El catedrático analiza el debate sobre el asturiano tras décadas de estudios sobre su percepción en la opinión pública del Principado
14 nov 2021 . Actualizado a las 11:46 h.Francisco Llera Ramo (Caravia, 1950) fue el impulsor del Euskobarómetro desde su cátedra de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco, esta labor y su compromiso democrático le valieron varias amenazas el entorno de ETA y los últimos coletazos se dieron con la resistencia el año pasado a reconocerle como emérito. Es también el director de los Estudios Sociolingüísticos sobre la lengua asturiana que durante décadas han analizado el sentir de la población al respecto. En el presente con un consenso político creciente a favor de reconocer la oficialidad, Llera Ramo recalca que es una demanda plenamente constitucional y acusa de populismo a quienes reclaman que se haga un referendum para la reforma del estatuto.
-Como responsable de los estudios sociolingüísticos sobre la lengua asturiana ha sido un espectador privilegiado de la evolución de la opinión pública sobre el idioma y la oficialidad. En este sentido, ¿cuál cree que ha sido la clave o qué ha influido más para que el consenso a favor haya llegado a ser mayoritario en el presente?
-En efecto, son ya 30 años desde que hicimos la Iª Encuesta Sociolingüística en el Navia-EO en 1990, siguiendo los estándares de otras comunidades lingüísticas españolas, a la que han seguido otras 5. En la sociedad asturiana siempre ha habido mayoría de hablantes, mayoría a favor de defender y normalizar sus lenguas vernáculas (identificadas como «asturiano» y «fala», respectivamente), mayoría a un trato igual que el recibido por el resto de lenguas regionales, mayoría a favor de la enseñanza de ambas lenguas (asturiano y eonaviego), mayoría en favor de recuperar la toponimia tradicional, mayoría a favor de su oficialidad y mayoría para un futuro bilingüe. Y estas mayorías siempre han sido transversales. Eran las élites las que no estaban en sintonía con su sociedad y ha sido el PSOE el gran obstáculo, si no para la conservación y promoción de nuestras lenguas, si para su oficialización. Lo que se ha producido es un cambio generacional, de la mano del avance de la normalización y la alfabetización, sobre todo, escolar. La paradoja es la postura actual del PP, que no casa con sus posiciones pasadas. Lo de Vox es otra cosa.
-¿En qué medida es distinto el apoyo a la oficialidad entre los distintos sectores sociales de Asturias? ¿Cambia en función de los grupos de edad, de clases sociales?
-Básicamente, quienes se desvían de las posiciones mayoritarias de la población asturiana tienen un peso mayor entre las clases altas, con máximos niveles educativos, de más edad y, sobre todo, que no han tenido contacto infantil o familiar con el asturiano o con la fala. Por lo tanto, los sectores más influyentes. Pero el cambio generacional es muy determinante.
-Lo cierto es que los últimos años, al menos en el parlamento autonómico, había una apariencia de normalidad en el trato al asturiano pero en esta legislatura se ha polarizado, ¿por qué cree que es así?
-La polarización tiene un nombre: Vox. Están buscando un conflicto lingüístico donde no lo ha habido. Por lo tanto, no hay tal «polarización», propiamente dicha, porque no hay otro polo, sino una mayoría transversal. El problema es que el PP se ha visto arrastrado por esta resaca discursiva, que, por cierto, utiliza métodos «batasunos», absolutamente extraños a la sociedad asturiana.
-Entre los adversos a la oficialidad hay quienes aducen que supondría imposiciones y otros que llegan a negar la propia existencia del asturiano, ¿qué les respondería a unos y a otros?
-Empezando por lo último, que el asturiano y la fala eonaviega existen porque así nos lo dicen el 90% de los asturianos, que los identifican por su nombre y lo entienden, salvo el señor Ignacio Blanco [el portavoz de Vox Asturias] y que tres de cada cuatro eonaviegos usan su fala y dos de cada tres asturianos son asturfalantes. La oficialidad es la única manera de proteger y garantizar un derecho fundamental recogido en nuestra Constitución. Este derecho solo obliga a las instituciones y nunca a los ciudadanos individuales. Cómo sea la defensa y la garantía de ese derecho depende del desarrollo legislativo que contenga la futura Ley de normalización lingüística. Por lo dicho por la actual mayoría cualificada de nuestro parlamento regional, está oficialidad va a estar basada en la voluntariedad y en los incentivos. Insisto, no hay obligatoriedad ninguna para los ciudadanos.
-En su opinión, ¿qué beneficios cree que aportará oficialidad y por qué no resulta suficiente la actual Ley de Uso?
-La actual Ley ha dado frutos, pero también ha demostrado sus límites. La normalización social del asturiano lleva un retraso de, al menos, 20 años con respecto a otras lenguas y está claro que no garantiza plenamente los derechos lingüísticos de los asturfalantes o los hablantes en fala eonaviega. El mejor ejemplo, es el esperpento del uso del asturiano en la propia Junta General del Principado. Pero, básicamente, la obligación del bilingüismo a las administraciones públicas en la forma que sea y la obtención de los fondos europeos y nacionales que hasta ahora ha dejado de percibir Asturias por no tener sus lenguas vernáculas el estatus de oficialidad.
-¿Qué opina del término oficialidad amable?
-Supongo que quiere decir, primero, la voluntad de consenso para la regulación del modelo asturiano de bilingüismo y, segundo, el principio de voluntariedad que lo ha de inspirar.
-¿Qué le parece que haya quien no considera suficiente la mayoría fijada en el estatuto para la reforma y reclame un referéndum?
-Se trata de una estratagema de distracción, pero, sobre todo, populista y deslegitimadora de las instituciones. Estamos en una democracia representativa que tiene unas reglas y la regla de la mayoría reforzada es muy importante. La demanda de un referéndum en una reforma estatutaria de régimen común que no lo tiene previsto, aparte de ilegal es, claramente, deslegitimadora porque responde a una estratagema plebiscitaria de inspiración populista. Es lo más parecido al «derecho a decidir» del nacionalismo etnicista y batasunero. Y lo hacen, precisamente, los que sacan a pasear el fantasma del nacionalismo asturiano o, como decía, el pastor evangélico hace unos días: el anticristo.
-Hay voces contrarias a la oficialidad que tratan de identificarla con nacionalismo e incluso separatismo, ¿qué opinión le merece?
-En asturiano se responde y se indentifica muy fácilmente y lo van a entender, por lo menos, el 90% de los asturianos: una «babayada». Pero, sobre todo, un insulto al sentido común de la sociedad asturiana. Igual son ellos los «etnicistas» y los «separatistas». Que me lo digan a mi. Desde luego, el nacionalismo separatista asturiano hay que buscarlo con candil para encontrarlo, por lo que el argumento es una fantasmada. En todo caso, no se puede meter en el mismo saco a todo nacionalismo o, incluso, independentismo por muy cuestionables que sean. Lo detestable es el racismo, el supremacismo, el matonismo, la segregación étnica o etnicista y la discriminación por razón de origen, lengua o identidad.
-A lo largo de su trayectoria pero también de forma más reciente con la resistencia a reconocerlo como catedrático emérito usted ha sufrido de forma directa el acoso de grupos nacionalistas cercanos al terrorismo, ¿cómo ha vivido esta última experiencia? ¿Le duele que se trate de equiparar algo así con la defensa del asturiano?
-Ha sido el intento final de venganza de la red del odio étnico que aún funciona en el País Vasco como herencia subcultural del terrorismo etnicista y una importante dosis de las envidias y frustraciones que trufan el mundo universitario. Visto esto y después de lo vivido, claro que me duele y me produce perplejidad intelectual ver que en el caso asturiano y de lo asturiano el etnicismo ha cambiado de bando y utiliza el señalamiento y el matonismo en su campaña, cuando en frente solo hay demócratas, argumentos, instituciones representativas y moderación. Se puede estar en contra del asturiano o del eonaviego, se puede cuestionar que sea necesaria su normalización y su oficialidad, pero hay que argumentarlo, respetando las razones de la mayoría y, sobre todo, las reglas institucionales y, particularmente, lo previsto en la Constitución Española sobre los derechos lingüísticos. Esto último es lo que está en juego. No se puede ser «constitucionalista» a medias y, menos aún, en contra de la Constitución. Defender la oficialidad es defender la Constitución y todos los derechos que reconoce a todos los ciudadanos. ¿Qué tiene que ver esto con el nacionalismo o con el separatismo?