Menos asturianos: volveremos a ser los mismos que en 1960

BEATRIZ BLASCO

ASTURIAS

Grandes almacenes Botas en Oviedo, en unas navidades de los años setenta del siglo XX
Grandes almacenes Botas en Oviedo, en unas navidades de los años setenta del siglo XX

El lento declive demográfico consolidará la bajada de la cifra simbólica de un millón de habitantes durante 2022

02 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El declive demográfico asturiano podría alcanzar un hito histórico en 2022: bajar de un millón de habitantes, una cifra que no se veía desde mediados de los años 60 del siglo pasado. Es solo eso, un número, una línea que se traspasa. La tendencia constituye un recorrido largo y continuo que puede alterarse, naturalmente, pero que en general depara pocas sorpresas.

Pero da para la reflexión. Según el censo histórico de la población de que dispone el Principado, en 1960 se rozaron los 995.000 habitantes, una cantidad superada ya ampliamente por la generación babyboomer en 1970 (1.052.000) y que alcanza su punto máximo en el año 1981 (1.129.556).

A partir de ahí, coincidiendo con la reconversión minera e industrial, se produce un lento declive durante las últimas cuatro décadas. La comunidad alcanzó el 1 de enero de 2021 la cifra de 1.013.018 habitantes, 5.881 residentes menos que un año antes, lo que supone que el Principado perdió un 0,58% de su población, la mayor caída entre las comunidades autónomas. Está por ver qué dato tendremos a 1 de enero de 2022, pero la pandemia, que ha causado en toda España un aumento de la mortalidad (aunque menor que en 2020) e incertidumbre económica, no ayudará a la recuperación.

Pese a todo, en el conjunto del país la población aumentó en 61.609 personas el año pasado gracias a la población extranjera, que creció en 149.011 personas y compensó la incesante caída de la natalidad en el país y el elevado número de defunciones registrado como consecuencia de la pandemia.

En cuanto a los nacimientos, en 2020 se produjo el menor número del siglo, con solo 4.929, también en línea con el resto de España. Está por ver si se trata de un descenso pasajero debido a la pandemia o remontará en los próximos años, pero lo cierto es que en el primer semestre de este año llegaron al mundo 2.246 nuevos asturianos, un 6,4% menos que en el mismo periodo del año anterior.

Por lo tanto, eso ya suponía que el saldo de población se situó, durante los meses mencionados, en algo menos de 4.000 personas menos. Con estos números, Sadei mantuvo el pronóstico poco halagüeño: Asturias dejará de ser una comunidad de un millón de habitantes entre 2022 y 2023.

Una causa directa, y evidente, es que cada vez hay menos mujeres en edad fértil: en el tramo considerado óptimo, entre los 20 y los 34 años, se censaron a finales del año pasado algo más de 60.000 asturianas, mientras que en el siguiente tramo etario (de 35 a 49) ya hay prácticamente el doble. Otra cosa es la explicación, mucho más compleja, de fondo del fenómeno.

El declive demográfico y el envejecimiento de la población no son una noticia novedosa en Asturias. La tendencia al decrecimiento, lejos de atenuarse, se acentúa y, además, afectando ya a las áreas urbanas y no sólo a las rurales.

Así lo recogía un mapa elaborado por la web Landgeist a partir de datos extraídos de las estadísticas de Eurostat, que se publicaba en este periódico el pasado mes de agosto. En una primera versión, Landgeist atribuyó la cifra de la caída de población en el área metropolitana de Asturias, con Oviedo y Gijón, a un 5%, aunque después corrigió este registro al 3% para un periodo correspondiente a un lustro, entre 2015 y 2020. Aun así, Asturias se encuentra en los lugares con mayor pérdida de población, y una de las cifras más elevadas en el ala occidental del continente.

Las estadísticas de este periodo revelan grandes desequilibrios en el movimiento de población en el ámbito europeo. Así, en los últimos cinco años los entornos urbanos de mayor incremento de habitantes han sido Valeta, la capital de Malta (con más de un 17%), seguida de Uppasla y Estocolmo, ambas en Suecia (con un 10% y 8% respectivamente), además de Dublín, en Irlanda (con un 7,8%) y Oslo, en Noruega (con un 7,6%). En el otro extremo de la balanza, las áreas metropolitanas que más población han perdido de Europa, están Messina, en Italia (con una caída del 4,8%); Ploiesti y Galati (ambas en Rumanía, del 4,6%); Miskolc, en Hungría y, de nuevo en Italia, Nápoles.

El área metropolitana de Oviedo y Gijón es la que más población ha perdido de España y se encuentra a la cola nacional, junto a Valladolid y Córdoba, pero ninguna con las cifras tan extremas de Asturias. Por el contrario, dentro de España, en el último lustro han ganado población singularmente los entornos urbanos de Palma de Mallorca (con un crecimiento del 7,5%); Santa Cruz de Tenerife (6,8%); Madrid (5,7%); Barcelona (3,7%) y Málaga (3,2%).

El pasado verano, LA VOZ de hacía eco de otro estudio, publicado por la revista Perspectivas Demográficas en el que se destacaba que Asturias se encontraba entre las comunidades perdedoras en el flujo de población con estudios superiores. Las conclusiones de los autores destacaban dos comunidades ganadoras, Madrid y en menor medida Cataluña, y un área singularmente perdedora: el noroeste español. La sangría de despoblación y emigración afecta de forma muy profunda a Castilla y León y territorios del norte de la península, entre ellos Asturias.

Los emigrantes se trasladan sobre todo a la capital del Estado, de modo que el Principado se cuenta entre las comunidades (junto a Extremadura, Galicia, Andalucía o Canarias) en las que no hay un flujo inverso que compense esa pérdida de población y que, además, termina por padecer una pérdida significativa. Un efecto consecuente es la «fuga de talento» que los autores definen como «la pérdida de capital humano cualificado en un territorio. La emigración del talento local tiene consecuencias negativas para el desarrollo endógeno y alimenta los procesos de acumulación en las áreas receptoras, que se benefician del capital humano importado».