Una guerra asturiana casi olvidada: la gran derrota musulmana de Los Lutos
Dos arqueólogos proponen una nueva ubicación para la batalla en la que Alfonso II emboscó y aniquiló a un ejército enviado por el emir de Córdoba
El reino de Asturias aún estaba en sus primeros pasos cuando, a finales del siglo VIII, el emirato de Córdoba era todavía muy poderoso. Para demostrarlo, el emir Hixem I envió dos ejércitos a escarmentar a esos cristianos rebeldes del norte. Uno de ellos era Abd al-Málik ibn Abd al-Wáhid, quien fue derrotado por el rey Alfonso II en un lugar hasta ahora desconocido. Varios expertos asturianos han propuesto su teoría de dónde ocurrió esa sorprendente y gran batalla olvidada, un verdadero Stalingrado para los árabes.
Los arqueólogos Alfonso Fanjul y Francisco Xosé Fernández Riestra, junto a la doctora en Geología Susana Fernández (La Batalla de Lutos /Los Llodos. (Asturias, año 794). Una hipótesis de ubicación en Las Veigas-Picu Mirayu) creen haber dado con ese lugar. Fanjul comenta que «la importancia del hecho histórico no se cuestiona, pero el lugar aún no estaba confirmado».
Según cuentan, los emires de Córdoba Hixem I (a veces nombrado como Hisham) y Al Hakam I decidieron en el siglo VIII emprender sus campañas contra los reinos del norte, en los que encontraría un duro adversario pese a los avances y sofisticación de su propio reino.
La idea, dicen los investigadores, era «someter o destruir el reino de Alfonso II». Se desconoce el número exacto del contingente musulmán, pero era suficientemente numeroso como para llegar a Oviedo en el año 794 y arrasar las iglesias que el rey Fruela había construido, entre ellas la basílica de San Salvador: el germen de lo que hoy en día es la Catedral.
Parece ser que salió de Córdoba y accedió, subiendo por la ruta de la plata, hasta los puertos de Mesa y Ventana. El caso es que llegó a la capital y no encontró mucha oposición en esta primera batalla. Como consecuencia de ello, buena parte del templo prerrománico quedó arrasado, aunque aún se conserva la Cámara Santa.
Pero no le fue tan bien a Abd al-Málik cuando se disponía a retornar por el Camino Real del Puerto de la Mesa. Ahí le esperaba Alfonso II, que le tendió una emboscada. Los arqueólogos indican que la batalla está mejor documentada por las fuentes musulmanas que por las cristinas. En ambas, no obstante, las cifras de combatientes están «exageradas» y estiman en 70.000 los muertos musulmanes. En la época, un ejército enorme. Y pese a que los números en realidad fueran mucho menores, las crónicas sí reflejan la magnitud de la batalla en la mente de los historiadores.
El lugar estratégico
En el límite del concejo de Grado con Belmonte, cerca del pueblo de Las Cruces y junto la vía de la Mesa hacia León está la colina del Picu Mirayu (721 m. de altitud), un lugar que consideran «estratégico, pues corta totalmente el paso de la vía, coincidiendo con uno de los mayores estrechamientos del cordal de la Mesa. Flanquearlo desde el punto militar era muy difícil», explican. A sus pies discurre una vega muy húmeda, «un barrizal», dice Fanjul.
Además, «el reconocimiento de la colina supuso el hallazgo de un sistema de trincheras o fosos que nos permiten calificar el Mirayu como un recinto fortificado» de 487 por 312 metros que habría servido como defensa frente a la caballería musulmana, rápida y ligera. Según explican los investigadores, por su tipología y por la tradición oral, es poco probable que las trincheras daten de conflictos contemporáneos. Por tanto, dicen, «consideramos que esta posición militar podría suponer la base para explicar no solo la localización, sino también el desarrollo de la batalla de los Lutos».
Otro factor por el que defienden esa ubicación como escenario de batalla es «constatar la dificultad de dicha ubicación en el otro escenario posible, defendido desde la perspectiva académica de los últimos años, de la finca La Ventona», a unos 150 metros de Los Llodos y 1,4 kilómeros al norte de Las Cruces. Esa ubicación venía siendo la propuesta por otros investigadores anteriormente, «pero ahí no ha aparecido ningún resto, nada», recuerda Fanjul.
Con Alfonso hemos topado
Así, en el año 794, cuando el musulmán vuelve de su incursión a Oviedo, «Con las tropas asturianas a mayor altura y bien protegidas, en un punto que corta la Mesa, Abd el-Melik habría intentado un asalto al Mirayu con la única fuerza posible para el mismo, la infantería, intentando a la vez, un movimiento envolvente con su caballería por el único lado posible, el oeste». Las tropas de Alfonso II estaban parapetadas y esperaban el asalto, de modo que la cosa acabó muy mal para el bando musulmán. Mientras tanto, en la zona baja de Las Veigas, «la caballería (…) habría sucumbido por el “hierro y el cieno”, en una zona embarrada».
Sea como fuere, la mayor parte de los musulmanes y el propio Abd al-Málik murieron en la gran batalla. Exageraciones aparte, habría sido sin duda un descalabro con muchas bajas que frenó el afán expansivo del emirato Cordobés. La cuestión ahora, indica Fanjul, es promover una excavación que muestre si quedan restos de la batalla, tanto de armamento como, posiblemente, de personas y animales. En su opinión, «aunque es un terreno muy húmedo, al ser arcilloso es probable que, si hay algo, esté bien conservado». Tampoco serviría una simple prospección con detectores de metales, pues el paso del tiempo habría enterrado a mayor profundidad los restos. Si es así, duermen en El Mirayu y la vega desde hace más de doce siglos.