El socialista ha logrado aprobar las cuentas año a año bajo sus presidencias en muy distintas circunstancias
10 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Salvo sorpresa de última hora, el presupuesto de Asturias para el año próximo parece que está encarrilado: el gobierno de coalición (entre PSOE y Convocatoria por Asturias) reúne en la Junta General 22 escaños: sólo a uno de la mayoría absoluta y el de Covadonga Tomé (diputada, suspendida temporalmente por Podemos) parece que la garantiza tras verse reflejada en varias iniciativas del proyecto. El Ejecutivo autonómico aspira también a ser capaz de seducir al otro diputado del Grupo Mixto, a Adrián Pumares, de Foro Asturias, que no parece tan convencido pero cuyo respaldo lograría reunir una mayoría muy amplía en la votación.
De salir aprobado este presupuesto, el presidente asturiano, Adrián Barbón podrá colgarse una medalla con un cierto mérito porque habrá encadenado cinco cuentas autonómicas, sin tener que recurrir a ninguna prórroga. Cinco presupuestos vigentes como cinco aros olímpicos después de un tiempo, el de las convulsas legislaturas que siguieron a la Gran Recesión en el que las prórrogas fueron una constante y los acuerdos casi imposibles de alcanzar.
Pero no así en el pasado mandato y todo ello a pesar de ser el periodo con una mayor división de grupos en la cámara autonómica, hasta siete formaciones con representación parlamentaria -PSOE, IU, Podemos, Foro, PP, Vox y Ciudadanos- que además se fueron fragmentando aún más por particiones y expulsiones.
El primer proyecto de presupuestos al que tuvo que enfrentarse Barbón fue el de 2019, contaba con 20 escaños del PSOE y pronto dos de IU con quien se había llegado a un acuerdo de investidura. En la búsqueda del tercer respaldo -y con la norma explícitamente declarada que aún mantiene, de no negociar con Vox- el presidente tendió la mano especialmente a Ciudadanos, entonces siendo Laura Pérez Macho su portavoz. Los naranjas de Asturias cerraron un acuerdo que recogía varias de sus propuestas y se disponían a votar el pacto cuando desde la cúpula del partido en Madrid, sin que llegaran a explicarse claramente los motivos, vetó esta posición y obligó a los asturianos a desdecirse del acuerdo. El presupuesto salió adelante en todo caso porque la diputada naranja Ana María Coto desoyó a la dirección nacional, se abstuvo, renunció a su escaño y volvió a su puesto en la Universidad de Oviedo.
El segundo presupuesto de Barbón, en diciembre de 2020, es único en la historia de Asturias: salió adelante con el respaldo de todos los grupos de la cámara con la excepción de PP y Vox y durante mucho tiempo los dirigente socialistas lamentaban sinceramente en privado que los populares no hubieran sabido resistir esa tentación de desmarcarse atenazado, a su juicio, por la extrema derecha. Ese amplísimo acuerdo fue posible porque ocurrió en un invierno único, el primero de la pandemia, con la sociedad asturiana conmocionada por el dolor de las muertes causadas por el covid y el terrible impacto económicos de los confinamientos. En esos acuerdos iba la perspectiva de fondos reconstrucción y líneas de ayudas y una mayoría enorme del parlamento dejó de lado sus diferencias para aprobarlo.
Y partir del tercero es donde se empieza complicar la historia y la aritmética variable del parlamento asturiano empieza a enredarse como una saga islandesa. Las cuentas para el año 2022 salieron con el apoyo del PSOE, de nuevo con IU y con cuatro votos de los cinco que tenía Ciudadanos. En los naranjas el discrepante fue Armando Fernández Bartolomé (no pierdan de vista este nombre) que ya entonces empezaba a ser señalado por el resto del grupo controlado por Sergio García en una lucha interna que había terminado con la dimisión de Laura Pérez Macho, que abandonó la política tras denunciar en vano que buena parte de la dirección de Ciudadanos en Asturias estaba preparando su salto al PP. Pérez Macho había sido la encargada de negociar el primer acuerdo, el primer año de legislatura, que luego fue vetado desde Madrid a instancias del mismo grupo que estaba cerrando el de este tercer año. Y no es la única paradoja de esta historia.
Aunque ese presupuesto salió con el respaldo de IU lo hizo no sin tensiones porque la coalición interpretaba que las concesiones que estaban sacando los naranjas eran excesivas y además particulares, abiertamente señalaban que el grupo de Ciudadanos estaba trabajando como un lobby de la Cámara de Comercio de Oviedo dentro del Parlamento. Fernández Bartolomé no lo dijo así en esa ocasión y explicó su abstención porque no había participado en modo alguno en las negociaciones, pero lo diría al año siguiente.
Porque si Pérez Macho terminó por dimitir, Fernández Bartolomé terminaría expulsado del grupo parlamentario en la recta final de la legislatura. Pero lo cierto es que fue una pésima jugada estratégica por parte del grupo encabezado por Sergio García (que efectivamente como denunciaban sus adversarios terminó en el PP). De cara al último año de la legislatura y en vísperas de las elecciones, Ciudadanos -ya en abierta descomposición y muy identificado con posturas de derecha) se preparaba para dejar al gobierno socialista sin capacidad de aprobar las cuentas pero con la expulsión del diputado díscolo les regaló el escaño que les bastaba para sumar la mayoría absoluta con IU, una vez más.
Y de hecho así fue, el esquema se repitió con la suma de los 20 diputados del PSOE, los dos de IU y la suma del 23 gracias al grupo mixto donde se había enviado a la fuerza a Armando Fernández Bartolomé. En aquel grupo de Ciudadanos estaba Manuel Cifuentes, que hoy está en la Junta General pero en la bancada del PP; también Sergio García, que hoy es asesor del Ayuntamiento de Oviedo dando el salto al PP de la mano nada menos que del propio Ex Coordinador de Ciudadanos en Asturias, Ignacio Cuesta; y el exconcejal naranja en Oviedo, José Luis Costilla, también fue acogido por el PP esta legislatura en el parlamento asturiano.
El reverso de esta saga islandesa es el caso de Podemos, que salvo en la pandemia, tampoco llegó a cerrar un acuerdo más allá de la abstención la pasada legislatura y que vivió su propio proceso de descomposición hasta una ruptura abierta en el presente. Podemos Asturies nació como una fuerza muy enfrentada a la FSA y es algo lógico dentro de su propia idiosincrasia al haber sido el Principado gobernado por el PSOE durante la mayor parte de la democracia, pero también vivió sus contradicciones.
Esta postura, que resultaba fácil de mantener con al anterior presidente, Javier Fernández, dejó de ser tan sencilla desde el momento en que Podemos a nivel nacional entró a formar parte del Ejecutivo de Pedro Sánchez la pasada legislatura. La postura de enfrentamiento en Asturias chocaba con la colaboración en Madrid en múltiples ámbitos y los roces crecieron dentro de la organización también.
Hubo dos primarias consecutivas, una por la secretaria general (que Sofía Castañón le ganó a Daniel Ripa) y otra por la candidatura en las autonómicas (que ganó Covadonga Tomé, enfrentada al equipo de Castañón). Es también esta una larga historia de sanciones, expulsiones, denuncias cruzadas de fraude.
Tomé tomó posesión de su escaño ya muy enfrentada a la dirección del partido y, de hecho, jugó con la idea de abstenerse en la investidura de Barbón cuando la cúpula de Podemos Asturies apostó por respaldar la primera votación, lo que finalmente hizo la diputada. Pero esto no impidió que la escalada de choques continuara hasta su suspensión de militancia actual.
Y es así que Tomé ha ido a la negociación presupuestaria con su propio equipo, uno distinto al que reconoce la dirección del partido. Pero el escaño en nuestra legislación pertenece al diputado, no a su grupo. Paradójicamente, Tomé, que viene del ala más enfrentada al PSOE entre los morados será probablemente quien haya llegado a un acuerdo más sencillo.