Repsol despidió en otoño a dos trabajadores de la zona que hacían el mantenimiento y que alertan del peligro de una demora semejante en un día con tránsito de turistas
15 feb 2022 . Actualizado a las 10:45 h.La ruta del Cares es una joya del senderismo asturiano, una de las más transitadas del continente europeo capaz de recibir casi 200.000 visitas al año antes de la pandemia. Pero aunque es un espectáculo de la naturaleza su origen es muy humano. Hace algo más de cien años se construyeron los canales de agua que van a la central hidroeléctrica de Camarmeña y la ruta actual es la senda que se trazó paralela para su mantenimiento. En ese siglo siempre hubo dos o tres personas de la zona contratadas para las labores de supervisión, para que no se cerrara el flujo del agua, hasta que el pasado otoño Repsol (nueva dueña de Viesgo) automatizó el proceso y despidió a los últimos encargados. Pero el miércoles parte de la montaña se desprendió sobre una de las infraestructuras del canal, las piedras y el agua irrumpieron en la ruta y el sensor automático no pudo alertar de nada porque el argayo cortó los cables.
«Repsol se hizo cargo y lo automatizó de manera que las compuertas se regulen apretado un botón desde Santander. Pero es que este un sitio muy complicado, que aquí nos podemos quedar sin luz dos semanas. Cayeron piedras para aburrir y se debieron cortar los cables del remoto que van por el mismo canal», explica Marino Pérez Cuevas, el alcalde pedáneo de Caín.
Fue un turista, que se topó el argayo en medio del camino, el que descubrió el accidente y pudo avisar en Caín pasando por encima del desprendimiento, pero hora y media después de habérselo encontrado. De allí se puedo avisar al 112, y desde Emergencias al Viesgo para que pusiera en marcha un retén (que llega desde otra provincia, ya sea desde Cantabria o León). «Pudieron pasar doce horas con el agua cayendo a la senda; los dos hombres que trabajaban aquí hubieran llegado en media hora».
Uno de ellos era Juan Tomás Martínez que junto a su compañero Alfonso hacían el recorrido dos veces a la semana para comprobar cualquier desperfecto, si algún accidente afectaba a canal y pasar al control manual de las compuertas en el caso de que una riada o un desprendimiento lo hicieran necesario. «Cuando Repsol lo automatizó todo al menos pedíamos que si hacía falta una reparación, pasar a manual, que lo hiciéramos nosotros porque lo mismo lo tiene que hacer un retén si lo llaman de fuera y tardarían mucho más». Con 30 años de experiencia fueron a la calle, y reclaman que «si no hay manera de arreglar lo nuestro al menos que cojan a dos personas de la zona, que son las que llevan cien año ocupándose del mantenimiento».
No lo dicen por decir, Alfonso es biznieto del Cainejo, el pastor que acompañó a Pedro Pidal en la primera ascensión del Urriellu; y Juan Tomás Martínez se llama como su padre, guía histórico de la cumbre. «El argayo no es culpa de nadie, es algo natural, pero sí se puede evitar que salga toda esa agua y anticiparse a que se pueda producir un accidente»; dice Marino Pérez.
El jueves hacía mal tiempo y había poca gente en la ruta del Cares, ningún senderista se vio afectado; pero incluso en estas fechas de febrero, según recalca el alcalde pedáneo de Caín, si hace buen tiempo y asoma el sol es fácil que entre 20 y 30 personas se animen a recorrerla. En un momento de máxima afluencia de turistas, en fechas como en Semana Santa o en verano, pueden llegar a recorrerla 4.000 personas al día.
«Imagina que estás pasando por la ruta, se sale el agua del canal y empieza a ir hacia Caín, esa agua te empuja en un camino que tiene dos o tres metros de ancho y marchas por el precipicio para abajo», zanja Marino Pérez que no se cansa de insistir en que si bien la ruta es muy segura, se trata de una senda en plena montaña con todo lo que supone, tanto para las inclemencias meteorológicas como para desprendimientos de rocas. El agua desbordada es un peligro añadido.
«Picos de Europa es muy complicado, aquí nos tiramos hasta dos semanas sin luz, tenemos internet vía satélite que va muy lento y se corta si hay tormenta; intentamos traer la fibra a Caín desde hace años pero es muy complicado. Para el canal tiene que haber personas de mantenimiento y que esté aquí, con los dos hombres que trabajaban antes en 15 o 20 minutos, en media hora como mucho, hubieran abierto las compuertas y el agua iría al río».