«Las obras de hace unos años sirvieron para que se fueran manteniendo, pero todas las casas han empeorado y la decrepitud es lo que viene a continuación», lamentan los vecinos
02 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Es un día de semana de mediados de septiembre. Es un día de playa y en los porches de algunos chalés de la antigua ciudad de vacaciones de Perlora se disfruta de un picnic a media tarde. Sigue siendo una tradición entre quienes vivieron la época dorada del complejo vacacional, reconvertido tras su cierre en 2006 en un área recreativa de más de 350.000 metros cuadrados, con cientos de chalés y edificaciones cerradas o tapiadas, entre las playas de Güelges y Carranques. Que se sigan desplegando sillas y mesas en los porches, o que haya un continuo goteo de vehículos en el aparcamiento de la entrada a la antigua ciudad de vacaciones, es señal de que no ha caído ni mucho menos en el olvido aunque esté abandonada y languideciendo cada año que pasa.
«Las obras de hace unos años sirvieron para que se fueran manteniendo, pero todas las casas han empeorado. Pueden pasar uno o dos años, pero a partir de ahí una casa abandonada ya empieza a caer. La decrepitud es lo que viene a continuación. Siempre. Pasa en todos los sitios», dice Pepe Caballero, vecino de Perlora que fue durante años presidente de la asociación vecinal Río Espasa, a la que sigue perteneciendo. «Volver a recuperar la ciudad sería muy difícil porque los tiempos cambiaron y esa demanda de los años 60 y 70 ya no es la misma. Hay mil propuestas, sí, pero son siempre de las de ‘hay que’: hay que reformar, hay que construir, hay que derribar… Cada uno da su opinión y quien puede y debe decidir es el Principado, que es el propietario de los terrenos», recuerda Caballero.
«Posibilidades tiene muchas, culturales, educativas, deportivas, de restauración… Tenemos buenas comunicaciones con Gijón y Oviedo y por ejemplo podría albergar una residencia de estudiantes. Se podría hacer una planificación perfectamente asumible, porque esta todo bien distribuido», considera, pensando en una zona deportiva e incluso en otra de restauración que abriera durante todo el año: «Si hay una oferta amplia y espacio de aparcamiento como es el caso, muchos fines de semana que haga bueno a lo largo del año seguro que muchas familias podrían venir a pasar el día».
Vuelven a circular rumores de que algo se está moviendo para aprovechar las posibilidades de la antigua ciudad de vacaciones de Perlora. «De vez en cuando surge alguien que parece que tiene interés, como lo del camping o los espacios deportivos, pero al final todos los años se sigue en punto muerto», recuerda Juan Codino, vecino de Carreño que en 2020 recabó junto a su esposa varios miles de firmas de apoyo para que el complejo se reabriera «como sea» en lugar de ser un «cementerio de casas». Codino sigue pensando que la propuesta que impulsaron junto con las firmas que entregaron al Principado -un alquiler gratuito durante unos 10 años a cambio de que se rehabilitaran las casas-, es «la que mejor encajaría» para darle una segunda vida a Perlora. «Era la idea más aceptada entre la gente pero también fracasó. No se ven las ventajas para el concejo y el sector turístico, teniendo en cuenta la alta demanda vacacional que existe en Asturias. Perlora podría ser un Llanes o un Ribadesella y atraer mucho trabajo a la zona», dice, lamentando que en el Principado «no les importe que vaya a peor».
Caballero recuerda que, primero la crisis de 2008 y después la pandemia, echaron al traste «muchas» propuestas. «Desde luego tenemos esperanza de que surja algún proyecto porque pensamos que hay posibilidades -reitera-, pero derribar los chalés sería un crimen. Tampoco estamos dispuestos a que haya un pelotazo urbanístico, pero hacer nuevas zonas sí sería posible y económicamente rentable. Los chalés se pueden mantener perfectamente sin grandes andamiajes».
Pese a esas posibilidades que ven los vecinos, durante este mandato, desde el Gobierno autonómico se ha dejado claro que está abierto a proyectos que impliquen un impacto económico en la zona y que la recuperación del complejo requiere de una importante inversión económica que no es posible con fondos públicos, tampoco se valora recurrir a fondos europeos ni acometer por fases la adecuación de esos posibles usos en un espacio que sigue desaprovechado y sin más vida que la nostalgia de quienes pasean por sus rincones.