El artista asturiano se abre en canal para la revista Vogue: la percepción de la crítica como consecuencia de la fama, el avance del movimiento LGBTIQ+ y su particular punto de vista de la fusión entre tradición y folclore
01 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.«Agitador folclórico y artista total», así se describe así mismo Rodrigo Cuevas, quien formó parte de las figuras representativas del movimiento LGBTIQ+ en un especial de la revista Vogue. El asturiano explica durante la entrevista su percepción de la fama y la exposición a la que hace frente, sobre todo, tras su aparición en el programa Lo de Évole el pasado mes de abril. Además, ofrece su particular punto de vista sobre la fusión entre tradición y modernidad.
Tras el éxito de canciones como El ritmo de Verdiciu, donde fusiona la popular canción asturiana Soy de Verdicio con el tema Ritmo de la noche, Rodrigo Cuevas ha comenzado a proyectar su trayectoria artística a nivel nacional. Dándose a conocer más allá de Asturias. Un salto a la fama que, a pesar de ser favorable para el artista, también le ha acarreado algunas consecuencias no tan deseadas.
El folclórico asturiano asegura que tras su paso por el programa presentado por Évole, a pesar de «no haber dicho nada fuera de tono», se generaron polémicas. Una situación que creó un conflicto interno entre el cantante y el fenómeno fan. «Soy consciente de que he optado por una profesión que genera mucha exposición, pero no puedo evitar preguntarme por la pérdida de intimidad que conlleva tener una dimensión pública o qué significa que alguien te idolatre. Me gusta mucho ser el protagonista de mi espectáculo, pero sí que es verdad que, cuando el show termina, prefiero pasar a un segundo plano y que tome el relevo otra persona», publica Vogue.
Confiesa además que, a pesar de saber a lo que se enfrenta, este tipo de situación le ponen nervioso, «te acaban alterando el sueño. Te sumergen en un estado que no es el que uno quiere tener». A lo que añade que no descarta, en algún momento, acudir al psicólogo. Asegura además, estar convencido de que el ruido se debe a la «gratuidad de los prejuicios» y que una persona es demasiado compleja como para entenderla en las cuatro horas de visionado de un programa. «La polémica, muchas veces, viene de ahí. Pero yo digo: «Si te decepciono, es porque no me conocías. Yo nunca pensé eso que tú creíste»».
Rodrigo Cuevas «combate» su inminente fama con una tranquila vida rural, concretamente en Infiesto, una localidad asturiana ubicada en el concejo de Piloña. Encandilado por la cotidianidad y sumergido en los verdes paisajes asturianos, Cuevas aprende día a día de su entorno. «Cuando tienes animales, te das cuenta de que la muerte tiene una dimensión mucho más tangible y cercana de lo que estamos acostumbrados. Lo cual te aporta un contacto muy real con la vida», explica.
El 30 de junio, Rodrigo Cuevas daba comienzo a su nueva gira, La Romería, tras grabar su segundo álbum, Manual de romería, cuya fecha de estreno se prevé para septiembre. Acaba de publicar Cómo ye?, un adelante de ese nuevo disco.
En la revista explica que, cuando le catalogan de transgresor, responde que «yo no soy transgresor, soy complaciente». Y, que en ese sentido, «le doy a la gente lo que quiere, o lo que no sabe que quiere, pero descubre que le gusta. Ese es el espíritu de cabaretera y cupletista». Cuevas, además, recalca la importancia de expresarse y de dar visibilidad para ayudar a la gente: «Mientras crecía, no entendía cómo iba a ser maricón yo. Para mí, eso era algo muy sórdido. Muy de los bajos fondos de Nueva York, pero que no podía existir en Asturias. ¿Cómo iba a existir en Asturias un maricón? Nunca se vio».
Remarca también que se trata de una carrera de fondo para combatir la desigualdad y expresa su preocupación ante el aumento de casos de abuso escolar relacionados con el enfrentamiento entre el concepto de masculinidad contra el feminismo y la igualdad LGBTIQ+. «Por eso, los avances no los podemos dar nunca por hechos, se puede ir para atrás en cualquier momento». Una guerra que él mismo batalló y de la que con esfuerzo y trabajo se pudo desprender. «Con el tiempo, aprendes que no puedes culpabilizar a una persona en concreto, porque te das cuenta de que ser un acosador también es una desgracia. Estar todo el rato viviendo con rencor te estanca y te inmoviliza. Y eso es lo que no te puedes permitir».