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No corren buenos tiempos para Facebook, no porque hayan descendido sus astronómicos beneficios, sino porque la mala fama de la compañía, las revelaciones internas sobre cómo se ha beneficiados de la difusión de bulos, de la controversia política extremista y una cierta cultura tóxica en las rede, ha terminado por rodear a su fundador Mark Zuckerberg. Y, para escapar de la polémica, ha usado una de la estrategias más viejas del mundo comercial: cambiar de nombre y proponer un nuevo horizonte: Meta, donde habrá contactos virtuales en un mundo digital.
La cuestión es que en el debate que ha seguido a este anuncio en las redes sociales de España uno de los comentarios más jocosos y broma más recurrente ha sido mencionar la experiencia de un político asturiano, Gaspar Llamazares, en un entorno digital ya desaparecido, Second Life ¿por qué?
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Mark Zuckerberg presentó su Meta como un mundo digital en el que cada cual se presentará con un avatar y aseguró que en él será posible hacer prácticamente cualquier transacción. Mucho tiempo atrás, unos años en el mundo real, pero eones en el internetero, es decir en el año 2007 existía una cosa que a los millenials les sonará desconocida: Second Life que era un entorno donde la gente también tenía un avatar y hacía sus transacciones virtuales. Mucho más primitivo que Meta aunque en la primera década del siglo parecía lo más puntero.
Al menos así lo debieron pensar algunos de los asesores de Llamazares que entonces era coordinador general de IU, la idea era hacer un mitin virtual en Second Life y aunque lo vieron apenas un centenar de usuarios copó varios titulares en la prensa analógica por la novedad. Fue tan novedoso que hasta hubo escrache virtual y usuarios del espectro conservador acudieron al entorno de Llamazares para protestar, con antorchas virtuales.
Por muy versión beta que parezca, quizá haya ahí también una lección sobre lo que que puede terminar ocurriendo en Meta.