
Cuando los niveles de estudios de la unidad familiar son mas bajos y cuando la renta es menor, la obesidad se duplica
04 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.La población asturiana está entre las que más sufre el sobrepeso de España, advierten los nutricionistas. Los datos del estudio realizado por el Centro Nacional de Epidemiología (Instituto de Salud Carlos III) y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición reflejan que un 11,2% de los niños y niñas asturianos tienen obesidad, y un 25,1%, sobrepeso. Que el 35,7% de la población infantil esté por encima de los índices recomendados es una cifra poco halagüeña. El País Vasco, por ejemplo, una región que tiene muchas similitudes con Asturias, tiene tan solo un 2,9% de obesidad infantil, y el porcentaje total de niños que superan los índices recomendados está en el 25,1%. Por otra parte, en Asturias el porcentaje de niños con el peso por debajo de los índices recomendados no es excesivo: un 3,8%.
¿A qué se puede debe esta cantidad de niños con sobrepeso? Como explica el presidente del Colegio Profesional de Dietistas Nutricionistas de Asturias, Luis Fechoso, se trata de «un problema multifactorial; es muy difícil determinar que se produce por un motivo exacto; hay motivos económicos, sociales, de estrés, etcétera».
En este sentido, la dietista-nutricionista Verónica Sánchez señala que hay un estudio que incide en el factor sociodemográfico del problema: «Se ve que cuando los niveles de estudios de la unidad familiar son mas bajos y cuando la renta es menor, la obesidad se duplica», y también cuando los progenitores son desempleados o trabajan a tiempo parcial el exceso de peso aumenta. Y si alguno de los adultos tiene obesidad, los menores tienen mayor probabilidad de tenerla.
Habría que estudiar, según Sánchez, «si se trata de falta de enfoque por parte de esta población o si tiene dificultad en el acceso a cierto tipo de comidas, porque la cesta de la compra ha subido y los productos saludables, también; pero también está la falta de tiempo, de poder recurrir a ciertos alimentos que llevan un tiempo más de elaboración: es necesario ahondar un poco más en eso».
También hay una correlación con el tipo de comedores escolares al que acceden los menores. En aquellos que tienen cocina propia la prevalencia de obesidad es menor. La nutricionista propone dar más acceso a frutas y verduras a poblaciones con menos renta, limitando el acceso a alimentos procesados, y facilitar la actividad física». Con instalaciones deportivas en buenas condiciones es más probable que los menores se ejerciten más.
Dispositivos electrónicos
Hay también una correlación entre la presencia de dispositivos electrónicos en la habitación de los menores y la obesidad. Esto podría parecer paradójico, porque las familias con más recursos serían las que más dispositivos tienen, pero en realidad no tiene por qué ser así, ya que muchas veces se trata de prioridades de las unidades familiares, que a pesar de las rentas bajas a veces gastan sus recursos en tecnología muchas veces innecesaria, y también está el hecho de que las familias con más recursos podrían tener más propensión a la actividad física, con su participación en clubes deportivos o grupos en torno al deporte.
Por otra parte, Verónica Sánchez señala un factor que puede ser clave: que las propias familias tengan una percepción errónea del peso de los menores; muchas subestiman el exceso de peso, que no lo ven como algo problemático. «Y si tú no lo percibes como tal, no pones medios para solventarlo».
Pasar a la acción
En el sobrepeso influye, obviamente, la alimentación, pero también es un factor muy importante el sedentarismo, la falta de ejercicio físico. Por eso, la nutricionista considera un error centrarse solo en que los menores estudien y no tanto en que practiquen un deporte. Porque el deporte no solo influye en el peso corporal y la salud física. «Practicar un deporte mejora la capacidad cognitiva y la concentración, hay que invertir ese tiempo en la actividad deportiva», subraya. Y los propios adultos podrían buscar también un hueco para practicar ellos mismos. Una buena idea sería aprovechar el tiempo en que esté el menor haciendo deporte. De esta manera, además, se asientan unos hábitos familiares que pueden ser muy saludables y satisfactorios para todos.
Respecto a la alimentación, el primer paso es consumir lo menos posible alimentos procesados. Verónica Sánchez recomienda para después del deporte comer frutas, frutos secos o bocadillos saludables (jamón de york con un porcentaje alto de carne, queso o embutido magro); incluso comer una tostada con mermelada es más recomendable que la mayoría de la bollería y los productos procesados que hay en el mercado.
Para lograr estos y otros nuevos hábitos alimentarios, es necesario educar el entorno familiar con cursos de cocina, talleres para diseñar menús saludables, etcétera. Esta educación es importante, también, desde el punto de vista económico. Hace unos años, nutricionistas asturianos hicieron talleres en colegios en los que se analizaron los costes del menú de cada día. Se demostró que si se eliminaban los alimentos superfluos como refrescos, bollería, etcétera, el coste del menú saludable era más barato. «La claves es organizarlo bien para que te salga rentable; requiere un poco de tiempo y planificación».
Tomar refrescos a diario es uno de los hábitos que habría que desterrar. No hay ningún problema si se toma en fiestas o en ocasiones especiales. Sí lo hay si se toman a diario. Siempre será mucho mejor el agua. Ni siquiera son recomendables los llamados «zero», que no contienen azúcar, porque «desequilibran el consumo de mineral que tienes y al utilizar edulcorantes, educan el paladar a sabores cada vez más dulces». La nutricionista insiste en que «comer sano no implica lechuga y pollo a la plancha; puede ser un guiso o incluso unos nuggets bien hechos y horneados». Y están también los cocidos, que suelen ser una buena opción.
Uno de los caballos de batalla de la educación nutricional es la actitud compulsiva de algunos niños hacia la comida, que puede llegar a ser problemática. Esta parte emocional hay que tenerla muy en cuenta. Porque no se trata solo de lo que comen sino de la actitud que tienen hacia la comida. «Es posible que sea el momento más agradable o más estimulante del día para ellos, por la razón que sea; y también hay que ver si hay una emoción distinta, como ansiedad, que le esté provocando esa actitud», sostiene Verónica Sánchez. A veces, es posible que salga de una tarea que no le gusta demasiado y comer supone un estímulo muy fuerte y que le gusta mucho. Lo ideal sería que encontrase otros estímulos igual de satisfactorios distintos de la comida, para ayudar a que no esté centrado todo el tiempo en comer. Y darse cuenta, en todo caso, de que «los críos tienen sus emociones y están aprendiendo». Quitarles sin más la comida cuando no se sienten llenos o reñirlos por comer demasiado puede ser contraproducente.
Educación
Luis Fechoso aboga por establecer pautas correctas de «educación infantil en colegios, institutos y guarderías, con comedores escolares bien establecidos, y con profesionales que intervengan». Y también tener cuidado con la publicidad de alimentos enfocada al público infantil, e incluso prohibir ciertos tipos de productos al público menor de edad. Algunos juegos, incluso, pueden tener una parte perversa y promover unas conductas alimentarias poco recomendables. Es el caso, explicaba Fechoso, de un juego para niños en el que se asociaban las jugadas con las cartas a comer en exceso, a engordar y a hacer ejercicio para bajar la comida. Esta manera de ver las cosas tan simplificada puede acarrear trastornos de la conducta alimentaria.
Tanto para niños como para adultos, Fechoso cree que, salvo casos excepcionales, la tendencia va cada vez más a olvidarse de dietas estrictas y rápidas y fomentar «la adherencia a una alimentación sostenible; prohibir o restringir no lleva a un comportamiento o un aprendizaje; se trata de aprender cómo manejarse con la alimentación, hay mucha parte psicológica».
Por último, sostiene que, más que prohibir o dirigir de forma estricta, «hay que tratar de informar, y después cada persona es libre de hacer lo que quiera con lo que se lleve a la boca; hay que dar información y oportunidades», concluye.