Pablo Und Destruktion: «He perdido la poca fe que tenía en las instituciones y la propaganda, pero cada vez tengo más en mis vecinos»

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

ASTURIAS

Pablo und Destruktion frente al Congreso de los Diputados
Pablo und Destruktion frente al Congreso de los Diputados Samuel Fonseca

El artista presenta «Lobito», tema de adelanto de su próximo trabajo «Ultramonte» que se publicará en febrero

08 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Para escapar de este infierno en el que se ha convertido nuestra existencia en sociedad, uno tiene que sacrificar a su demoniete favorito. Y como está más cerca del demonio el que lo odia que el que lo ama, vale más tomarse una cerveza con él». Estas son las primeras líneas del material promocional para la canción Lobito, anticipo de Ultramonte, próximo disco de Pablo Und Destruktion, grabado íntegramente en su refugio de los Picos de Europa, y que se publicará el próximo mes de febrero de la mano de Humo Internacional y La Synthesis. Pablo García concibe este nuevo tema como «una forma de asumir que estamos peleando contra la histeria y contra el terrorismo mediático que la provoca».

 -«Lobito»  llega como adelanto de «Ultramonte», ¿es la canción una especie de grito de hartazgo contra la pandemia y la gestión que se ha hecho de ella?

-Es más una forma de asumir que estamos peleando contra la histeria y contra el terrorismo mediático que la provoca. Antes, durante y tras la pandemia. Y que es una digna lucha que se tiene que encarar con la mejor de las sonrisas.

-¿Qué podemos esperar de «Ultramonte»?

-Canciones asturianas de amor y revolución. Pero más de amor.

 -¿Cómo ha sido el proceso de grabación?

-Lo he hecho en mi pueblo, en La Synthesis, un refugio donde, además de grabar, invitamos a artistas de toda España a que hagan lo que consideren menester. El disco lo compuse durante tres años. De hecho ya había empezado con este disco cuando publiqué Futuros Valores, en 2020, y después lo grabé íntegramente mirando al Sueve.

-¿Cómo ha vivido este último año y, en general, la pandemia que ha afectado (y lo sigue haciendo) tan de lleno a la música en directo?

-Tratando de proteger todas las cosas hermosas que esta época se está llevando. Yo no he parado de tocar, la verdad. He dado muchos conciertos íntimos en pueblos y han sido unas experiencias magníficas. La gente sacaba el cordero o el pulpo y te mostraban lo mejor de sí mismos y de su tierra. El circuito de salas ha sido masacrado y la contratación cada vez depende más de lo público y, por lo tanto, de políticos. Esto condiciona, pero a la vez está surgiendo un circuito rural que yo creo que mantiene el espíritu de lo que es la música popular, y eso es lo más importante. Y por supuesto, se está reforzando la apasionante clandestinidad. En cuanto al relato político y mediático de la pandemia, creo que es una parte importante de una guerra psicológica que vamos perdiendo.

-¿Se echa de menos un poco de espíritu ultramontano en la sociedad?

-Sí, pero reverdecerá ese espíritu. Las próximas revoluciones populares surgirán en los pueblos, como su nombre indica, no en postgrados universitarios ni en las instituciones subvencionadas. Y algo se está moviendo.

-¿Nos hemos vuelto excesivamente dóciles ante el atropello?

-Sin duda. Pero no hay mal que cien años dure.

-¿Cómo de optimista (o pesimista) es de cara a poder presentar sus nuevos temas en directo este 2022?

-Yo los voy a presentar, aunque tenga que ser dentro de una cueva. No sería la primera vez y siempre es un placer. Con respecto a la vía legal y profesional, no espero nada. Surfearé la séptima ola, la octava y las que vengan.

-Usted siempre se ha preciado de hablar claro, dentro y fuera del terreno musical. En una profesión como la suya, ¿no da un poco de miedo ver cómo se está llevando a juicio a humoristas por un tuit o a autores por el texto de una letra?¿Siente a veces la tentación de autocensurarse por lo que pudiera pasar?

-Sortear a la censura es de las cosas más divertidas de mi profesión. Y la mayor censura es la que pasa desapercibida. Al trovador libre siempre lo censurarán, al bufón de corte no. Cuando uno mantiene sus convicciones unas puertas se cierran y otras se abren. En cualquier caso, uno no debería dejar de defender lo que ama y considera justo por miedo al delito de odio, la ley mordaza o al qué dirán. Ni por miedo a perder el trabajo. Muchos de nuestros ancestros no renunciaron a sus ideales ni tras semanas de torturas físicas. Esos deberían ser nuestros referentes como sociedad, y no los repunantonos cobardicas que transforman su histeria en dictadura.

-Recientemente leí que opinaba que el asturiano «se mantiene vivo manteniendo vivos los pueblos». Siguiendo esta idea ¿cree que, visto el creciente aislamiento rural que se da en la región, el asturiano está herido de muerte?

-Si resistió siglos sin la ayuda de las instituciones del Estado, mi recomendación es que siga utilizando esa refinada técnica. El rural asturiano tendrá futuro. Lo estamos viendo con las manifestaciones de Asturias Ganadera. Están dispuestos a luchar por lo que aman, y eso es lo esencial. Y hace más por la cultura asturiana, en todas sus dimensiones, que cualquier cursillo.

-¿No cree que es incongruente, por un lado, hacer llamamientos institucionales para evitar la despoblación del medio rural mientras, por el otro, factores como los argallos, la falta de inversión, y las malas infraestructuras estén a la orden del día en las alas de la región?

-Desde luego, pero, en última instancia, para eso están las andechas. Yo ya he perdido la poca fe que tenía en las instituciones y en la propaganda, pero cada vez tengo más en mis vecinos.