El peor seísmo que ha vivido Europa se registró en el Principado y causó un tsunami que llegó hasta las costas del Cantábrico

D.R.

Los habitantes de la península estaban despertando a lo que debía haber sido un plácido día festivo, el de Todos los Santos. Era el 1 de noviembre de 1755 y nada hacía presagiar el peor desastre causado por un terremoto en Europa cuyos efectos llegaron incluso a Asturias.

En Lisboa no sospechaban que, sobre las nueve y media de la mañana, en un punto situado a unos 300 kilómetros de la capital portuguesa, al suroeste del Cabo de San Vicente, el subsuelo de la falla Azores-Gibraltar se abriría generando una tremenda devastación, la peor de su historia.

Según las crónicas, durante unos larguísimos minutos (entre tres y seis) el seísmo de grado 8 en la escala de magnitud del momento (Mw), lo que lo clasifica como «destrucción total». Grietas de cinco metros se abrieron en Lisboa, mientras que al cabo de cuarenta minutos se produjo un tsunami de hasta 20 metros de altura que arrasó el puerto. A continuación, se propagaron incendios debido al uso de velas y chimeneas que extendieron las llamas por estructuras de madera derribadas. Murieron 90.000 portugueses, 10.000 marroquíes e incluso 1.000 españoles en Huelva.

Según el profesor experto en sismología Carlos López Fernández, de la Universidad de Oviedo, se sabe que ese terremoto llegó a sentirse claramente en las costas del Principado. Se observó en aquel momento, un tiempo después del suceso, un aumento del nivel del mar de hasta cuatro metros, que causó pocos daños ya que coincidió con la marea baja. Según los cálculos de los científicos, eso habría ocurrido entre una y dos horas del suceso originario.

Pero si el tsunami no causó daños, el seísmo sí se sintió con fuerza en el interior de Asturias (hay testimonios de su especial intensidad en Avilés), aunque no hay documentados graves perjuicios. Pero sí los originó en las comunidades próximas: la catedral de Astorga sufrió un derrumbe y lo mismo ocurrió con monumentos en Palencia, Valladolid y Salamanca.

De hecho, la ola siguió viajando y al cabo de tres o cuatro horas ya estaba en las cosas de Francia y Reino Unido, mientras que en siete horas había tocado las costas de América. La devastación alcanzó no solo a Marruecos, sino que gran parte de Argel fue destruida.