Una cerveza «asturiana» de hace 3.000 años
Investigaciones arqueológicas apuntan que los astures ya consumían fermentados de cereales antes de la llegada de los romanos
Cuando pisaron tierras ibéricas, los eruditos clásicos ya se percataron de que los romanos tenían algo en común con esos pueblos tan ajenos a su cultura, a menudo salvajes desde su punto de vista: la bebida. A los astures les gustaban las bebidas fermentadas, igual que a casi a todos (o todos) los pueblos antiguos. Algunos estudios aseguran que incluso desde el neolítico ya se conocía el placer de un buen trago. Y las gentes del norte no se quedaron atrás en esto: destilaban su propia cerveza y consumían con alegría el vino, quizá traído de otros lugares.
En la larga historia de los pueblos astures desde sus orígenes, entre los siglos VI y I antes de Cristo, el consumo de cerveza (o alguna bebida similar) parece una anécdota, pero es mucho más que eso. Investigadores asturianos con Alfonso Fanjul al frente han documentando el frecuente cultivo de cereales en la cultura castreña gracias al análisis de pólenes y el hallazgo de semillas.
Y donde hay cereales, dice Fanjul, se consume algún tipo de bebida alimenticia que tal vez no se fermentaba mucho tiempo. «Alguna estructura pudo estar destinada a esta producción, y aunque la analítica es aún muy escasa, los romanos ya lo documentaron». El arqueólogo presentó el viernes los trabajos realizados en el castro de Castiello (Siero) y al mismo tiempo el libro Los Astures. Un pueblo céltico del noroeste peninsular.
En la economía de estos pueblos «predominaba la agricultura» con especial importancia de la escanda, un cultivo de muy largo recorrido en Asturias, pero también de otros cereales. Asimismo, «la cabaña ganadera era muy importante; en la Campa Torres aparecen anzuelos de pesca y también se observa en todos ellos una potente industria metalúrgica». Una sociedad compleja, pues.
Según señala, el libro trata de realizar una «revisión general arqueológica de todos los datos que conocemos sobre los astures a través de todas las excavaciones, en diferentes temas como la alimentación, la economía o la vivienda». Una revisión global, puesto que la ocupación de los astures abarca un territorio muy amplio en el norte de España (Asturias, Castilla y León), que llega incluso hasta el nordeste de Portugal.
Es un campo arqueológico por explorar en su mayor parte. Fanjul explica que, «aunque hay cientos de castros localizados, hasta ahora se excavó una veintena y, de estos, realmente solo cinco a fondo». Se trata, por tanto, de un mundo todavía bastante desconocido.
En contra de lo que se afirmaba en la teoría académica tradicional, dice el arqueólogo, «observamos una mayor complejidad de la organización de estas tribus, lo que desmiente el mito del barbarismo». A través de análisis de polen y fauna, descubren que los astures conocían una agricultura más desarrollada de lo que se creía. Son un pueblo que posee una jerarquía y una serie de características comunes, aun encontrándose en pequeños asentamientos dispersos.
Algunos, no obstante, llegan a ser considerablemente grandes, como el Castro Ventoso, en la comarca del Bierzo (León), o Las Labradas (Zamora) que ocupa una extensión insólita, de 23 hectáreas: un kilómetro de largo y un perímetro de 2,5 kilómetros. Para hacerse una idea, más del doble que el Campo San Francisco de Oviedo. Una gran ciudad para la época.
Las aportaciones de un castro del noreste de Portugal, (Quinta de Crestelos, Mogadouro), han aportado «datos extraordinarios», según Fanjul: barrios exteriores a las fortalezas especializados en producción industrial, como hornos de transformación metalúrgica. Lo que hablaría de asentamientos fijos más grandes y no simplemente fortalezas defensivas.
En cuanto a su población, «es imposible saberlo, porque nunca se ha hecho una excavación intensiva de un castro. Hay muchas cabañas, pero podrían estar destinadas a otra cosa que no fuera vivienda: talleres, almacenes...».
Y llegaron los romanos
A partir del siglo I antes de Cristo se produce la ocupación romana y la vida de los astures sufre una transformación radical. Los invasores -que son a su vez una fuente de información sobre las tribus- deciden reorganizar administrativamente el territorio a su conveniencia.
Esa romanización supone «el abandono, cuando no la destrucción» de los castros, aún cuando algunos puedan ser reutilizados como centros militares o de control por parte del imperio. Se sabe que otros sufrieron incendios y así dejaron de estar habitados. El cambio es brusco en términos históricos. Y, como está documentado, en términos generales los romanos preferían el vino a la cerveza, lo que seguramente influyó en los gustos gastronómicos de los habitantes locales.