Jonás Fernández: «Un ejército común europeo será difícil que lo veamos a corto plazo, pero sí una defensa común»
ASTURIAS
El eurodiputado asturiano publica el libro «Volver a las raíces. Una izquierda europea contra la desigualdad»
30 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.El eurodiputado asturiano celebró a lo largo del fin de semana varios actos para presentar su libro «Volver a las raíces. Una izquierda europea contra la desigualdad»; Jonás Fernández reflexiona sobre los retos de las políticas progresistas en un contexto en el que la globalización ha debilitado el margen de actuación tradicional de estado nación y sobre el momento que atraviesa la UE con la guerra de Ucrania en sus fronteras.
-El Estado Nación se quedó sin mucho margen ante el poder de los mercados en la economía global ¿la respuesta es la Unión Europea?
-Desde finales de los 80 y la caída del Muro de Berlín, vivimos una década de expansión de la economía global, década en la que algunos predecían el final de los ciclos económicos, y donde parecía que la economía de mercado y la democracia se expanderían por el mundo y los europeos teníamos la esperanza de que junto a esos dos vectores también lo haría el modelo social del estado del bienestar. Sin embargo, lo que vimos hasta muy recientemente es que los instrumentos para sostener ese estado de bienestar se iban diluyendo en la medida en la que la capacidad ejecutiva de los gobiernos perdía capacidad de acción para dirigir los mercados. Y entonces surgió una izquierda más centrada en derechos civiles, en cuestiones ambientales, empiezan a desarrollarse las políticas de la identidad. Todas ellas basadas en la confianza en que las políticas económicas serían menos relevantes en el futuro porque ese mercado global iba a permitirnos crecer. En la lucha contra la pobreza, por ejemplo, pensaban que serían necesarias medidas puntuales de ayuda a las personas, que formándolas tendrían un espacio. Pero lo que se ha visto en la crisis financiera de hace una década es que ese entorno de bienestar material era muy inestable, se diluyó, y a Europa como un continente no capaz de construir la capacidad ejecutiva, la soberanía de nuestras sociedades. Y ahí surge un aumento de la incertidumbre, de la desafección, del miedo, que explica la victoria de Trump, o el resurgir de los nacionalismos en toda Europa, debido precisamente a esa percepción de que no había nadie al volante. La tesis del libro es una respuesta afirmativa a la pregunta de si es posible.
-Aunque ha habido cambios recientes.
-En la crisis del Covid ya vimos a una Europa haciendo políticas muy distintas a las de entonces, donde los equilibrios de poder en las instituciones comunitarias estaba algo más escorado a la izquierda de lo que teníamos en 2010. Fuimos capaces de poner en marcha el Next Generation, de emitir de deuda de manera mutualizada por primera vez en la historia de Europa, hemos acordado un paquete de impuestos para poder amortizar esa deuda, se ha llegado a un acuerdo a nivel internacional para poner un tipo mínimo a las grandes corporaciones en el impuesto de sociedades. Y por lo tanto estamos viendo una reconducción de la soberanía que pasa en estos momentos de manera necesaria por la Unión Europea. El libro intenta animar ese debate, explicar que sí podemos reconstruir la capacidad de la acción pública pero desde la UE, no ya en los estados, y que para eso necesitamos entender bien cómo funciona la UE y llamar la atención a los ciudadanos de que lo que nos queda por delante para reconstruir esa soberanía, la capacidad de redistribuir la renta y luchar contra la desigualdad, de regular a los mercados, necesita una ciudadanía orientada, que sepa dónde presionar y que sepa dónde exigir porque esos cambios precisan mayorías sociales que son tan sólidas como nos gustaría.
-España en general es un país bastante europeísta pero ya está surgiendo un doble euroescepticismo uno en la ultraderecha con un Vox que se identifica con Hungría, y Visegrado; pero otro al izquierda que apela también a un soberanismo con el que coquetea Melenchon en Francia, por ejemplo.
-La percepción social de pérdida de soberanía, de una incertidumbre ante el futuro en las sociedades occidentales, tiene dos respuestas: una es la nacionalista, pensar que retrotrayéndonos a nuestro país, a nuestra nacionalidad, podemos recuperar esa soberanía; y ese fue el lema del Brexit Take back control (recuperar el control); pero esa es la respuesta equivocada. Haciendo eso no se retoma ningún control ni se recupera ninguna soberanía. La soberanía no se ha diluido por ningún proyecto de construcción europea, se ha diluido en todo occidente, no sólo en la UE. De hecho la UE es el único proyecto que tenemos disponible para recuperarla. Esa incertidumbre genera reflujos nacionalistas, tanto a izquierda como a derecha, pero no nos conduce a ningún sitio. Ya es malo en la derecha, pero a la izquierda nos conduce a sitios peores porque realmente no hay reconstrucción de la soberanía, ni de capacidad de redistribuir renta, ni de regular los mercados en sus propios estados. Por eso en el libro hay una parte en la que intento explicar un poco cómo funciona la unión, porque para la mayor parte de la ciudadanía es una especie de caja negra en la que se toman decisiones que nadie sabe muy bien por qué y si a uno le gustan pues es europeísta, y si no te gustan las decisiones de la comisión o las leyes que se aprueban en el parlamento entonces es euroescéptico. Esto es una manera de politizar la UE que no ocurre con los países; en nuestros países cuando los gobiernos de turno toman decisiones que no nos gustan sabemos qué hacer, dónde hay que participar, sabemos a quién votar para cambiar al gobierno. Todo eso no nos hace cuestionar nuestra pertenencia a España o a Asturias. Si el gobierno no nos gusta votamos a otro, no nos hacemos españolescépticos. Hay que diferenciar las políticas de las instituciones, si no lo hacemos, y además por otra parte la Unión tiene por mucho tiempo una mayoría conservadora, la izquierda corre el peligro de que, a fuerza de no ver políticas progresistas desde la comisión, termine por desconfiar de la comisión. Y ese, de nuevo, es el camino equivocado, la unión es condición necesaria para recuperar la izquierda, no es condición suficiente, la suficientes es ganar las elecciones, lamentablemente estamos ahí ahí pero llevamos tiempo sin ganar. Pero la unión es condición necesaria para la izquierda, no para la derecha. La derecha liberal, sin la unión, no hay problema en ir a un mundo sin reglas, volver al estado nación y permitir actuar sin regulación al mercado. Pero para la izquierda que quiere luchar contra la desigualdad, reducir la pobreza, ese euroescepticismo es más preocupante.
-¿Tiene que explicarse mejor la UE? Durante el debate del Brexit, había zonas directamente beneficiarias de fondos europeos donde ganaba y ganó la salida.
-La unión hace dos cosas, la primera de ellas financiar, con fondos como los estructurales o los de cohesión, y nuestro país se ha beneficiado mucho de eso; pero después hace otro trabajo, que se conoce menos, y es el regulatorio. La UE es la principal potencia reguladora del mundo y eso se hace sin presupuesto. Es la primera institución que está regulando la economía digital, es la primera que regula el marco de la economía de los datos, los derechos de privacidad. La UE está regulando también la regulación para combatir el cambio climático, líder en la negociación de acuerdos comerciales con capítulos de sostenibilidad, de igualdad de género, o de respeto a los derechos laborales y eso no está en la negociación de ninguna otra jurisdicción del mundo. Y está segunda parte es quizá la más importante de la unión aunque se percibe menos. Porque el trabajo legislativo se publicita poco. La regulación europea cada vez más es vía reglamento y es muy difícil que el debate de Bruselas salga más allá. Hay una responsabilidad que tenemos los eurodiputados de no estar sólo en el parlamento sino también en los territorios, explicando lo que se hace y aunque sea para que te critiquen. Pero también se necesita un poco más de lealtad institucional, entre las instituciones comunitarias, las nacionales, las autonómicas, porque muchas veces se usa a la UE para esconderse por decisiones que uno no quiere tomar, y una cierta sensibilidad de quienes crean opinión; y también, por qué no decirlo, más interés por parte de la ciudadanía, porque hay menos interés por cómo vamos a regular Instagram o Google que por la última frase lamentable o graciosilla que ha hecho alguien en una tertulia televisiva.
-La guerra de Ucrania, ¿acercará la creación de un ejército europeo?
-Las últimas crisis han sido crisis federalizantes. Ocurrió cuando empezamos con el covid, con la inversión en I+D, para descubrir una vacuna, con el esfuerzo en la compra centralizada, los programas de reconstrucción que le han dado a España millones para financiar los ERTES, y mucha gente no lo conoce. No hemos logrado publicitar que la UE también ha estado ayudando a España con los ERTES, lo programas de avales y garantía que se pusieron en marcha durante los peores meses de la pandemia que daba la banca comercial se hacían con el respaldo de la UE. La emisión de deuda es un paso histórico, absolutamente trascendente, y con lo que vemos ahora en Ucrania está ocurriendo lo mismo. En otro ámbito, en el de la defensa, pero también en la política industrial. Un ejército común europeo será difícil que lo veamos a corto plazo, pero sí una defensa común. En Dinamarca hubo un referendum para entrar en la defensa colectiva de la UE, ellos estaban fuera; es decir no sólo Finlandia y Suecia han reconsiderado su posición respecto a la entrada en la OTAN sino que los países que estaba fuera de la defensa común europea van a entrar en ella, hay programas centralizados de aprovisionamiento de material militar, hay un fortalecimiento de las unidades operativas que ya existen dentro de la Agencia Europa de Defensa. Esta guerra está acelerando ese proceso federalizante también en defensa.