El duro testimonio de un asturiano despedido tras sufrir covid persistente: «Me sentó como una puñalada trapera»
ASTURIAS
El langreano Manuel Garaboa, de 51 años, lleva tres años y medio luchando contra esta patología que ha limitado por completo su día a día. En el momento en el que presentó el parte de baja porque «ya no podía más con la vida», la empresa para la que trabajaba decidió prescindir de sus servicios. Ahora está pendiente de que le llegue una carta del INSS para saber si debe reincorporarse al mercado laboral. Confía en que no sea así, puesto que no está en condiciones para ello
13 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Manuel Garaboa empezó un día de noviembre del 2020 a encontrarse mal. Le dolía todo el cuerpo y además sudaba en frío. Decidió ponerse el termómetro para saber cuál era su temperatura corporal. Marcaba 40 grados. Como «nunca antes había tenido fiebre» fue directamente al servicio de Urgencias del Hospital Valle del Nalón. Allí le hicieron una prueba PCR que arrojó al día siguiente un resultado positivo en coronavirus. Dado su estado de salud, fue ingresado. «Tan solo tenía un 50% de oxígeno en sangre», asegura. Durante dos semanas recibió todos los cuidados necesarios hasta que consiguió recuperarse de una neumonía bilateral. Le dieron el alta hospitalaria y regresó a su casa sin imaginarse que a partir de ese momento su vida iba a cambiar para siempre. El covid se volvió persistente y, por tanto, aunque ya han pasado más de tres años, los síntomas siguen presentes en su día a día.
Esta enfermedad ha limitado por completo su vida hasta el punto de que su futuro penda de un hilo. Debido al long covid la empresa para la que se empleaba como camarero decidió prescindir de su trabajo. «Aunque estaba de baja laboral pudieron justificar mi despido», asegura a sus 51 años este vecino de La Felguera, en Langreo. Por suerte, al haber cotizado durante «muchos años» a la Seguridad Social recibe una pensión por estar al paro pero esta, asegura, no le da casi para llegar a fin de mes. Mientras que cuenta hasta el último céntimo para hacer frente a los gastos, está pendiente de que le llegue una carta del INSS para saber si debe reincorporarse al mercado laboral. Confía en que no sea así puesto que no está en condiciones para ello.
A los dos meses de recibir el alta hospitalaria tras recuperarse de la neumonía bilateral, Manuel empezó a sentirse muy cansado. También comenzó a tener la sensación de que le faltaba oxígeno. En ese momento decidió ir al médico, donde le hicieron las correspondientes pruebas, pero para su sorpresa «todo estaba bien». Con el tiempo empezó a perder la memoria, a trabarse a la hora de hablar y a tener incluso fuertes dolores de cabeza.
Cada vez que le aparecía un nuevo síntoma acudía a su médico de cabecera, quien decidió derivarlo a medicina interna para saber qué le estaba pasando realmente. Y mientras que iba de un especialista a otro, Manuel se incorporó a su puesto de trabajo. El establecimiento hostelero para el que trabajaba volvió a abrir sus puertas tras rebajarse las restricciones sanitarias impuesto por aquel entonces para frenar la propagación del coronavirus en la región. Como trabajaba a «turnos pequeños», estaba a media jornada, prefirió aguantar y no sacarse la baja.
«Con muchos dolores» y yendo cada dos por tres a Urgencias para que le administrasen la medicación por vena para que le hiciese pronto efecto, Manuel se presentaba cada día a su puesto de trabajo. A duras penas atendía a los clientes, mientras que en su cuerpo florecían cada vez más y más síntomas. Empezó a tener temblores en las manos, a perder el tacto, a molestarle todo tipo de ruidos y a padecer incluso nieblas mentales. Todo ello sumado al cansancio que arrastraba, a la falta de oxígeno y demás indicios con los que llevaba conviviendo desde hacía meses.
Despedido por sacarse la baja
En el momento que la situación sanitaria mejoró y se pusieron fin a las restricciones el langreano pasó de trabajar media jornada a jornada completa. Al tener doble carga de trabajo y no mejorar ni un ápice su estado de salud, en agosto del 2022 se vio obligado a sacar la baja laboral. Cuando se presentó en la oficina para entregar el correspondiente parte médico a la empresa que lo empleaba esperaba recibir todo el apoyo de sus jefes, pero nada que ver con la realidad. Le dijeron que «no podía seguir así» y que le iban a «despedir».
La noticia cayó como un jarro de agua fría sobre Manuel. «No es por presumir, pero soy una persona que me implico mucho en mi puesto de trabajo, miro por el negocio como si fuese mío. En otros sitios eres un número, cuando no vales, no vales, pero viendo que estuve un año entero arrastrándome para ir a trabajar y que no lo tuvieran en cuenta… que me lo dijeran dos o tres meses más tarde de sacar la baja vale, pero sin haber pasado una semana… me sentó como una puñalada trapera», asegura.
En el momento que recibió los papeles del despido, Manuel optó por no firmarlos y, antes de hacer nada, presentó al sindicato los mismos para ver qué le decían. «Allí me dijeron que los firmara, porque era más el daño que me iba a causar todo esto que los beneficios que iba a recibir, porque realmente no iba a sacar nada, entre que salía el juicio y no, ¿de qué iba a vivir?», cuenta. Decidió, por tanto, rechazar la opción de demandar a la empresa y dio el visto bueno a la liquidación.
Más síntomas que limitan su vida
El langreano se quedó sin trabajo y por si fuera poco a los síntomas que ya tenía se le sumaron nuevos. Comenzó a tener episodios de desubicación. «Hay veces que me paro en seco y estoy unos segundos quieto hasta que me doy cuenta de donde estoy y qué es lo que estoy haciendo», detalla. Es por este motivo que, aunque le gusta mucho el cine, no puede ver películas porque se pierde viéndolas. Tampoco puede leer porque cuando se da cuenta no sabe lo que leyó.
Hay síntomas que al igual que vinieron se fueron. Durante una temporada Manuel sentía «mucho» calor en sus piernas. «Era la misma sensación que cuando coges una olla o una sartén caliente y te quemas», cuenta antes de señalar que la primera vez que le pasó estaba durmiendo en su cama y se levantó sobresaltado pensando que se le estaba quemando la casa. Tuvo también episodios de estar sentado y no poder levantarse. «No por dolores, sino porque no me funcionaban las piernas, era como si estuviera inválido», relata.
«Lo más desesperante de esta enfermedad es que haces pruebas y pruebas pero todo está bien»
Mientras florecían nuevos síntomas y desaparecían otros tantos, Manuel se pasó meses y meses yendo de especialista en especialista para ver qué le pasaba realmente. Del médico de cabecera pasó a medicina interna, después a neurología y hasta fue a salud mental. Los facultativos que le atendieron llegaron a la conclusión de que tenía covid persistente pero realmente en los informes figura únicamente que es probable que tenga esta enfermedad. «Entonces, ¿lo tengo o no lo tengo? Eso fue lo que le dije a un médico y me dijo que sí», señala.
En ese momento, cuando «al fin» pusieron nombre a su enfermedad, empezó a respirar tranquilo. «Lo más desesperante de esta enfermedad es que haces pruebas y pruebas, pero todo está bien. Llega un momento en el que deseas tener una enfermedad chunga, porque así por lo menos sabes que vas a tener un tratamiento. El único tratamiento que tenemos nosotros es para calmar los dolores», implora.
Para poder mejorar llegó incluso a gastar sus ahorros en aquellas terapias que le recomendaban los médicos y que «no estaban cubiertas por la Seguridad Social». Pero, «de todo lo que hice no me valió para nada, lo único que me sirvió un poco fue la terapia respiratoria, que sí noté que podía respirar un poco mejor», reconoce.
«Desde que empezaron los síntomas cada día tengo alguno»
A día de hoy, Manuel está «algo mejor», pero no se ha recuperado al cien por cien. Y no tiene pinta de que eso suceda, por lo menos a corto plazo. «Desde que empezaron los síntomas, cada día tengo alguno. Si no son migrañas, tengo las manos que se vuelven locas o no me aguanto de dolores», asevera. Es por ello que el langreano debe luchar «a diario» contra unos síntomas que han limitado por completo su vida.
«El día a día me cuesta muchísimo. En mi casa tengo pegados papeles por todos lados para marcarme una rutina. El teléfono me suena cada dos por tres una alarma para acordarme de ciertas cosas tan básicas como comer porque si no me acuerdo puedo llegar a las 8 de la tarde y no lo hice», cuenta.
¿Volverá a trabajar?
Dado su estado de salud —ni siquiera tiene fuerzas para hacer nada— Manuel es consciente de que no está capacitado para volver a desempeñar correctamente su trabajo. Por el momento está a la espera de que le llegue una carta del INSS para ver si le han concedido la incapacidad laboral o no. Pero, «viendo las respuestas que le están dando a mis compañeros, seguramente me den el alta».
«No quiero que me jubilen, al contrario, estoy deseando trabajar por varios motivos. Para empezar, eso significa que estoy bien, pero, por otro lado, lo necesito por tema económico. Estoy cobrando una paga de 870 euros y, como vivo solo, tengo que sufragar yo todos los gastos. Tengo que pagar la letra del coche, la letra de la casa, luz, agua, alimentación, medicación… y hubo meses que tuvieron que ayudarme, porque si no, no llegaba a fin de mes», reconoce.
Es por ello que, al menos, busca que se le reconozca una incapacidad temporal. «Es que si tengo que ir a trabajar, ¿qué hago? ¿voy tres días y luego saco la baja? ¿engaño a quien me contrate? Es que claro, es todo muy complicado», señala Manuel, antes de apuntar que «no me pueden dar el alta cuando me está costando el día a día».
«La sociedad te hace replantearte si realmente tienes un problema»
En esta lucha contra esta enfermedad que ha limitado por completo su vida, Manuel Garaboa cuenta con el apoyo incondicional del colectivo Covid Persistente de Asturias. La entidad sin ánimo de lucro sigue centrando sus esfuerzos en visibilizar y denunciar la situación en la que se encuentran tras estos casi tres años miles de asturianos. A día de hoy tienen registradas a unas 200 personas, pero «sabemos que hay muchas más y también queremos darles voz». Cualquier persona con secuelas prolongadas del covid-19 que no forme todavía parte de la asociación puede ponerse en contacto a través del siguiente correo electrónico: covidpersistenteasturias@gmail.com.
Para el langreano, al igual que muchos pacientes de long covid, formar parte de la entidad es también un alivio. «Aparte de la gran labor que hacen, te sientes comprendido. La gente cuando ve a una persona escayolada o con muletas la entiende, pero nosotros como físicamente no nos ven nada, no comprenden lo que nos pasa. La sociedad te hace replantearte si realmente tienes un problema; llega incluso un momento en el que piensas que te lo estás inventando, pero no. Al hablar con los compañeros del colectivo te das cuenta de que no eres el único y que realmente pasa algo», asegura.
Manuel lamenta que la enfermedad se haya además convertido en un tema tabú. «Da igual que digas coronavirus que covid persistente que la gente ya no quiere oír hablar de ello. Fue salir del confinamiento y ya quedó en el olvido», implora. Una situación que también se da dentro del colectivo médico. «Una vez fui a Urgencias y cuando dije lo que tenía, inmediatamente, uno de los sanitarios que estaba allí fue corriendo a coger una mascarilla FPP2 para que me la pusiese, cuando esto realmente no se contagia», cuenta, antes de clamar porque se les escuche y se les tenga en cuenta: «Somos muchas personas afectadas».