César Frey, artista: «En el arte urbano hay un mercado, mucho movimiento de cash, incluso especulación, y afloran los artistas»

Carmen Liedo REDACCIÓN

ASTURIAS

César Frey junto a una de sus obras
César Frey junto a una de sus obras CF

Grafitero de vocación, artista urbano de profesión, considera «sano» que siga habiendo pintadas en autopistas o muros porque «es la universidad del grafiti»

17 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue con tan sólo 14 años cuando César Frey se sumergió en la cultura Hip-Hop y, aunque inicialmente se centró en uno de sus cuatro elementos, el Break Dance, posteriormente se centra y se hace un nombre en otro de sus elementos, el grafiti, un estilo que confiesa que es su «pasión» y que diferencia del arte urbano, «mi oficio», define el artista en la entrevista concedida a La Voz de Asturias. Una entrevista en la que analiza cómo ha evolucionado el grafiti y el arte urbano en el ámbito regional, un ámbito en el que, aunque no se ratifica como pionero, ni mucho menos, sí apunta que «estuve cuando todo nació». Entre las inquietudes que plantea, el mercado e, incluso, la especulación que hay en torno al arte urbano que hace «aflorar los artistas» en detrimento del «arte urbano libre». Así, considera «sano» que siga habiendo pintadas en autopistas o muros porque «es la escuela, es la universidad del grafiti».

-Por aclarar conceptos, ¿qué es grafiti y qué arte urbano?

-El arte urbano no es solo pintura, mientras que el grafiti sí es solo pintura. El arte urbano puede ser una talla en un árbol, el típico corazón, un mensaje, una talla en un banco, azulejitos pegados haciendo una pequeña obra de arte o un cuadro y pegarlo posteriormente en la calle. El arte urbano tiene un abanico de intervenciones en la calle que no solo es pintura.

-Entonces, ¿por qué parece que solo triunfa la parte de la pintura?

-El grafiti en España ha estado en las décadas de los 80, los 90, el 2000, 2010, 2020... Pero no ha pasado igual con el arte urbano. Digamos que el grafiti, al estar siempre en la calle, llama la atención, sobre todo a finales de los 90, de galerías e instituciones públicas. A esto hay que añadir que la multinacional Montana, que es española y se hizo la más grande del mundo, a partir de 1994 crea una gama de colores extensa que no había anteriormente. Los grafiteros pintábamos con una carta de colores que venían de la industria del automóvil. Es decir, la gama era muy corta y, por lo tanto, el arte estaba acotado, no podía evolucionar. Al crearse esa gama extensísima de colores, el grafiti pega una explosión y a finales de los 90 aparece el realismo en la calle. Es cuando empieza a llamar la atención y cuando las instituciones públicas empiezan a llamar a grafiteros para evitar gastos. Los grafitis o, incluso, las pintadas políticas daban mucho que hacer y se gastaba mucho dinero en volver a repintar, así que los grafiteros fueron una solución a principios de los 2000 para que las fachadas se mantuvieran una década o dos, incluso, sin gastos para las instituciones. Es más, los ayuntamientos se peleaban por ver quién impulsaba más el arte urbano cuando, en realidad, detrás simplemente había una cuestión de limpieza, de ahorro y de imagen.

-¿Qué repercusión tuvo el hecho de que las instituciones empezaran a requerir el trabajo de los grafiteros?

-Pues hizo que con el grafiti se empezara a crear un mercado, un mercado que hace que, como en todo, se cree una oferta y una demanda. Anteriormente, no había demanda porque la gente no sabía, por ejemplo, que se podía pintar un edificio de 20 plantas o hacer una colaboración con los decoradores, meter el arte en los restaurantes... Eso no se sabía o, por lo menos, no se sabía que se pudiera hacer de una forma tan económica y rápida. Entonces, cuando se crea ese mercado es cuando aparece el arte urbano. Cuando hay cash aparece en masa el arte urbano. No obstante, yo diría que el arte urbano ya estaba y convivía con el grafiti, pero había muy pocos artistas. Por ejemplo, recuerdo a doctor Hofmann, que era un plantillero. Digamos que los artistas urbanos eran casi todos plantilleros, que no sabían pintar pero tenían inquietudes para poder salir a la calle. Entonces hacían sus plantillas en casa, las pegaban contra las paredes y pintaban. Y ahora mismo hay muchísimos artistas urbanos.

-Y ¿porque ahora sí y antes no?

-Pues la respuesta es esa, que ahora hay un mercado, incluso especulación. Hay mucho movimiento de cash y, por lo tanto, afloran los artistas.

-¿Cómo te gusta que te definan: grafitero, artista urbano, muralista...?

-Mi pasión es el grafiti y mi oficio es el arte urbano. Digamos que yo vivo del arte urbano, pero lo que me apasiona es el arte libre, la libertad de expresión y la libertad de ejecución.

CF

Pionero en Asturias

-¿Te consideras pionero del grafiti en Asturias?

-Uno no se puede considerar nada, o sí se puede considerar todo, pero, más allá de considerarse uno, una cosa u otra, está lo que pasó en 2022 en el Museo Nacional de Antropología, en Madrid. Allí se hizo un reconocimiento a todos los pioneros del grafiti en España, entre los que yo estaba. Tuve que hacer una aportación de pruebas de que yo estuve ahí y contribuí a que el grafiti fuese parte de la cultura hip-hop en España. Pero no hablo de arte urbano, hablo de grafiti. El Museo de Antropología tuvo entonces récord de visitas durante casi cuatro meses consecutivos, superando las visitas del Museo Thyssen y del Reina Sofía durante esos meses. Digamos que hubo como una migración y todos los pioneros fueron a firmar, porque ese era el concepto que se quería en el Museo, que el grafiti estuviera pintado en las paredes. Una vez acabada la exposición, se pintó de nuevo, pero el concepto era, tal cual, hacer como una réplica de lo que había pasado durante todas esas décadas en la calle pero dentro del museo. Cabe decir que esa exposición se va a hacer itinerante y estamos en contacto porque pretendemos traerla a Asturias.

-¿Y del arte urbano?

-En cuanto al arte urbano, yo creo que si se me hace un reconocimiento como pionero del grafiti en España, y teniendo en cuenta que no he parado en todos estos años de pintar tanto en espacios exteriores como interiores, puedo decir que yo estaba ahí cuando nació todo. No obstante, yo no me considero pionero porque habría que rascar y ver quién fue el primero. Yo solo estoy dentro de los pioneros. Por ejemplo, pionero en España dentro del grafiti se considera Muelle por diversas consideraciones, pero habría que entrar a ver también si realmente fue el primero que plasmó una firma. Pero no hay ningún estudio que diga que yo soy pionero en Asturias. Lo que podemos decir es que sí estuve cuando todo nació.

-¿En qué momento dirías que está el grafiti y el arte urbano a nivel regional?

-Yo creo que el grafiti está en buen momento teniendo en cuenta que las tribus urbanas han desaparecido desde ya desde hace décadas. Solo teniendo en cuenta eso, creo que eso ya es un logro. Pero es que está sucediendo a nivel internacional y es un logro que siga sobreviviendo una cultura urbana anárquica de funcionamiento. Hay que decir que en Asturias hubo también un factor que hizo que aumentara, que ha sido la climatología. El cambio climático hizo que el grafiti y el arte urbano en Asturias se multiplicara, pero esto ha pasado en todos los países nórdicos. Antes en Asturias era imposible pintar, era absurdo, era como el que se compraba una moto. Comprabas una moto para tenerla dentro de la cochera porque era imposible sacarla. Respecto al arte urbano, yo conocí un arte urbano completamente diferente a lo que se está viviendo ahora, que es simplemente contratar y ejecutar. Yo en la calle no veo arte urbano libre, no veo chavales saliendo a ejecutar obras de arte vandálicas, no lo veo o, si existe, es completamente residual al que yo viví, por ejemplo, en los 90. El grafiti sí, sigue en plena forma. Yo diría que con mucha más intensidad que en décadas anteriores, otra cosa es como enfocamos el futuro.

Puesta en valor del arte urbano e intrusismo

-Todas las obras que se están pintando para restaurar paredes y espacios degradados ¿están poniendo en valor al grafiti y al arte urbano?

-El grafiti ni se compra ni se vende. No puede haber intercambio económico. Insisto en que el arte urbano no tiene nada que ver con el grafiti, y cuando digo nada es nada. El grafiti pertenece a una cultura que se llama hip-hop que tiene cuatro principales elementos: el breakdance, que entra en las Olimpiadas de París próximamente; están los emcees (del término MC: poeta del Hip Hop que se dirige y mueve rítmicamente por una multitud que riman de forma oral); los DJs, que son los que creen en la música; y estamos los grafiteros. También están los que crean música con la boca o, incluso, la industria, como podría ser Montana Colors, que es considerada parte de la cultura hip-hop por impulsar el movimiento al abaratar el precio de los de los sprays, que antes había que robarlos porque tenían un coste altísimo, y extenderlo a nivel mundial. Digo lo de que había que robarlos porque quien hacía grafitis, la media de edad oscilaba entre los 12 y 15 años, entonces toda esa gente dependía de una paga de los papis y la paga era la que era semanalmente, aunque ahorraras meses, no podías comprar ni un bote. Entonces era imposible hacer grafiti en los 80 y principios de los 90 si tú no robabas los botes. Eso también forjaba una personalidad en los chavales. Y, además, lo hacías por amor al arte, a la cultura... Por eso el grafiti se crea de forma libre, de forma altruista, anárquica, dentro de un movimiento que también tiene sus normas y que, en definitiva, forja un modo de vida. Sin embargo, lo del arte urbano es distinto, sobre todo el actual. Incluso puedes ser un artista clásico y decir: lo que pagan por hacer un mural, nunca lo hice, pero igual merece la pena intentarlo. Eso se llama intrusismo y, efectivamente, hay muchísimo intrusismo ahora mismo y te haces artista urbano de un día para otro, simplemente con hacer una obra, tenga o no tenga calidad. Es lo que está pasando en muchos sitios, pero se nota mucho cuando se contrata a un grafitero, sobre todo si se contrata de la vieja escuela o lleva unos años de experiencia, a cuando se contrata a un artista urbano que no tiene una trayectoria.

CF

-¿Crees que las webs especializadas y plataformas como ‘Street art cities’ contribuyen a que se ponga en valor el arte urbano?

-Si hablamos de poner en valor, sí. No obstante, la pregunta que planteo es ¿llegarían de todas formas esos murales a la gente? Yo creo que hay multitud de formas de hacer que los murales se divulguen a nivel internacional. No solo por esas plataformas. Esas plataformas se crean como se crean otras, con un interés, pero puede ser un interés por divulgar cultura o no. Eso habría que preguntárselo a los creadores, como nace, quien las crea, si tienen vínculo con el grafiti o no lo tienen o, simplemente, son empresarios... Por tanto, depende mucho de quién haya creado esas plataformas para saber si lo ponen en valor.

‘El Séptimo Crío’, su firma

-Vas camino del cuarto de siglo con la firma ‘El Séptimo Crío’ ¿qué ha supuesto para ti la etapa con esta firma?

-Pues no había pensado que fuera tanto… Esta firma supuso ir de sorpresa en sorpresa. La primera gran sorpresa fue crearla, porque esa firma en la calle no tendría ni media hora de trayectoria. Es una firma excesivamente larga y para un grafitero no tiene sentido tener una firma tan larga. Yo la creo porque me empiezan a llamar para hacer cosas que antes no hacía, desde talleres hasta murales. Entonces, se me crea esa necesidad, tengo que abandonar mis firmas anteriores de calle y creo la de 'El séptimo crío', una firma completamente limpia con la que paso página hacia todo lo que vino después. No estaba dentro de los sueños de ningún niño, de ningún escritor de grafiti esto que ha pasado porque era impensable. Los grafiteros dábamos saltos de alegría cuando nos cedían una pared pagándolo todos nosotros, que nos dieran una pared en el casco urbano era un motivo para vacilar a nuestros colegas: ¡es que me cedieron una pared! Y ya cuando, posteriormente, nos empezaron a pagar los botes, ya era la bomba, era un orgullo tremendo, una especie de reconocimiento a lo que estabas haciendo pero fuera de tu círculo, era totalmente novedoso. Entonces digamos que fue sorpresivo para mí porque yo antes trabajaba en otra cosa y no tenía en mente que esto fuera a ser un modo de vida. Pero en 2007, por circunstancias laborales cambiantes, decido intentarlo en un mercado donde por aquel entonces aún no había demanda o había poquita demanda porque la gente no sabía que eso se pudiera hacer. Sí que puedo decir que yo y unos poquitos más creamos esa demanda y esa oferta y, reitero, que fue gracias a la empresa Montana y a algunas empresas más que impulsaron el grafiti con la ampliación de las cartas de colores, atendiéndonos para saber lo que necesitábamos en la calle. Por eso, a Montana, por ejemplo, la consideramos como parte de la cultura hip-hop.

-¿Te sientes reconocido por tu arte?

-Sí, popularmente muchísimo. Desde el minuto uno por el pueblo, por la gente más cercana... Por las instituciones y demás, también, pero digamos que aprendí cómo funciona el engranaje de la sociedad. Para mí, igual que la parte más pura del arte la encuentro en el grafiti y no en el arte urbano, la parte más pura de la sociedad la encuentro en mi vecino abajo, en el carnicero, la gente que me encuentro y que me para, y no en las galerías de arte o sentado en un despacho con el político equís. En la calle encuentro el reconocimiento real, el sincero... Se nota en los ojos de una persona cuando le gusta de verdad lo que haces o, simplemente, si tiene un interés que va más allá de que le guste o no lo que estás haciendo.

Crear más obra de la que se destruye

-De todas las obras que has pintado en todos estos años, ¿hay alguna especial para ti?

-No, y es por algo que nos pasa a todos los grafiteros y que supone otra de las diferencias entre un grafitero y un artista urbano o un artista clásico. Los grafiteros desde muy pequeñitos aprendemos a desprendernos de las obras. Punto número uno, regalamos lo que hacemos. Punto número dos, en cuanto lo regalamos la primera vez, ¿cuánto dura? ¿un día o dos? Si sabes emplazarlo bien, ¿una semana..? Y no sabes lo que duele que te prepares los bocetos, que inviertas todo el dinero que tienes, que vayas a pintar a la calle y que, a lo mejor, en dos días o una semana te lo tapen. Eso duele durante unos años, pero después de esos años aprendes que realmente el objetivo no es que perduren las obras que tu hagas, sino, y hablo en mi caso, crear más de lo que se destruye. Y ese es mi objetivo, así que acabas desprendiéndote de todo lo que haces, para mí no tiene ningún valor lo que hago. Y pintar un cuadro tampoco, lo que importa aquí es la difusión, la creación continua... Es el chip del grafitero.

-Pero hay obras que marcan un antes y un después, ¿no?

-A lo mejor un artista valora una obra u otra porque le marcó un antes y después y a partir de la venta de esa obra empezó a vender mucho más, porque le reconocieron pero siempre está el dinero ahí o está el reconocimiento como artista que en las élites siempre está basado en un alto grado en la especulación. Entonces, si casi todo lo mueve la especulación ¿qué hay de verdad en que tú seas bueno o malo dentro del mundo del arte? Cuando estuve en ARCO representando a la Casa Durán yo ahí vi como la frustración de los artistas de estar toda la vida remando para no llegar mientras las galerías hacen grandes negocios. Y hablo de grandes artistas, de gente muy buena técnicamente que, aunque estén en el lugar apropiado, no llegan. Yo por eso veo mucho más reconocimiento y más sincero en la calle, cuando te llama alguien y te dice, te quiero a ti, solo quiero que pintes tú en mi local. Lo veo muchísimo más sincero. No me veo como un producto que haya que impulsar mediáticamente.

-¿Cómo es la relación entre quienes os dedicáis al arte urbano? ¿Hay colaboración, piquilla por ver quien hace la mejor obra?

-Entre los grafiteros nos conocemos todos, aunque evidentemente, como en la vida, uno no puede tener relación con todos porque no hay tiempo y es mucha la gente que acabas conociendo. Respecto a la piquilla, es que la cultura hip-hop, el grafiti, es eso. Si no hay dinero y no compites por dinero, ¿por qué compites? Lo que queda es la calidad y la evolución del grafiti fue precisamente porque los críos querían ser los mejores, pero eso también sucede en el breakdance, en todo lo que sucede en la calle y, mira, el breakdance ha llegando a las olimpiadas por piquilla, acabaron siendo deportistas de élite por piquilla, no por dinero, y eso es lo bello de la cultura hip hop. Por tanto, una palabra que en principio podría resultar negativa, al final es muy positiva: la piquilla.

-¿Hay reivindicación en el arte urbano?

-Depende de cada individuo porque, recordemos, el arte urbano es una cuenta individual. Cada individuo hace lo que quiere con su negocio, está dado de alta en autónomos y es una empresa. Digamos que no es una cultura de grupo, no es una comunidad como el grafiti. Por lo tanto, a cada persona con la que hables te puede decir una cosa diferente.

Piquilla entre grafiteros

-Entonces, en el grafiti, que sí hay comunidad, ¿hay reivindicación?

-El grafiti, de partida, viendo cómo nace y cómo evoluciona, en principio no tiene mensaje, no es reivindicativo, sin embargo, el rap sí. De hecho, ha habido varios artistas raperos en la cárcel, y ha sido el único estilo musical que encarceló miembros y tiene uno en el exilio, como es Waltonic . Pero el grafiti no nace de esta forma. Digamos que nace de esa piquilla entre nosotros y evoluciona, primero con las letras, luego le acompaña un muñequito, que no podía evolucionar porque no había gama de colores, por lo tanto, se estancó en el cómic, en un dibujo muy básico con colores planos prácticamente, que evoluciona a partir del 94 por lo que dije anteriormente de la empresa Montana Colours. A partir de ahí evoluciona al realismo y, posteriormente, al colosalismo, que es lo que conocemos y lo que se hace en edificios, en grandes dimensiones. No obstante, es cierto que hay gente, y yo pasé una etapa, en la que todos mis murales los acompañaba con un escrito, sobre todo, antes de que internet fuera tan bestialmente masivo. Cuando las redes sociales e Internet colapsan las mentes de la gente, ya poco sentido tiene que tu hagas un mural con un escrito o con un mensaje. Me sigue gustando enviar mensajes, pero veo que la gente ya está harta de recibir mensajes por todas partes, aunque también considero que con la pintura se digiere mejor. Yo ya digo que lo hice y hay algunos grafiteros que lo hacen, unos puntualmente, a otros le marca una etapa, pero podemos decir que es residual.

-¿Se puede vivir del arte urbano hoy por hoy?

-Hace mucho tiempo que se puede vivir de ello y, de hecho, podría decir el nombre de escritores de grafiti que ahora son millonarios. No solo vivir, sino que hay gente en todo lo alto. Ahora el grafiti está en los mercados artísticos convencionales, en el mercado norteamericano o en el japonés, donde hay mucho cash, y ahí hay unos cuantos autores grafiteros que están triunfando en esos círculos y se hace mucho dinero. Estamos hablando de que gente que contrata diez o quince ayudantes y cada uno cobra dos mil y pico euros al mes, por tanto, ¿por cuánto estás vendiendo ese cuadro? Eso es a nivel internacional, pero aquí en Asturias también da para vivir porque el mercado demanda: el bar de la esquina puede querer arte en vez de vinilo, por ejemplo, porque es una forma de destacar tu establecimiento. Haces algo que no tienen los demás, otra cosa es la pregunta ¿cuándo va a colapsar esto del arte urbano? ¿cuándo va a ser algo tan cotidiano que deje de interesar? Porque al haber tanta demanda y cada vez más oferta, pues no sé... Pero ahora mismo la forma de destacar cualquier cosa es haciendo algo diferente y algo de calidad, y cuanta más calidad mejor.

-¿Te preocupa esto que dices de que pueda haber un momento en el que colapse?

-Por mí no, porque yo soy un trabajador. Yo para vivir trabajo, pero tengo múltiples opciones como cualquier otra persona. Tengo interés por vivir del arte, pero digamos que yo no soy mercenario, no voy a hacer cualquier cosa por destacar en este mundo. Yo vengo de la cultura hip-hop y esa cultura tiene ciertos valores, que es lo que intentamos promover en los niños. Va de eso: primero trabaja en disciplina, compite, hazte mejor persona, hazte mejor artista y si triunfas, genial, pero si todo se desmorona, está ahí en la fábrica o el trabajo de barrendero o lo que sea. Entrar en las círculos especulativos, no depende de que tú seas bueno o malo. En cuanto tienes claro eso, todas las respuestas están ahí, que triunfarás mientras ellos quieran que triunfes.

-¿Y tú quieres estar en ese círculo?

-Si me divierto, sí. Si hace que mi vida sea divertida sin pisotear a nadie, pues perfecto. La oportunidad de estar en determinados lugares, me encanta mientras me divierta, mientras no sea desagradable y yo no me sienta utilizado o haya alguna falta de respeto... De verdad que yo no estaré ahí para eso, no voy a pisotear a nadie. Por eso amo tanto el grafiti, porque es todo arte sin nada detrás, es tensión, es competición, es adrenalina... Y eso, una vez que lo vives, todo lo demás es superfluo. Y mi propósito es pintar bien y para ello cada vez me formo más, estudio y me esfuerzo día a día. Pero uno tiene que tener claro cómo funciona este sistema, y es un sistema capitalista que busca capital, hacer dinero rápido, fácil e inmediato. Y el arte lo proporciona, pero no quiero ser un engranaje y quiero pasármelo bien mientras dure.

-Y cuando pasas por ciudades o pueblos con arte urbano ¿cómo lo percibes? ¿cuál es tu sensación cuando ves todas esas obras en muros o fachadas?

-Ahora mismo, la mayor parte de lo que veo me parece arte y cultura, y mientras sea buen arte y buena cultura, transmite, transmite sentimientos, a veces remueve, cuando vas por una ciudad, ves una obra y hace que te pares y la observes, sobre todo yo, que soy muy crítico y estoy en un punto pictórico que puedo pintar cualquier cosa que pueda ver en una imagen. Cuando tú ves una foto en un libro, yo estoy pensando en cómo se plasma eso. Entonces, cuando veo una obra estoy pensando en cómo la ejecutó y lo estoy viendo aunque no lo haya presenciado. Entonces lo veo positivo. Otra cosa es que yo busqué otra cosa. Miro los murales y me encantan, pero automáticamente yo me voy al extrarradio, me voy a las vías del tren, me voy a las naves abandonadas y busco grafiti y busco obra de las personas anónimas. Esos trazos rudos del que está aprendiendo, me encantan, toda esa parte tosca, sucia... Me gustan muchísimo esos espacios abandonados. Todo eso me transmite infinitamente más que cualquier mural que yo pueda ejecutar en un edificio. En los 90 había poco arte urbano en comparación con todo el grafiti que había, pero es que ahora mismo arte urbano en la calle libre, que no sea el muralismo, hay mucho menos y, sin embargo, muralismo arte urbano está por todas partes. El arte urbano está donde le paguen. No ves una plantilla por la calle o un nombre que se vaya repitiendo que lo haga de forma altruista, no hay. Antes había poco, pero ahora parece como que no hay, parece que no quieran destacar en la calle antes de lanzarse a esos círculos, quieren, directamente, ir a triunfar, a ganar dinero, y canta mucho. El grafiti está en todas partes, la parte que no gusta, la invasiva, la de destrucción, pero mientras sigamos viendo grafiti por las autopistas o en los trenes, será sano, porque eso que vemos ahí, es la escuela, es la universidad del grafiti. Es imposible que alguien, directamente, vaya a pintar un mural sin tener una trayectoria, sin estudiar las grandes dimensiones, sin estudiar los espacios... Por eso la mayoría de los artistas urbanos no utilizan el spray, porque no saben usarlo, porque no tienen controlada la técnica del spray, entonces van con los rodillos. Es muy fácil distinguir un grafitero de un artista urbano porque casi ningún artista urbano usa el spray.