Así quiere convertirse el Valle del Narcea en una industria del cultivo de rosas
La investigadora del CSIC Carmen Martínez detalla las claves del proyecto iniciado para poner en marcha una industria del cultivo y procesado de rosas: «Con 50 hectáreas ya puede ser bastante rentable»
Redactora
Hasta ahora en Europa solo se cultivaban dos tipos de rosa para la industria de la perfumería: la rosa centifolia que crece en la localidad francesa de Grasse, considerada la capital mundial del perfume, y la rosa damascena del valle de las rosas de Bulgaria. A ellas, que son la base de una importante industria centrada en los perfumes de lujo con muchos miles de empleos tanto en Francia como en Bulgaria, ya se ha sumado el codiciado aroma de la rosa narcea, originaria del valle del Cibea de Cangas del Narcea, que va camino de ser el valle asturiano de las rosas.
Una rosa que ha sido recuperada, seleccionada y mejorada por un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) con el objetivo de ofrecerla como nuevo y prometedor cultivo en Asturias. «Desde el principio vimos que tenía aplicación en el ámbito de la industria del perfume y, como tiene compuestos de interés nutracéutico, también en la farmacología y en otros usos», explica la científica Carmen Martínez, que lidera esta investigación que sigue avanzando tanto en el laboratorio como sobre el terreno con el objetivo de extraer de las rosas asturianas una rentabilidad económica que permita su conversión en una floreciente industria. Los investigadores, que ya tienen plantados 300 rosales en cuatro parcelas -tres de ellas de experimentación-, siempre han tenido muy claro además que la rosa narcea debe cultivarse en el valle asturiano del que es originaria.
Las características de la rosa asturiana
La rosa Narcea es un híbrido natural entre la rosa centifolia y la rosa gallica, que prácticamente está desaparecida y se utilizaba antiguamente como remedio médico y era muy valorada por sus numerosas propiedades cosméticas y gastronómicas. La rosa asturiana, aparte de desprender una intensa fragancia por la que ya han mostrado interés empresas relacionadas con la perfumería, también tiene la particularidad de que es la única de las que existen que mantiene esas propiedades medicinales, cosméticas y gastronómicas que tenía la rosa gallica.
Los rosales se cultivan en espaldera y cada uno puede llegar a dar entre 130 y 200 flores de color rojo-púrpura. El peso medio de cada rosa es de 10 gramos. Los pétalos son abundantes, de gran tamaño y cada flor puede llegar a tener entre 60 y 70. El tipo de crecimiento de la rosa Narcea es distinto al de los rosales ornamentales y también al del resto de rosas que se utilizan en la industria del perfume.
De mano es una rosa de montaña. Necesita pasar por un periodo de frío para dar flores de calidad y aromáticas. Solo florece en mayo y uno de los estudios que están realizando los investigadores del CSIC es comparar su comportamiento en tres parcelas situadas a 500, 700 y 1.200 metros de altitud, en Carballo, Cibea y San Antón, respectivamente. Ya se ha comprobado que las que están a una mayor altitud florecen hasta un mes más tarde, pero también se está estudiando si a distintas altitudes tiene también distintas concentraciones de aromas y compuestos de interés.
La rosa narcea se planta en diciembre y no requiere de muchos cuidados:«Ni siquiera se podan todos los años. Cada cinco años habrá que hacer una poda algo más grande. Una de las ventajas de que brote a finales de marzo y en mayo ya tengamos la cosecha es que se reduce la incertidumbre de otros cultivos, en los que hay que estar esperando unos cuantos meses dependiendo de las condiciones climáticas. Es una planta delicada, hay que tratarla y estar vigilante por si aparece alguna plaga o enfermedad, pero dentro de lo que cabe tiene sus ventajas».
La recolección: antes de que salga el sol
La rosa narcea tiene un sinfín de peculiaridades y, como el resto de rosas para perfume, solo se puede recolectar de noche o de madrugada, antes de que salga el sol para evitar que los aromas que tienen se desprendan y se pierdan. «Se trata de que se conserven en los pétalos de la rosa todos esos compuestos y esas fragancias que tiene, por eso hay que recogerla en un momento determinado de apertura de la rosa. No puede ser ni cuando el capullo esta todavía cerrado ni cuando está muy abierto, tiene que ser en un momento concreto», explica Martínez.
Pese a que el proyecto está en fase experimental, en los dos años anteriores ya se ha obtenido cosecha. El año pasado se recolectaron cinco kilogramos de flores en cuatro días. Cada flor, como recordatorio, pesa unos 10 gramos. Este año el objetivo es recogerlas durante todo el mes. «Hay un punto álgido de floración, donde se abren una cantidad enorme de ellas, pero luego sigue dando flores durante varias semanas», indica la investigadora del CSIC, que el año pasado pensó en un artesano de la zona para encargarle cestos para realizar la recolección.
«Son los típicos cestos de toda la vida del suroccidente, trenzados con láminas muy finas de madera, están ventilados, son lavables, tienen un asa y pesan muy poco», dice, explicando que permiten que las flores no se apelmacen y han cumplido perfectamente su función como ocurre con los sacos de lino con los que se recogen las rosas en Grasse.
Cómo se obtiene el aceite esencial
Martínez explica para tratar las rosas hay varios procesos. Uno de ellos es la hidrodestilación, de la que se obtiene el aceite esencial y el agua de rosas. Otro proceso mediante solventes que solubilizan la esencia y permiten obtener lo que en el argot del perfume se denomina concreto, a partir del cual se elabora el también llamado absoluto. A la hora de crear perfumes, los narices utilizan tanto los aceites esenciales como el absoluto.
Tras ser sometida a estos procesos, los residuos de la flor también son aprovechables para otros usos medicinales y alimenticios -para hacer mermeladas por ejemplo- al ser ricos en compuestos de interés. Además, la rosa narcea es rica en concreto en algunos polifenoles, que tienen propiedades antioxidantes y beneficiosas sobre todo en el sistema cardiovascular.
El negocio de las rosas en Europa
«El aroma de rosa es de los pocos que no se pueden sintetizar en laboratorio. Es tan complejo e intervienen tantas moléculas y compuestos, que son los que dan ese olor que todos conocemos, que es imposible sintetizarlo en un laboratorio», explica Martínez. Por ello, se extrae únicamente de las propias rosas, pero solo de las que valen para la perfumería, que son muy pocas en el mundo.
En Europa, según la bibliografía antigua, existían más de 100 variedades de rosas antiguas que se cultivaban en el sur y, desde mediados del siglo XIX, han ido desapareciendo a medida que se fueron realizando cruces artificiales para conseguir flores de nuevos colores y formas, la mayoría sin la característica y penetrante fragancia. De ahí que tanto las dos que siguen cultivándose en Europa sean tan apreciadas en la siempre creciente y rentable industria de la perfumería de lujo para obtener sus aceites esenciales, que son los que aportan el olor que los perfumistas -llamados narices en el argot de la industria- mezclan con otros aromas para obtener nuevas fragancias.
«Las rosas que se cultivan en Francia y en Bulgaria son distintas y, además de que la de Asturias es única en el mundo, es la primera rosa española con posibilidades de uso en esta industria, así como la única protegida y que tiene esta exclusividad», valora Martínez, que señala que también se cultivan las dos rosas europeas -damasciana y centifolia- que en otros países de fuera de Europa, como Marruecos, Irán o Turquía.
En la localidad francesa de Grasse, situada en la costa mediterránea y que tiene unos 50.000 habitantes, más de 15.000 personas viven del tradicional negocio de la perfumería y las zonas agrícolas dedicadas al cultivo de rosas y de otras flores como jazmines, lavanda o nardos, ocupan más de un centenar de hectáreas.
En Bulgaria, como recuerda Martínez del viaje a Sofía en el que el olor inconfundible de una rosa damascena le recordó al del rosal de su niñez en la casa familiar de una aldea de Cangas del Narcea, todo gira en torno a estas flores y su aroma. El país produce al menos 1,6 toneladas del preciado aceite esencial cada año en una industria que emplea a unas 60.000 personas. Además, tanto la localidad francesa como el valle de las rosas de Bulgaria se benefician también del atractivo que supone para el turismo la época de floración.
Una rosa única en el mundo como alternativa frente a la despoblación
Precisamente por ese atractivo surgió el proyecto asturiano. Martínez se encontraba en Sofía para asistir a un congreso mundial de la vid y el vino, un campo en el que lleva 35 años trabajando en la Misión Biológica de Galicia, con sede en Pontevedra, en la que se han recuperado numerosas variedades autóctonas desconocidas y en vías de extinción. «Aquel olor que tenía en mi cabeza desde pequeña me vino de repente y me quedé sorprendida. Para mí el olor a rosa era ése y nunca lo había vuelto a oler con esa intensidad de aromas -recuerda-. Los conocimientos que llevas acumulados te llevan a fijarte en cosas que de otra manera no te fijarías».
Los primeros ensayos con el antiguo rosal de su casa familiar, que es incluso anterior a 1830, comenzaron en 2018, mediante un proceso de selección, estudio y descripción del ejemplar que, a tenor de los buenos resultados que se iban obteniendo, llevó a los científicos a crear una empresa de base tecnológica (spin off), Aromas del Narcea, para que todos los hallazgos que se iba revelando sobre la rosa narcea sean la base de una incipiente industria en la zona en torno a ella.
«La rosa narcea científicamente es muy interesante, pero queríamos ir más allá y ofrecerla como un recurso agrario para crear nuevas alternativas en una zona como es el occidente asturiano, con el problema de despoblamiento rural», recuerda Martínez, que coordina además la plataforma Alternativas Científicas Interdisciplinares contra el Despoblamiento Rural (Alcinder), que tiene como objetivo aprovechar los resultados científicos de grupos de investigación multidisciplinares del CSIC para ofrecer alternativas distintas y adaptadas a cada territorio del mundo rural despoblado en el suroccidente asturiano, la zona interior sureste de Galicia y el noroeste de Castilla y León.
En la zona asturiana, el proyecto estrella es la rosa narcea. «Nuestra idea desde el principio es que los agricultores y los propietarios de la zona la planten y la produzcan, por eso hemos creado esta empresa de base tecnológica y tenemos la exclusividad de la rosa, que además vamos a plantar en exclusiva en el valle del río Civea en Asturias», valora Martínez, que junto con otros tres investigadores del CSIC que participan en este proyecto -José Luis Santiago, Susana Boso y Pilar Gago- tiene el 40% de Aromas del Narcea. El 60% restante está en manos de tres socios de ámbitos distintos a la investigación, relacionados con el mundo del perfume y las finanzas.
Hasta el momento, los ensayos para tratar las flores tras recolectarlas lo han venido haciendo en las propias parcelas y en viviendas de los vecinos de la zona, pero la idea es llegar a tener una sede y unos locales en el valle. «Ahora estamos empezando, lo importante era plantar las primeras parcelas para ver el comportamiento y poner a punto los sistemas de cultivo y de multiplicación de las plantas. Eso ya está hecho. Este año vamos a hacer otra nueva destilación y, a partir de mayo, la idea es trabajar con agricultores y propietarios de la zona que quieran plantar», explica Martínez. Y son muchos los que ya les han pedido que les apunten en la «lista» de la rosa narcea.
La rentabilidad del proyecto y la creación de empleo
«Con 50 hectáreas, según nuestras cuentas, ya podría ser bastante rentable tanto para los agricultores como para todos los que forman parte de este proyecto». Martínez señala que, según los datos que han ido recabando en su investigación, para obtener un litro de aceite esencial -con un valor de 16.000 euros en el mercado de la perfumería- hacen falta tres toneladas de rosas. «Una hectárea sería capaz de producir un litro de aceite esencial y estamos estudiando distintos marcos de plantación y otros aspectos para intentar ajustarlo al máximo y para que sea lo más rentable y eficaz posible».
Con agricultores y propietarios, explica, se realizarán acuerdos de plantación y se les comprará toda la cosecha para transformarla in situ, al no poder trasladarse las rosas para evitar que se estropeen. Ya vienen además colaborando siempre que se necesita personal para ayudar con las labores agrarias y de hecho las parcelas son de propietarios de la zona. Además, el objetivo de fondo es crear empleo para quienes viven en la zona y tienen sus raíces en ella. «Lo hemos estudiado bastante y hay empresas también muy interesadas de distintos ámbitos relacionados con el perfume en participar con nosotros», dice al respecto Martínez.
«En el proyecto caben todos, pero nos preocupa las familias que han vivido toda la vida en el valle, que tienen fincas que hoy están vacías porque no saben a qué dedicarlas y cuyos descendientes siguen acordándose de la zona, la siguen visitando en verano y tienen unas formaciones impresionantes que podrían integrarse en el proyecto». Martínez, que pone el ejemplo precisamente de una beca de doctorado industrial que va a realizar una joven de la zona, no pasa por alto que los rosales van a compartir valle con los viñedos y además son compatibles.
«Los terrenos de viña tienen que estar en las laderas soleadas de las montañas y los de las rosas en el fondo del valle, con lo cual pueden convivir perfectamente», dice, explicando que también se están realizando estudios sobre el aprovechamiento de residuos vitivinícolas para usos médicos y alimenticios y, en el futuro, ya tienen en mente algún proyecto para mezclar los dos: la rosa narcea y la vid.