El Principado se plantea impulsar el lanzamiento de un nanosatélite para mejorar las telecomunicaciones de la comunidad

B. BLASCO

Parece ciencia ficción, pero el gobierno asturiano quiere que sea realidad. La Consejería de Ciencia e Innovación se ha propuesto que 2022 sea el año del impulso espacial de la comunidad, con el desarrollo de una industria aeroespacial para telecomunicaciones.

La idea es que Asturias se posicione, junto a Madrid, Andalucía, Galicia o Cataluña, en la industria aeroespacial de nanosatélites vinculados a la mejora de las telecomunicaciones y el despliegue de la 5G, y poner en órbita un prototipo que pueda ofrecer mediciones y servicios al territorio regional.

Para ello, la consejería lanzará una licitación de Compra Pública Innovadora, una herramienta público-privada que quiere fomentar la investigación y la innovación en el sector privado que se pone en marcha por primera vez en Asturias con el reto de crear bancos de pruebas para nanosatélites y motores de cohete. El objetivo, en última instancia, es convertir a Asturias en una comunidad hiperconectada, en la que la conexión de alta velocidad llegue al 100% de la población.

Esta iniciativa permitiría avances en la tecnología 5G, ciberseguridad, apoyo para redes de emergencia, mapeo geográfico con imágenes de alta calidad y nuevas oportunidades de negocio para las empresas.

La consejería plantea dos líneas de trabajo concretas. Por un lado, se crearán bancos de pruebas para nanosatélites, que servirá para desarrollar tecnología vinculada a la 5G y al internet de las cosas (IoT en sus siglas en inglés) y, por otro, un banco de ensayos para motores de cohete, que tendrá que estar cualificado por la Agencia Espacial Europea (ESA) y que permitirá cubrir las actuales necesidades del sector de pequeños lanzadores de la industria espacial.

Por tanto, sí, podríamos ver una Agencia Espacial Asturiana sin un coste astronómico, al alcance del bolsillo regional, eso sí, con una planificación muy estricta del proyecto en cuanto a costes y objetivos. De hecho, actualmente hay más de 70 países en los que organismos públicos y privados operan estos dispositivos más económicos.

Qué es eso que queremos lanzar al espacio

Los expertos definen un nanosatélite como cualquier dispositivo de ese tipo con una masa de entre uno y 10 kg. Estas pequeñas naves espaciales están transformando la gestión orbital, que ha venido evolucionando rápidamente en las últimas décadas. El enfoque de su diseño busca reducir los costes empleando tecnologías ya existentes y componentes comerciales listos para usar (COTS).

Estos aparatos tienen capacidades similares a los convencionales, pero asumen misiones muy específicas, como la observación de la Tierra, las telecomunicaciones o la meteorología, y rara vez realizan funciones interplanetarias, por lo que suelen operar en órbitas bajas, de 400 km y 650 km de altitud. Viajan a unos 8 km/s, por lo que, a esa altura y velocidad, tardan en dar una vuelta a la Tierra unos 90 minutos para completar un total de entre 14 a 16 órbitas por día. Este tipo de órbita baja es la adecuada para los nanosatélites, ya que no solo tienen condiciones óptimas para observación terrestre o comunicaciones, sino que están más protegidos de la radiación solar y cósmica.

Un nanosatélite se desarrolla de la misma forma que sus hermanos mayores, pero el coste es menor: prediseño y estudio de viabilidad, diseño preliminar y en detalle, fabricación, ensamblaje e integración y, por último, ensayos de calificación y aceptación para el lanzamiento.

En principio, la mayor diferencia es el tiempo de gestación, mucho menor. Mientras que un satélite grande necesita entre cinco y 15 años para todo el proceso, uno pequeño precisaría en muchos casos menos de un año, gracias a la estandarización de modelos. Los más empleados en la actualidad son los denominados CubeSats. Una ventaja del tiempo corto de puesta en órbita es que los equipos no se quedan anticuados antes de enviarlos al espacio, como puede ocurrir en otros casos.