmo que llevamos. Esto es muy importante para niños y adolescentes, que les mantengamos también con un momento de aburrimiento. Las mejores creaciones se han hecho en un periodo de aburrimiento. Que ellos mismos puedan inventar y crear porque, si no, nos estamos cargando la creatividad de los niños porque estamos sobreestimulando sus pequeños cerebros. Las pantallas las veo, a veces, en sillitas, en niños muy pequeños que, en vez de estar atendiendo a los estímulos de su ambiente, a un pájaro que pasa, a un hoja que cae, están con una pantalla delante. El día de mañana esos niños van a necesitar mil estímulos para estar relajados, y eso es un problema, porque se van a saturar.
—¿En qué medida influye la tecnología y que estemos todo el tiempo conectados a través del móvil al correo electrónico y a las redes sociales?
—Como venía diciendo en respuestas anteriores, es fundamental darnos cuenta de que tenemos que tener periodos en el día en los que desconectemos de todo esto. Leamos un libro, escuchemos música, conversemos en familia… Se están perdiendo las cenas en familia y son fundamentales para la comunicación con los hijos. Estamos viendo niños que cada vez se aíslan más desde la pandemia. Hay un gran problema de habilidades sociales en los adolescentes, que les cuesta mucho hasta pedir hora en la peluquería. Eso lo que hace es que las personas nos vayamos aislando, metiéndonos solo en el mundo tecnológico que está muy, porque nos ayuda a tener información en un corto espacio de tiempo, pero también es verdad que si no lo sabemos dosificar, corremos el peligro de estresarnos.
—El caso es que parece que hemos normalizado vivir agotados pero ¿cuáles son las consecuencias para nuestro cerebro y nuestro cuerpo cuando ese cansancio se prolonga en el tiempo?
—Está más que estudiado que la ansiedad es física y mental, de hecho, la ansiedad está muy relacionada con problemas de infarto, de arritmias, de hernias de hiato, de cánceres… El estrés no es bueno para todo esto. Entonces, no tenemos ningún problema en ir al gimnasio y cuidar nuestra dieta pero, sin embargo, a veces parece que tenemos problemas con acudir al psicólogo cuando se requiere. ¿Hay algo más inteligente que acudir a que te den unas herramientas para salir de un problema para el que tú en ese momento necesitas consejo? Yo creo que es lo más inteligente que se puede hacer y yo creo que cada vez estamos normalizando más la figura del psicólogo pero todavía queda trabajo que hacer.
—¿Qué señales de aviso da nuestro cuerpo o cuáles son los síntomas de que el agotamiento mental está derivando en un problema grave de salud?
—Se ha estudiado que muchas veces el estrés viene causado por el perfeccionismo. Estamos en la era del perfeccionismo. Las personas lo queremos hacer todo perfecto, y esto es un problema porque nos exigimos ser felices y la exigencia de ser felices nos lleva al polo contrario. Es decir, no hay nada más agobiante que pensar que tienes que estar sonriendo todos los días y que, de repente, un día estés triste. Hay que dar espacio a las emociones como seres humanos que somos y ser conscientes de cómo es nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo nos avisa siempre, lo que pasa es que muchas veces lo ignoramos: dolores de cabeza, problemas de insomnio, revoltura de estómago, sensación de que no hago bien la digestión, sensación de que el corazón va rápido, sudoración en las manos, sensación de taquicardia…Todo eso son síntomas físicos de que nuestro cuerpo nos está diciendo que nos estamos azotando, pero muchas veces ignoramos esas señales hasta que un día nos queremos levantar de la cama y no podemos. Estoy agotado. Y a partir de ahí se produce muchas veces ese problema de síntomas depresivos.
«Asturias es una de las comunidades autónomas con mayor índice de problemas en salud mental. Las cifras indican que 1 de cada 3 asturianos sufre algún tipo de trastorno mental»
—¿Cuál diría que es la situación de la población asturiana?
—Asturias es una de las comunidades autónomas con mayor índice de problemas en salud mental. Las cifras indican que 1 de cada 3 asturianos sufre algún tipo de trastorno mental. Es cierto que en toda España ha habido una tendencia al alza tras las diferentes situaciones socio-económicas que se han vivido en los últimos años y continúan presentes. Se constata que Asturias tiene una tasa de mortalidad por suicidio más elevada que la media nacional. Esto puede ser debido a factores múltiples como la presencia de problemas de salud mental y la falta de acceso, en muchas ocasiones, a servicios de salud mental de calidad; a la inseguridad socioeconómica que puede aumentar el estrés y la desesperanza en la población, así como el aislamiento social en determinadas personas o grupos donde la dispersión geográfica y la falta de infraestructura pueden contribuir al aislamiento social.
—Entonces, ¿padecemos más o menos agotamiento mental que en otras zonas del país?
—Asturias supera la media nacional, según un informe publicado por el Sistema Nacional de Salud, que refleja 357 casos por 1.000 habitantes. Lo que sí destaca en nuestra comunidad, es la tasa de hospitalizaciones por trastornos mentales y de comportamiento, 2.600 hospitalizaciones anuales. La franja de edad que más problemas emocionales presentan, según indican las estadísticas, es a partir de los 75 años, lo cual puede explicar las cifras tan elevadas, ya que nuestra comunidad tiene una población envejecida.

—¿Hasta qué punto puede influir en la salud mental la idiosincrasia del territorio y la situación socioeconómica o climatológica de la región?
—El clima, la población envejecida, los niveles de renta y la escasa oferta laboral para la gente joven, afecta directamente a la salud mental de los asturianos. En concreto, el clima de Asturias, caracterizado por ser húmedo y tener alta frecuencia de lluvias y niebla, puede tener un impacto en la salud mental de algunos individuos, ya que esto, entre otras cosas, implica recibir menos luz solar, lo que lleva a un déficit de vitamina D que afecta a la serotonina, neurotransmisor que regula el estado de ánimo. Esto, por tanto, contribuye al desarrollo de trastornos como la depresión estacional. Relacionado con esto, el aislamiento social que pueden sufrir, sobre todo las personas mayores y en determinadas zonas rurales, puede incurrir también en la presencia de problemas, no solo del estado de ánimo, sino también a nivel social, debido a la escasa realización de actividades que puede tener lugar en determinadas zonas, bien por el clima o por la accesibilidad a las mismas. Asimismo, al igual que ocurre en otras regiones, en Asturias la relación entre los niveles de renta, educativos y el suicidio puede ser objeto de estudio y análisis.
—¿En qué consecuencias deriva eso?
—De forma general, se puede decir que, en áreas donde hay desigualdades socioeconómicas significativas, las personas con ingresos más bajos son más vulnerables al suicidio. Por otro lado, la educación está asociada con un menor riesgo de suicidio, es decir, las personas con niveles más altos de educación tienden a tener mayor autoestima y habilidades de afrontamiento, así como redes de apoyo, lo que reduce su vulnerabilidad al suicidio. Si unimos estas dos variables, las personas con bajos niveles educativos pueden enfrentar barreras adicionales para acceder a empleos y a servicios de salud mental, lo que podría aumentar el riesgo de suicidio. Relacionado con el empleo, existe en Asturias cierta dificultad a la hora de que la gente joven encuentre trabajo, lo que implica tener que emigrar a otras comunidades y, con ello, ciertos cambios a nivel emocional, que, si bien en muchas ocasiones son positivos, la realidad es que no siempre es así. Finalmente, hay que comentar que Asturias tiene una población envejecida, y si bien la vejez no es inherentemente una etapa vital facilitadora de la depresión, si hay ciertos factores asociados al envejecimiento que pueden aumentar el riesgo, tales como cambios físicos y de salud, falta de apoyo social y familiar, pérdida de seres queridos, aislamiento social, estigma y discriminación, etc.
—De un tiempo a esta parte ha habido un claro aumento de las enfermedades mentales pero ¿perciben que hay mucho tabú en torno a ellas o que están estigmatizadas?
—La salud mental siempre ha estado muy estigmatizada y se compartía el estigma de «si vas al psicólogo es porque estás loco». Sin embargo, y afortunadamente, desde hace unos años, la concepción de ir a terapia ha ido cambiando de forma significativa. A raíz de la pandemia se ha puesto de manifiesto la importancia de la salud mental. La postpandemia ha traído con sí un incremento de problemas relacionados con el bienestar psicológico y, con ello, un aumento de las asistencias a los servicios de salud mental, tanto públicos como privados. La realidad es que aún queda mucho camino, pero que cada vez se habla más y se da mayor visibilidad a los problemas de salud mental como algo natural y, por ende, las personas sienten mayor seguridad a la hora de acudir y comunicar que están asistiendo a terapia psicológica. Entrevistas como estás, permiten dar luz y romper tabúes que se puedan tener acerca de los trastornos mentales.
—¿Qué recomendaría a quienes sienten agotamiento mental, estrés o fatiga mental y no saben qué hacer para mejorar o salir de ese estado?
—Lo primero que les diría es que se vayan cuidando en salud. Es decir, es fundamental hacer deporte, es fundamental aprender a relajarse apuntándose, por ejemplo, a clases de yoga o hacer técnicas de relajación, pero también es fundamental visionar mucho cual es nuestro objetivo en la vida. Es decir, si el día de mañana nosotros dejásemos de estar en este mundo ¿por qué nos gustaría que nuestros seres queridos nos recordaran? Por ejemplo, ¿por pasar tiempo con ellos? La siguiente pregunta es ¿lo estoy haciendo? Si no es así, sería bueno reformular todo eso e ir en función de nuestros valores siempre porque nos van a guiar en la vida. Entonces el agotamiento mental, el estrés y la fatiga emocional muchas veces vienen por esa hiperresponsabilidad, sobre todo, en el ámbito laboral. Es muy bueno ponerse límites y aprender a dosificar. Y si me cuesta hacerlo, no hay nada mejor que pedir ayuda psicológica para poder canalizar todo eso de la mejor manera con herramientas y técnicas que me enseñen a poner límites, a saber darme mis tiempos.
—¿Y qué hábitos o pautas deberíamos interiorizar para no llegar a ese estado de agotamiento?
—Un buen ejemplo es tener en casa una caja para el móvil una hora, por ejemplo. Cuando me voy a acostar, media hora antes, no puedo ver pantallas. Media hora después, no debo de ver pantallas. Es higiene de vida a nivel mental. Y también, disfrutar mucho de la naturaleza, contacto con ella porque somos y formamos parte de este mundo. Entonces es bueno el contacto con la naturaleza y la familia pero, no sólo a nivel somos funcionales y hacemos juntos las cosas que tenemos que hacer, si no, a nivel de comunicación: cenas en familia y saber dosificar tanto redes sociales como móviles. Tenemos que saber estar apartados en momentos determinados y en una cena no podemos estar con el móvil encima de la mesa.