Las dos vidas de Adela Omid: «Salí llorando de mi país. Si quedaba allí me mataban»

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

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Adela Omid
Adela Omid

La joven afgana, refugiada en Asturias con su madre, tuvo que huir tras la vuelta al poder de los talibanes en agosto de 2021. Recuerda su país con «el corazón lleno de dolor» y alberga la lejana esperanza de volver algún día

20 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Adela Omid (Ghor, 1999) era antes de agosto de 2021 una estudiante que trabajaba en prensa, tenía novio y disfrutaba de sus amigos y la cercanía de su familia. Todo eso cambió con la vuelta al poder de los talibanes a Afganistán, que en apenas unas horas le dieron un vuelco a su vida, prácticamente partiéndola en dos. Junto a su madre enferma tuvo que huir y desde entonces reside en Asturias, en concreto en Gijón, donde estudia un curso de la rama sociosanitaria en una escuela taller. Su deseo es volver a su país algún día, aunque no lo ve sencillo.

Reconoce que antes del retorno de los talibanes tenía una «vida normal», en la que «podía ir a trabajar, estudiar, conducía mi propio coche, podía hablar con mis compañeros, tenía amigas y amigos, viajaba sola siendo chica…».

Hoy, especialmente siendo mujer, hacer eso en Afganistán «es imposible». Adela Omid pertenece a la etnia hazara, cuyos integrantes «tienen más libertad».

Reconoce que vivió «muy mal» el retorno de los talibanes, ya que «no imaginaba nunca lo que iba pasar». En  agosto de 2021 «trabajaba en una radio, leía las noticias, tenía unos programas y le decía a mi mamá que nunca iba a ocurrir lo que finalmente pasó».

Insiste en que «día tras día» presenciaron como los militares entregaban casi sin resistencia cada ciudad a los talibanes. «El gobierno de Afganistán nos vendió», admite con tristeza.

Adela fue una de las apenas 2.000 personas a las que España pudo evacuar del país. Explica que el 15 de agosto se encontraba escondida en casa de su tío, en Ghor, «lejos de la capital». «No imaginaba que iba a caer mi país», reconoce.

El 17 de agosto recibió una llamada de su hermano a las 2 de la noche, en la que le comunicó que militares de España podían prestarle ayuda para salir de Afganistán. A las 7 de la mañana emprendió el viaje, hizo noche en otra ciudad, llegó por la mañana a la capital, Kabul, y esperó «tres días».

«Nos llegó un correo que nos decía que teníamos que estar por la mañana en una puerta concreta del aeropuerto. Entonces, a las 7.30, fui allí con mi mamá y mi hermano», recuerda.

Cuando se le pregunta por lo que vivió aquel día es clara: «No lo voy a olvidar nunca, fue un día negro de mi vida». En su huída se rompió una costilla, pero fue testigo de la manera en que gente, «incluso niños», con la que había estado minutos antes fallecía aplastada o asfixiada.

«Salí llorando de mi país porque me obligaron a marchar. Si quedaba allí me mataban», sentencia. Y es que tanto su padre, fallecido, como su hermano eran militares. Su hermano mayor trabajó tanto con los estadounidenses como con los españoles y, además, su familia es de la etnia hazara. Todo eso suponía prácticamente una sentencia de muerte para su familia al completo.

De hecho no duda en calificar de «genocidio» lo que los talibanes están poniendo en práctica con gente hazara que ha permanecido en Afganistán. Se le llena de angustia la voz al recordar como en octubre de 2022 los talibanes mataron «a once personas, cinco de ellas niños de apenas dos años», con la excusa de que eran «terroristas y llevaban pistolas».

Reconoce que tiene «el corazón lleno de dolor» al recordar Afganistán, donde siguen sus tíos y tías. Algunos de sus hermanos están refugiados en Irán y una hermana vive en Nueva Zelanda.

Tras tres días y dos noches en Madrid, miembros de Cruz Roja de Asturias fueron a su encuentro y las trajeron a Asturias. «No tenía ni idea de que había montañas, pensaba que me iban a llevar a un pueblo», explica Adela.

Tras llegar a Gijón y permanecer confinada diez días por el protocolo anticovid descubrió «una ciudad muy bonita». Actualmente recibe formación sociosanitaria en una escuela taller para ser enfermera y «tener algo para vivir», mientras sueña con el día en el que pueda volver al país que tuvo que dejar atrás.