El empresario Ángel Pérez de Leza vendió fluorita de Caravia tanto a los aliados como a los alemanes al calor del franquismo en la Segunda Guerra Mundial

GUILLERMO GUITER

Cuando que se habla de la minería asturiana, generalmente se piensa en el carbón. Sin embargo, Asturias fue (y es) una potencia en yacimientos de un mineral que los años 40 del siglo pasado tuvo una enorme importancia estratégica: la fluorita, o espato de flúor. Se trata de una combinación de este último elemento y calcio que se emplea como fundente en endurecedor del acero, además de otros usos industriales. Aún se encuentra en grandes cantidades bajo el suelo de oriente asturiano, especialmente en Ribadesella, Caravia y Colunga.

Por tanto, es evidente el interés que la fluorita tenía en los años previos y durante la Segunda Guerra Mundial, lo que no pasó inadvertido a algún astuto personaje de la época. Es el caso de Ángel Pérez de Leza, que llegó a ser un poderoso, aunque discreto, empresario que navegó perfectamente en las turbulencias políticas de ese tiempo: bajo el paraguas franquista vendió tanto a los aliados como a la Alemania de Hitler.

Solo una ficha de los archivos desclasificados de la agencia norteamericana de espionaje, CIA, da la semblanza completa del personaje, sobre el que pocos datos más hay publicados. Prácticamente nada en prensa de la época, ni reseñas ni fotos, lo que ya es significativo tratándose de alguien que llegó a ser muy poderoso.

Acta de Divulgación de los Crímenes de Guerra Nazis donde figura el informe sobre Ángel Pérez de Leza, fundador de Fluoruros S.A., que explotaba minas de fluorita een Asturias
Acta de Divulgación de los Crímenes de Guerra Nazis donde figura el informe sobre Ángel Pérez de Leza, fundador de Fluoruros S.A., que explotaba minas de fluorita een Asturias © CIA

Con esto, no obstante, es suficiente para empezar. Se trata de un documento datado en 1945 perteneciente a las importantes Nazi war crimes disclosure acts, (Actas de divulgación de los crímenes de guerra nazis) que fue el producto, en su momento secreto, del trabajo de un grupo de trabajo creado por los EEUU para investigar los crímenes y desvergüenzas (espionaje, tramas económicas y políticas…) tanto de los nazis como del imperio japonés. Fue desclasificado por la agencia hace unos 15 años.

Este acta, en concreto, comienza con la semblanza de Johannes Eberhardt, (o Franz Bernhardt), director del conocido conglomerado nazi Sofindus en España, una trama industrial que cobijaba, apenas disimulados, tanto los negocios de Franco con Hitler como la labor de espionaje. En la página 6 del informe se cita a Ángel Pérez de Leza (que también nombran como Lesa, Losa o Loza) y cuyo domicilio conocido es el Hotel Gaylord’s de Madrid, el que fuera uno de los lugares más lujosos de la capital (descrito por Hemingway en su novela sobre la Guerra Civil Española), hoy convertido en viviendas. No figura que tuviera residencia fija en Madrid, por tanto. Sí consta en otras fuentes que residía en Bilbao.

Pérez de Leza, mencionan, había fundado en Asturias la empresa Fluoruros S.A. (esto no era ningún secreto, lo publicó el BOE), y su consejo de administración lo integraban también Tomás de Bordegaray, Mariano Elorza, Rafael Pérez G. Salvador y Juan Mans Cordoni (o Cordoni, dice más adelante).

Lo sorprendente es que revelan la versatilidad del personaje, pues «durante la Guerra Civil Española, Leza perteneció al S.I.M. (Servicio de Inteligencia Militar) y ahora creemos que pertenece a la Gestapo», según subraya literalmente el informe. En realidad, el S.I.M. era la Inteligencia republicana, cuyos métodos represivos, en especial del anarquismo, fueron también brutales, según el historiador Hugh Thomas y otros. De modo que, o bien Leza cambió más tarde de bando o bien el informante de la CIA se confundió y tal vez se refería al S.I.M.P, la Inteligencia del bando sublevado.

Ruinas del lavadero de minería de fluorita en La Collada, Asturias
Ruinas del lavadero de minería de fluorita en La Collada, Asturias

Sea como sea, ello no le impidió hacer jugosos negocios con los aliados a costa de las minas asturianas: «En 1941 o 1942, Leza visitó Estados Unidos y, cuando regresó a España, anunció que había sido nombrado presidente de la Comisión Internacional de Fluoruros. Se abrieron negociaciones con la Comisión Americana de Adquisiciones, con Juan Mans Cardoni como negociador entre la comisión y Fluoruros», dice la ficha. Bordegaray y Elorza renunciaron, dicen sin explicación, y fueron sustituidos por «Rodolfo Carneal (sic) y Carmelo Eguigurea» (probablemente Eguiguren).

Las fechas son un poco más precisas a continuación. Ya en pleno conflicto mundial, «entre julio de 1942 y agosto de 1943, Leza vendió grandes cantidades de espato de flúor a la USCC» (Cámara de Comercio de EEUU). Es más que probable que Franco supiera y tolerara estos manejos; poco se le podía escapar entonces. De otra forma, Leza habría salido muy mal parado. De hecho, se produce un giro nada sorprendente de los acontecimientos: Leza intenta forzar a los americanos a firmar un nuevo contrato y finalmente se rompe la relación en favor de los alemanes.

Pérez de Leza «llega a un acuerdo con Buttellier, Delegado de Compras de los alemanes, para el suministro de minerales» procedentes de las minas asturianas. Los espías de la embajada británica comunican a los americanos que el entramado Sofindus está negociando la compra de Fluoruros, con la negociación de «alguien llamado Muller» por parte de los alemanes junto a Leza y Pérez G. Salvador. Finalmente, la venta se pacta en la muy considerable cantidad de 20 millones de pesetas, «parte del pago en francos suizos», de modo que no es difícil intuir dónde se depositó parte de este capital. Un pelotazo con todas las letras, divisas y paraíso fiscal.

Solo había un pero: «el temor a entrar en la lista negra de los aliados», que hace a Pérez G. Salvador renunciar a sus acciones. Eso no echó atrás, sin embargo, a Leza, que «luego liquidó todas las acciones de la compañía menos las suyas, basando el precio de redención en la utilidad obtenida de la venta a Sofindus. El pago de Sofindus se realizó a través del Banco Germánico, y el pago de Leza a los accionistas a través del Banco de Vizcaya».

Los espías señalan que hay otros informes que sitúan al empresario trabajando con la Sociedad Bilbaína de Minerales y Metales (Somimet, fundada por el alemán Federico Lipperheide y el directivo del banco de Vizcaya Guillermo Ibáñez), «suministrando a los alemanes wolframio y otros minerales». Durante esta época, dicen, «se supone que hizo varios viajes a Galicia en nombre los alemanes. Creemos que obtuvo un beneficio de varios millones, en particular a través de una adquisición presuntamente ilegal de valiosas minas en León o Asturias». Con toda certeza se trataba de las minas asturianas de fluorita, puesto que no hay documentada actividad de Leza en León, y sí en el Principado.

Ya en el último tramo de II GM y cuando estaba claro el resultado, a partir de febrero 1944, busca nuevos horizontes. La CIA dice que «se informa de que Leza es un agente exterior de Falange en Argentina» y, una vez derrotados los nazis, «en junio de 1945, es el jefe de una empresa conocida como Sociedad Americana de Fomento Comercial e Industrial, que también es conocido como el Grupo Financiero de la Safoci, con oficinas en Madrid y Buenos Aires. Se cree conectado con Juan Olaso». Hasta aquí, la reseña de Acta de Divulgación.

El origen bajo tierra

Volvamos un poco atrás. Según se cuenta en el libro La Fluorita, un siglo de minería en Asturias (García, Gutiérrez Claverol, Terente y Luque Cabal), las actividades extractivas de ese mineral comienzan en la región a principios del siglo XX gracias al contratista gijonés Felipe Valdés Menéndez. En la zona de Caravia, Ribadesella y Colunga, «la minería empieza en 1931, con la llegada de Celestino Llaneza, se suspende durante la guerra y se reanuda con gran ímpetu durante la II Guerra Mundial, ya que la industria armamentística demandaba fluorita como elemento fundente y agente endurecedor de los blindajes del acero».

Ahí es donde surge el aventurero Ángel Pérez de Leza. Estos mismos autores lo sitúan como antiguo agente comercial de Llaneza en Bilbao: «Aún no había culminado el conflicto bélico (…) cuando tiene lugar en Asturias un progresivo e incluso frenético impulso minero» en La Collada y Caravia-Berbes, «inicialmente bajo la actuación de Ángel Pérez de Leza (…), logrando expropiaciones de terrenos -tanto de propiedad particular como comunal- de manera apremiante, avalado por el flamante régimen golpista, y  con el propósito de hacerse con buena parte de los entornos mineralizados». Es decir, que supo aprovechar bien el momento y el lugar.

Según estos autores, el empresario se inscribe en este oscuro periodo como accionista principal de La Collada y Caravia en 1941. En efecto, el BOE publica en octubre 1940 la solicitud de Leza, residente en Bilbao, para instalar la mina de Caravia mediante una nueva sociedad cuya creación anuncia, Fluoruros S.A., con un capital de un millón de pesetas.

En cuanto a sus actividades posteriores, una vez regresó de Sudamérica, existen noticias publicadas en prensa sobre la fundación de la compañía Costa de Azahar S.A. por parte de un empresario llamado Ángel Pérez de Leza que había llegado de Madrid y que se benefició de poco claras expropiaciones en Castellón gracias a sus contactos políticos, a partir de 1957. Probablemente se trata de la misma persona, tras una vida azarosa y muy lucrativa, cuya esquela publica La Vanguardia el 6 de diciembre de 1990, y fallecido en Castellón a la edad de 82 años.