La «odisea intensa y desafiante» para ser familia de acogida en Asturias

Carmen Liedo REDACCIÓN

ASTURIAS

María Pedreda

Brígida Castañón, madre de acogida temporal, da cuenta con su testimonio del complejo procedimiento y las dificultades a las que tienen que hacer frente las familias acogedoras para dar un hogar y una estabilidad a menores tutelados por la administración regional

17 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Brígida Castañón es desde 2018 madre de acogida temporal de una menor que entonces tenía 8 años. En estos cinco años de acogimiento, la misma ha tenido que hacer frente a un complejo procedimiento y sortear numerosas dificultades burocráticas y económicas en su empeño por dar a la niña un hogar y la estabilidad que no hubiera tenido si llega a estar en un centro de menores por estar tutelada por la administración regional. Según dice, el Principado falla en muchos aspectos en lo que a acogimiento de menores se refiere y por eso la misma ha querido compartir su experiencia como familia de acogida temporal y la «odisea intensa y desafiante» por la que han tenido que pasar en su casa para lograr el acogimiento de la niña. Pese a todo, Brígida señala que «ha sido una oportunidad para crecer y aprender» y tiene claro que la ventaja con la que juega el Principado es que «si fuera un mueble, se lo dejas a la puerta, pero juegan con los sentimientos que tenemos las familias de acogida hacia los críos».

Brígida Castañón cuenta que esa «odisea» comenzó en 2018 cuando ella y su hija, que por aquel entonces tenía 18 años, comenzaron los trámites para ser familia de acogida. Explica que lo primero fue realizar «un curso intenso de un mes» para recibir la idoneidad, pasando por entrevistas, visitas a su entorno familiar y «mucho papeleo». «Pronto comenzamos muy ilusionadas un acogimiento temporal en familia ajena de una niña de 8 años» aunque el curso de preparación era para acoger a menores de entre 0 y 6 años. Pero asegura que el hecho de que la niña tuviese entonces 8 «nunca fue un impedimento» para ella y su hija aunque en su caso sean una familia monoparental.

Tras dos años de acogimiento temporal y debido a que la situación del menor y su familia no fue resuelta, la comisión del menor autorizó la prórroga del acogimiento temporal haciéndose efectiva en junio de 2020 e iniciándose los trámites para el paso de acogimiento temporal a permanente en 2021. En 2022, tras una nueva valoración de idoneidad, «que se suponía iba a ser un mero trámite tras una larga conversación con Trinidad Lebrato para que este proceso fuese lo menos traumático para la menor», Brígida asegura que el procedimiento se convirtió en un periplo con citas incesantes de entrevistas con las mismas preguntas y formularios repetitivos: «incluso mi hija de 22 años tuvo que realizar la valoración a través de videollamada, periplo por el que también tuvo que pasar la menor en acogida con 12 años en aquel momento» para conseguir que la niña estuviera en acogida permanente, situación en la que están desde junio de 2022, aunque matiza que «las funciones tutelares aún no han llegado».

Pero además de lo engorroso del proceso de acogimiento, Brígida Castañón cuestiona el protocolo en lo que al contacto con la familia biológica se refiere: «durante estos años realizábamos visitas programadas todas las semanas con la familia de la menor, en las que la niña expresó su malestar y el deseo de que hablasen con su familia por que se sentía muy incómoda con las situaciones que vivía en cada visita». Sin embargo, la madre de acogida asegura que «estas peticiones no fueron atendidas y se mantuvo la incansable rutina de las visitas». «Yo misma solicité en multitud de ocasiones que se atendieran sus peticiones e, incluso, se valorase la posibilidad de que estas visitas se hiciesen tuteladas, petición que nunca se tuvo en cuenta», manifiesta la misma, que explica que «esta rutina cada vez se hizo más inaguantable para la menor». «Los domingos ya estaba pensando en qué ocurriría en la siguiente visita, ¿qué sería esta vez? lloraba de camino a la visita cada lunes, volvíamos con más llantos, ¡era inconsolable! Se vuelve agotador consolar a una pequeña cada día a cada minuto, a la que entiendes perfectamente, porque a ti, también te resulta horrible ver como sufre cada semana, sufres y te sientes impotente porque sientes que nadie os escucha, aunque lo estemos pidiendo a gritos», expresa Brígida.

La misma destaca que cuando realizaron el curso para ser familia de acogida, lo que se les trasladó es que iban a estar a acompañadas en todo momento, que iban a ayudarlas en todas las situaciones difíciles, «pero sentimos que no es así, tenemos que llegar a enfadarnos una y otra vez porque no se nos escucha», señala Brígida, que pone como ejemplo tuvo que enfrentarse al hecho de que el centro escolar al que acudía la menor tomaran y publicaran en varias ocasiones fotografías de la menor o saliera por actos que se celebraban en el colegio en medios de comunicación «incumpliendo la Ley de Protección del Menor y sin mi consentimiento expreso como madre de acogida de la menor». En ese caso, afirma que tuvo que luchar sola con la dirección del colegio, teniendo incluso que enviar un escrito y solicitar la intervención de inspección educativa, aunque, finalmente, tuvo que optar por un cambio de centro escolar, «porque no había nada que hacer y sola y sin apoyo, es imposible luchar por los derechos de la menor».

Procesos engorrosos que se demoran en el tiempo

Y no sólo para la protección del menor en ámbitos como el comentado anteriormente, sino que Brígida alude que «el proceso por el que tenemos que pasar las familias de acogida, para solicitar a la administración cualquier tipo de necesidad que tenga el menor durante el acogimiento, es un proceso que se demora mucho en el tiempo debido a problemas de organización interna, por ejemplo, solicitar los libros y el material escolar puede hacer que el menor acuda a las clases sin ello, incluso meses», denuncia la misma que añade que «en mi caso ya ni los solicito, la demora en obtener recursos esenciales, como los libros y el material escolar, puede afectar a la educación y el bienestar emocional del menor». E igual que sucede con los libros y el material escolar, esta acogedora comenta que sucede con muchísimas otras cosas, como el pago de las mensualidades de las actividades extraescolares, el pago del dentista o del campamento de verano. Según explica, cuando esta semana ha llamado para reservar la plaza para el campamento de verano se ha enterado de que está el campamento del año pasado sin abonar: «y la suerte es que das con personas maravillosas que no ponen problemas y le han reservado la plaza, pero el Principado no da la cara nunca, somos la familia la que la tenemos que dar», reprocha Brígida, que tiene claro que pese a la administración su niña de acogida no va a dejar de tener los cuidados dentales que requiera ni dejar de hacer las actividades que le gustan. Y esto pese a las dificultades económicas que conlleva en su caso por ser una familia monoparental en la que entra un sueldo mileurista. Es por ello que agrega que en ocasiones «las familias de acogida sentimos que no se están satisfaciendo adecuadamente las necesidades del menor y muchas veces tenemos que recurrir a otro tipo de ayudas para que sean cubiertas».

«Es frustrante tener que contarlo una y otra vez cada vez que nos atiende alguien nuevo, especialmente difícil cuando se trata de historias personales muy delicadas, y repetirlas varias veces resulta emocionalmente agotador, sobre todo, para el menor y, sobre todo, cuando tiene 13 años»

En su caso, precisa que debido a su situación financiera y siendo familia monoparental, firmó el acogimiento permanente expresando la necesidad de que se atendieran las necesidades de la menor económicamente, «petición que fue aceptada». «Quiero destacar que, como madre trabajadora, a menudo no puedo atender las necesidades de la menor durante las horas de trabajo. Por esta razón, es importante para mí que pueda asistir a un campamento de verano y disfrutar de actividades enriquecedoras y supervisadas mientras estoy ausente», señala Brígida Castañón, que no oculta que tener que gestionar que no se atiendan las necesidades económicas de la menor «me genera mucha preocupación y estrés cada año, ya que no tengo los recursos económicos necesarios para hacer frente al coste del campamento sin la ayuda de la administración».

Falta de acompañamiento y comunicación con las familias

«Como familia entiendo que es muy importante contar con personal capacitado y con experiencia para brindar un buen acompañamiento a las familias, pero consideramos que la rotación constante del equipo de personas que nos atienden y la falta de continuidad en la atención que recibimos familias y menores, no contribuye a lograr este objetivo», manifiesta Brígida, que ve cansino y agotador tener que repetir su historia y explicar su situación desde cero cada vez que se produce un cambio en el personal que nos atiende: «es frustrante tener que contarlo una y otra vez cada vez que nos atiende alguien nuevo, especialmente difícil cuando se trata de historias personales muy delicadas, y repetirlas varias veces resulta emocionalmente agotador, sobre todo, para el menor y, sobre todo, cuando tiene 13 años. Ya no son bebés, perciben la situación de forma muy negativa y les genera desconfianza en el programa y en el personal que nos atiende, llegando a no querer ir a las distintas entrevistas», explica la madre de acogida, que aboga porque la administración y el procedimiento tenga en cuenta las emociones que puede estar teniendo la menor. «Creo que sería importante ser sensible y empática con ella y no utilizar frases del tipo: "¿a qué estás esperando a llamarla mamá?"».

Por situaciones que ha vivido Brígida en el acompañamiento de la pequeña que tiene en acogida en las visitas con la familia biológica, ésta reconoce que «me preocupa la forma en que se maneja la situación actualmente, y la falta de tacto del personal encargado de acompañarnos en esta nueva etapa con Meniños», y es que considera que puede estar teniendo «un impacto negativo en la salud emocional de la menor». Por todas estas cuestiones que Brígida Castañón relata, la misma duda de «un programa en el que confiábamos».

Retrasos en el pago de las ayudas

Y a eso suma los atrasos en el pago de las ayudas que vienen sufriendo las familias de los menores en acogimiento, retrasos de, incluso, cinco meses, «por lo que se comprenderá el agotamiento de las familias»,dice la misma, que si bien puede entender «que los atrasos en los pagos de las ayudas de los menores pueden deberse a factores externos y que puede haber situaciones que estén fuera del control», le preocupa como familia de acogida que no se haya establecido una política clara para abordar estos atrasos en los pagos y que no se haya hecho un esfuerzo suficiente para evitar que sucedan. «En mi caso particular, al inicio del acogimiento no percibimos ningún pago hasta pasado un año, y siempre hay atrasos durante los meses de enero, febrero, marzo y septiembre», indica Brígida, que destaca que para ella los atrasos han tenido un impacto significativo y que ha tenido que hacer «malabares» para cumplir con sus obligaciones como madre de acogida. «Esto ha sido particularmente difícil en momentos en que he tenido que hacer frente a gastos inesperados, como ortodoncias y gastos extraordinarios, algún gasto aún sin pagar y aprobado desde el mes de noviembre».

«El proceso para solicitar la aprobación de algún presupuesto en un gasto extraordinario es demasiado largo, si además contamos con que después, la espera para que se efectúe el pago es aún más largo», expone Brígida Castañón que ve necesario que la administración tome medidas para garantizar que los pagos se realicen en tiempo y forma, además de implementar una política «clara y transparente» para abordar los atrasos, «porque los que realmente salen perjudicados son los menores y son a los que realmente tiene abandonados la administración», percibe la misma, que reconoce que siente «una profunda decepción en cuanto a la falta de colaboración y comunicación entre las familias de acogida y el programa de acogimiento».  Tal es así que apostilla que «como familia de acogida, siento que hemos perdido toda la credibilidad en el programa, debido a la falta de atención que recibimos y la falta de atención que se presta a nuestras peticiones y necesidades».

«A menudo, nuestras preocupaciones y necesidades no son tomadas en cuenta por el programa, lo que nos deja sintiéndonos frustrados e impotentes. Como resultado, sentimos que nuestras opiniones y experiencias no son valoradas y que no se nos da el calor y el respeto que merecemos como familia de acogida», concluye Brígida Castañón, quien pese a todo se muestra dispuesta a seguir tirando para que la pequeña que tiene en acogida sienta que tiene un hogar y una familia que la quiere.