La hemeroteca recoge la publicación del entonces ministro de Información y Turismo en respuesta a los intelectuales que denunciaban la represión en las cuencas mineras
18 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Se fue Anita Sirgo emocionando a las cuencas mineras y gentes de toda España, que recordaron su compromiso, en el funeral celebrado esta semana. En ese recuerdo no faltó la memoria de las detenciones y malos tratos que padecieron los protagonistas de La Huelgona, el primer paro laboral que se enfrentó a la dictadura franquista, y que llamó la atención de la comunidad internacional, hizo escribir manifiestos, inspiró canciones y hasta un dibujo de Picasso.
Esa lumbre de Asturias preocupó al régimen y quien debía dar respuesta era el a la sazón ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, que publicó una carta abierta a la misiva que habían distribuido varios intelectuales (entre ellos Vicente Alexandre, Pedro Laín Entralgo o Buero Vallejo) sobre la preocupación por la dura represión ejercida en las cuencas mineras. En los funerales de Sirgo se recordó a menudo cómo se había quedado sorda de un oído por los golpes recibidos en la comisaría para que delatara a sus compañeros (no lo hizo), y el hecho de que le cortaran el pelo para humillarla. Hay fotografías de la Sirgo joven con el cabello muy muy corto, que dan fe de ese hecho.
Sin embargo, es uno de los asuntos de los que se burla Fraga en su respuesta al manifiesto de los intelectuales, e incluso hace chistes diciendo que se trata de una «tomadura de pelo».
Las palabras de Fraga son bastantes crueles, define a Sirgo como «hija de un bandolero muerto por la fuerza pública [su padre fue capitán republicano en la Guerra Civil y luego formó parte del maquis en el monte] que tanto en estos como en anteriores conflictos trata de impresionar a las mujeres de los mineros y convertirlas en elementos contendientes que coaccionen a los que pretendan volver al trabajo». Es conocida también la práctica de Sirgo y otras mujeres de lanzar maíz a los esquiroles para llamarles gallinas.
Sobre el que de que le cortaran el pelo, tanto a Sirgo como a Constantina Pérez, Fraga empieza diciendo que «parece posible que se cometiera esa arbitrariedad» aunque luego afirma que «acto que de ser cierto sería realmente discutible, aunque las sistemáticas provocaciones de estas damas a la fuerza pública la hacían más que explicable».
Es que aquí cuando Fraga se lamenta de que los cortes de pelo hayan servido al final para llamar la atención sobre la represión y lamenta la «ingenuidad» de los agentes; lo dice de esta manera: «Es claro que la atención que dicha circunstancia provocó en torno a sus personas en manera alguna puede justificar una campaña de truculencias como la que se orquestó» (Fraga sostiene en su artículo que la huelga en Asturias forma parte de una conspiración internacional) y añade que «vea por tanto cómo dos cortes de pelo pueden ser la única apoyatura real para el montaje de toda una 'leyenda negra' o 'tomadura de pelo', según cómo se mire».
La Huelgona arrancó en abril, con demandas salariales y laborales, y se extendió por dos dos meses, los mineros volvieron al trabajo a principios del mes de junio de 1962. El balance fue de 356 detenidos y una tensión latente, un conflicto que no se había acabado de resolver, la etapa de mayor «insolencia e indisciplina laboral de la historia de la minería española», según dijo entonces la patronal.
En su texto de respuesta a los intelectuales, Fraga los considera manipulados y afirma que «son utilizados al servicio de una campaña política, voluntaria o involuntariamente, con desprecio del prestigio de su condición y como meros peones en un tablero de juego cuyos tácticos permanecen al margen o están infiltrados entre los mismos. Esto ha sucedido muy frecuentemente en la historia política, y usted lo sabe tan bien como yo. Como también sabe que el comunismo tiene en su estilo de actuación una predilección por tales métodos».