El listado propone enclaves naturales en los que darse un chapuzón de agua dulce
22 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Con el verano llegan el calor, los sofocos y las ganas de estar a remojo bajo el agua casi a diario, pero no todo el mundo es amigo o amiga de la playa. La arena ensuciando la toalla, la brisa marina, el olor a mar, las aglomeraciones de bañistas... Todo puede sumarse a la lista de motivos para aquellos que no disfruten frente al Cantábrico y estén más cómodos sumergiéndose en las aguas dulces del sinfín de pozas o piscinas naturales de los ríos asturianos.
Si perteneces a ese grupo o buscas un plan estival alternativo a la costa, las playas fluviales pueden convertirse en el aliado perfecto para refrescarse tras haber dado un pequeño paseo por la naturaleza. Además, mientras tanto se puede disfrutar de los paisajes de los bosques y montes en los que se esconden estas piscinas naturales. Estas son algunas recomendaciones:
Olla de San Vicente (Cangas de Onís y Amieva)
Este piscina natural tiene bastante renombre en la región y al visitarla se entiende el motivo. Se encuentra al finalizar una pequeña y sencilla ruta, apta para niños y adultos, entre los concejos de Cangas de Onís y Amieva. Con el agradable paseo frente al río Dobra, que no superará los 45 minutos, se puede ir disfrutando del espectáculo natural que constituyen las cascadas y rápidos formados por el curso fluvial, hasta llegar a la poza natural de cinco metros de profundidad, aguas cristalinas y el entorno de una belleza propia de la atmósfera mitológica de los bosques asturianos.
Eso sí, conviene recordar que el río Dobra nace en la vertiente leonesa de los Picos de Europa para luego desembocar en el Sella, así que se trata de aguas bastante frías. Hay que entablar relaciones poco a poco. En cualquier caso, el día de picnic con chapuzón incluido es casi tarea obligatoria.
Puente romano (Cangas de Onís)
Ya en aguas del río más famoso de la región existe la posibilidad de darse el chapuzón más asturiano del mundo. A su paso por la localidad que un día fue centro de poder del Reino de Asturias, el Sella deja una de las imágenes más icónicas del Principado. Se trata del puente romano (construido en época medieval) que supera al río en el centro de la localidad y del que cuelga una reproducción de la Cruz de la Victoria. Las cristalinas aguas del río se funden con las montañas a su paso en una imagen idílica.
Pero lo mejor es que este tramo del Sella está habilitado para el baño, ofreciendo la posibilidad de refrescarse a los visitantes de Cangas y darse un chapuzón que quedará para el recuerdo. Asimismo, hay otros puntos del pueblo que atraviesa el río en los que también existe la posibilidad de sumergirse en sus frías aguas.
Playa fluvial de Aballe (Parres)
El recorrido por la prolífica ribera del Sella se detiene ahora en el pueblo de Aballe, en el que existe una playa fluvial cerca de la iglesia. Tras darse el gélido chapuzón en el río, se puede cruzar de un lado a otro de sus orillas en las alturas, a través de la pasarela colgante que lo cruza. Y así aprovechar las vistas para apreciar la variedad de ganado circundante al entorno fluvial, deleitarse con la belleza del paisaje natural tan cercano a Picos de Europa y admirar el encanto del que fue nombrado Pueblo Ejemplar en el año 2013.
La Presa (Cangas del Narcea)
La Presa de Cangas del Narcea es un paraje del que pueden disfrutar todos los asturianos gracias al esmero de una asociación de cangueses. En la antigüedad canalizaba el agua para mover un molino que generaba electricidad en la región, pero con el paso de los años quedó obsoleto y el lugar estuvo abandonado. La Asociación de Amigos del Narcea propuso su rehabilitación con una gran obra, en la que el prado que la rodea pasó a ser un terreno verde para tomar el sol los días veraniegos y la presa volvió a recibir agua para que los más pequeños pudieran bañarse sin los peligros propios del cauce de los ríos. Además, gracias a las aportaciones de los socios de la asociación se pudieron instalar sombrillas, música y primeros auxilios para la vigilancia.
El Cherón de Kiko (Aller)
Recibe su nombre del restaurante instalado en el área recreativa aledaña a la piscina fluvial, donde su propietario ha instalado barbacoas, mesas y sombrillas. Aunque Aller se encuentre a 70 kilómetros de la costa, el arenal con el que cuentan en el concejo les basta y les sobra. Está en la localidad de Llanos, a unos 40 minutos de Oviedo, y es el único que ha conseguido sobrevivir en el municipio después de que desapareciesen las playas fluviales de Collanzo, Cabañaquinta y Oyanco. Ideal para pasar un día en familia refrescándose en las cristalinas aguas del río.
Playa de Guadamía (Llanes)
Parece incumplir lo de piscina fluvial, pero esta propuesta sorprende, como siempre ocurre con el paisaje llanisco. En este enclave limítrofe entre el concejo de Llanes y Ribadesella, las aguas dulces del río Guadamía se unen a las del Cantábrico en un prolongado recorrido hasta salir al mar.
Por ese motivo, a lo largo de la particular orografía del terreno se acaban formando los llamados pozos secos que se reparten por toda la zona, en las que las rocas se organizan de forma concéntrica para dejar en el centro un negro fondo donde golpean las olas cuando sube la marea, pese a que algunos guarden una gran distancia con los acantilados que se abren al Cantábrico. Es decir, que se terminan formando verdaderas piscinas naturales.
Asimismo, la propia playa de Guadamía también se encuentra a merced de las subidas y bajadas del mar. Y cuando sube la marea se crea una piscina natural, perfecta para poder bañarse sin oleaje.
Ría de Niembro (Llanes)
En la ría de Niembro, las mareas llaniscas también juegan un papel importante, como ocurría con el ejemplo anterior de Guadamía. La belleza de Niembro sorprende, en primer lugar, por el entorno en el que se enclava. A su lado se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, construida entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. El río la va rodeando mediante sus meandros, además del cementerio circundante a la iglesia, como parte del conjunto histórico.
Y en segundo lugar, el otro elemento sorpresivo, como dijimos, lo dan las mareas. Si el cauce está lleno se convierte en una especie de lago calmado de agua salada por el que nadar en medio de embarcaciones y con una vista de los Picos de Europa de fondo. Los atardeceres pueden convertirse en un momento perfecto para sumergirse en las aguas de la ría, con su iglesia y cementerio proyectados sobre ellas, creando una romántica imagen de postal.
Por el contrario, si la marea está baja, se puede disfrutar de un tranquilo paseo por el arenal, que entonces se transforma en un remanso de paz hasta la llegada a la mar.