Las visitas guiadas que organiza La Flor del Agua triunfan entre el público: «Quien viene, repite»
28 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.La aventura hortícola iniciada hace 3 años por Germán Montoya, natural de Almería, y el austriaco Mario Gigerl continúa floreciendo en suelo asturiano del mismo modo que hacen sus más de 20.000 rosales, de 350 variedades distintas. Con semejantes cifras, parece difícil que sean capaces de guiar a sus visitantes en apenas dos horas a través de todas las curiosidades que esconde esta clásica flor, además de pararse a degustarla, ya que en La Flor de Agua hacen de este recorrido una experiencia multisensorial.
Hasta la fecha, el proyecto impulsado desde esta granja ubicada en la aldea de Camales (Trubia) se había orientado hacia la alimentación a partir de las variedades comestibles de las rosas, pero sus propietarios han decidido pasar del gusto al olfato y han creado una nueva colección de aromaterapia, donde incluyen productos para el cuidado de la piel. «El agua de rosa tiene muchísimas propiedades beneficiosas al concentrar altas cantidades de antioxidantes», apunta Montonya. Se trata de un conjunto de aceites y jabones de perfume muy intenso, cuyas esencias contribuyen al tratamiento medicinal a partir de esta planta. Con ellos, es posible preparar recetas caseras de cremas o exfoliantes.
En estas visitas guiadas muestran los ejemplares de la flor en su momento de máximo esplendor, que está teniendo lugar durante las últimas semanas del mes de mayo, en todos los formatos y colores: rosas modernas, paisajísticas, de corte, trepadoras, en miniatura… Lo único que todas guardan en común tiene que ver con su resistencia a los hongos, para poder adaptarse mejor al clima cantábrico. Por eso, muchos tipos pertenecen al norte europeo y excluyen variedades mediterráneas. No obstante, también reservan un pequeño lugar para las rosas más «experimentales», que desarrollan junto a dos importantes empresas del sector; Pheno Geno Roses, de origen serbio, y la danesa Poulsen Rosen A/S. Con su colaboración, realizan los ensayos para aquellas nuevas clases de rosas que mejor puedan darse con las condiciones climáticas de la región.
A todas las variedades se suma la lista de rosas comestibles en sus distintos sabores, desde limón o albaricoques, hasta peras y frambuesas. Con ellas elaboran los productos que han sido hasta ahora principales en su negocio y sorprenden tanto como su carta de sabores. Además de siropes, mermeladas y chutneys (una salsa con toques picantes utilizada como acompañamiento), venden kétchup de rosas. «En este caso, cogemos el fruto de la rosa, el escaramujo. Tiene un aspecto muy similar a un tomate pequeño, y cincuenta veces más vitamina C que la naranja en la misma proporción», relata el almeriense. Por eso, el resultado final es un kétchup de color similar al original.
A estas salsas y mermeladas añaden otra incorporación: han empezado a preparar miel infusionada en pétalos de rosa a partir de sus primeras colmenas dentro de la granja, cercanas a los rosales «para que las abejas puedan abastecerse de con los miles de flores», bromean.
Quizás el afán de Montoya por divulgar el consumo de la rosa en la cultura y dieta mediterráneas provenga de familia, al haber conocido de primera mano los cuidados de estas flores a través de su padre, dedicado al trabajo en viveros. Con los cientos de recetas que la pareja de horticultores ha publicado para sus clientes, quieren demostrar que esta flor se puede integrar incluso en las recetas más sencillas. «Sin ir más lejos, incluir algunos pétalos frescos en alguna ensalada puede mejorarlas muchísimo», como se hace en la comida turca, marroquí o india, de influencias árabes y asiáticas.
Para acompañar a la rosa, la actividad de estos granjeros se prolonga hasta el cultivo ecológico de algunas hortalizas, como la patata morada Sarpo o tomates para exterior, aquellas variedades que mejor puedan amoldarse a la humedad de Asturias y resistan al hongo. Así es que, de nuevo, suelen provenir de zonas climáticas internacionales diferentes a la española, ya que la máxima en La Flor del Agua consiste en que sus productos se conserven de la manera menos intrusiva posible, sin el uso de químicos o pesticidas.
Esta enorme variedad de plantas y productos hacen de la finca un entorno digno de visita, por eso los propietarios confirman que «quien viene, repite». «La mayoría de público, de hecho, suelen ser repetidores y el resto son personas que han oído hablar del negocio y vienen atraídas por la curiosidad», añaden. Tras estas semanas de florecimiento, este edén quedará cerrado al público temporalmente porque llega el tiempo de podar, pero para «mediados de julio», en La Flor de Agua prometen volver a tener rosas para rato.