Ana Castaño, la asturiana que es jefa de obra: «En muchas ocasiones se han cuestionado mis decisiones por ser mujer»
ASTURIAS
Es de las pocas mujeres que ha conseguido alcanzar este puesto. Por lo general, asegura, las féminas desempeñan «papeles más secundarios» dentro del sector de la construcción. «Cuando llegamos a una obra grande por el hecho de ser mujer nos mandan, por ejemplo, llevar la calidad porque consideran que somos más ordenadas», lamenta
08 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Los estereotipos que imperan en nuestra sociedad hacen que todavía exista una división sexual en los trabajos. En ciertos sectores la mayoría de los puestos siguen siendo ocupados por hombres. La construcción es uno de ellos. Solo un ocho por ciento de los profesionales que se desempeñan en este ámbito son mujeres. Si hablamos ya de puestos de liderazgo la presencia femenina es casi nula. Pero eso no quiere decir que no haya mujeres con altos cargos. La asturiana Ana Castaño, por ejemplo, es la encargada de planificar, coordinar y supervisar la ejecución de proyectos de construcción. Es de las pocas que cuenta con esta categoría. «No es habitual que nosotras seamos jefas de obra», asegura esta vecina de Gijón, que ha conseguido así conquistar un mundo dominado por varones.
Trabajar en el sector de la construcción es para Ana un sueño hecho realidad. Nació «con alma de operaria». Desde bien pequeña se pasaba las tardes montando y desmontando objetos en su casa. «Me encantaba jugar a los legos», confiesa. También todo lo relacionado con las manualidades y el bricolaje llamaba mucho su atención. Si su padre tenía que poner una bombilla, colgar un cuadro o arreglar cualquier pieza del hogar allí estaba ella para echarle una mano en lo que hiciese falta. Es por ello que una vez finalizados los estudios secundarios decidió centrar sus esfuerzos para especializarse en este ámbito laboral.
Cursó los estudios universitarios de arquitecto técnico y antes de finalizar el grado, con 26 años, ya estaba trabajando en una empresa como ayudante de jefa de obra. «Me pagaban 400 euros porque estaba en prácticas. De aquella vivía en Madrid por lo que no podía hacer nada con ese dinero pero era súper feliz. Además aprendí muchísimo», asegura la gijonesa. Desde entonces ha estado vinculada a este oficio. Se ha empleado en grandes empresas del sector de la construcción como Dragados y a día de hoy, a sus 39 años, es una de las jefas de obra de la constructora Los Álamos.
«Cuando empecé a trabajar tenía un jefe de obra que me dijo que él no quería contratar a chicas de entre 20 y 30 y pico años porque a la mínima dejábamos tirados a la empresa y a la obra porque nos quedábamos embarazadas»
El camino hasta ostentar este cargo ha estado lleno de baches, teniendo en cuenta que se ha desarrollado profesionalmente en un mundo dominado por hombres. En ciertos momentos de su vida ha tenido que lidiar con situaciones de lo más discriminantes por el hecho de ser mujer. «Cuando empecé a trabajar tenía un jefe de obra que me dijo que él no quería contratar a chicas de entre 20 y 30 y pico años porque a la mínima dejábamos tirados a la empresa y a la obra porque nos quedábamos embarazadas», asegura, antes de denunciar la mentalidad «totalmente retrógrada y machista» de su superior.
Ante este comentario «bastante desagradable» Ana hizo oídos sordos y fue poco a poco rompiendo las barreras de género impuestas erróneamente en este sector. También consiguió romper el techo de cristal al conseguir un puesto de jefa de obra en la empresa en la que hoy en día se emplea. Lograr este cargo es todo un hito para ella y para el resto de mujeres: «En este tipo de trabajos técnicos nosotras seguimos desempeñado papeles que no son secundarios del todo porque estamos en puestos de calidad, de prevención o así, pero no nos encargamos de dirigir», asegura.
En su caso, pasó de estar en producción a ser jefa de obra. Un ascenso que «no es habitual». De hecho, en la empresa en la que estuvo antes de formar parte de la plantilla de Los Álamos era la única mujer del departamento. En la compañía en la que se emplea actualmente de todas las compañeras solo es ella la que trabaja a pie de obra, aunque sí que tiene una que ocupa un puesto de mando. «Cuando llegamos a una obra grande por el hecho de ser mujer nos mandan, por ejemplo, llevar la calidad porque consideran que somos ordenadas», lamenta la gijonesa, que califica de «discriminatorio» el reparto de funciones dentro del sector.
Cuestionan más sus decisiones que las tomadas por un hombre
El hecho de que la construcción esté «masculinizada» coarta en cierta manera la capacidad de liderazgo de Ana. Por su género y en su caso ser relativamente joven «siempre» se suelen poner en entredicho sus decisiones, sobre todo entre la gente que es más mayor. «Los chicos de entre 20 y 40 años tienen una mentalidad más avanzada en ese sentido pero un hombre de 55, que lleva toda la vida en la construcción, si le dices cómo tiene que hacer las cosas su reacción es: "tú a estas alturas no me puedes enseñar nada"», detalla.
En este punto Ana reconoce que en «muchas ocasiones» se ha sentido «cuestionada» por ser mujer. «Hay muchas personas que siguen sin tomarse en serio nuestro papel como técnicas en una obra», lamenta. Pero, por suerte, «no todo el mundo» pone en tela de juicio su cargo. «Afortunadamente» se encuentra en una empresa en la que se siente «muy valorada». La relación que tiene con sus jefes y sus compañeros «es muy buena». «Me tratan genial y además me ayudan en todo lo que pueden, al igual que yo a ellos. En ese aspecto, no noto desigualdad», asegura Ana.
«Quizás los trabajadores me hacen más sugerencias que si fuese un hombre porque creen que “vamos a echarle una mano que está un poco perdida”»
También mantiene una «excelente relación» con los trabajadores que están a su cargo. «Intento tener un trato muy cercano», reconoce. Procura además aprender todo lo posible de ellos: «Creo que saben mucho», confiesa. «Quizás me hacen más sugerencias que si fuese un hombre porque creen que "vamos a echarle una mano que está un poco perdida"», apunta restándole importancia al asunto, ya que al fin y al cabo los empleados acatan todas sus órdenes y la respetan.
Para Ana trabajar codo con codo con los empleados y ver que los proyectos que ella misma ha dirigido se convierten en realidad es «muy gratificante». «A mi estar en la obra es lo que más me gusta, más que estar en la oficina. Hay que reconocer que también es estresante porque como somos mandos medios recibimos órdenes de nuestros jefes y quejas por parte de los subcontratistas, pero por lo general el día a día es muy bueno», señala.
La gijonesa ha participado en la rehabilitación de viviendas en el poblado de Inuesa, en Gijón, y en la construcción de la nave de Amazon en Bobes, Siero, entre otros proyectos. Espera poder estar al frente de obras de gran envergadura y seguir ascendiendo puestos en la escala de mandos. En este sentido tiene «el corazón dividido». «A todo el mundo nos gusta crecer profesionalmente y en este sector cuando lo haces pues pisas menos la obra y a mi eso es algo que me encanta. Es más, me gustaría estar allí mucho más tiempo del que mi trabajo me lo permite», confiesa, mientras anima a las mujeres a conquistar este tipo de sectores tan masculinizados.
Considera que cualquier mujer puede pintar, encofrar o incluso poner ladrillo
De hecho cree que la construcción es algo que se le puede dar «muy bien» a las féminas porque «por lo general somos súper ordenadas, muy metódicas». «También hay hombres muy ordenados», reconoce. En este punto señala que una vez tuvo un encargado que le «encantaba» trabajar con ella porque le preparaba todo lo que tenía que hacer al detalle. «Llevaba hasta los planos plastificados», apunta. Por esta razón, considera que a medida que las mujeres se vayan integrando en este sector, «los hombres estarán cada vez más contentos con nuestro trabajo».
Si tuviese que dar un consejo no duda en decir que lo más importante es tener «firmeza y seguridad». «No solo en este trabajo sino en todos». También considera relevante tener humildad, sobre todo en el momento que un mando acude al tajo. «Cuando llegas a la obra puede que tengas un cierto nivel de estudios que seguramente los que trabajan ahí no tienen. A veces hay gente que llega a la obra creyendo que sabe latín, cuando realmente puedes aprender muchísimo de los obreros. Yo personalmente he aprendido muchísimo de los hombres con los que he trabajado», confiesa.