Ana Labad ha sido distinguida con el premio «Mujer Rural 2021 de Asturias»
01 nov 2021 . Actualizado a las 12:16 h.De trabajar en Madrid como comercial de publicidad en uno de los gigantes de la comunicación a poner en marcha una conservera siguiendo los métodos más tradicionales en la villa marinera asturiana de Lastres. Así es la historia de Ana Labad, quien dejó hace trece años la capital para apostar por un medio rural lleno de oportunidades.
Esta madrileña de Carabanchel, de 41 años, que acaba de ser distinguida «Mujer Rural 2021 de Asturias», decidió dejar su empleo en el grupo Prisa para afincarse en el Principado por «amor» a quien hoy es su marido Agustín, con quien levantó hace tres años una empresa conservera de anchoas, relata en una entrevista con Efe.
Labad conocía esta localidad marinera desde niña, al haber pasado varias temporadas veraneando en Asturias, a donde primero se trasladó a vivir su hermana y luego el resto de su familia. Fue entonces cuando su padre conoció, por motivos de trabajo, al que hoy es su pareja.
«Él es de aquí y la idea era montar algo para quedarnos a vivir en Lastres y criar a nuestro hijo (de 7 años)», detalla esta empresaria que, tras dejar la capital, primero trabajó en Gijón unos meses como agente publicitario para luego regentar un bar en Lastres y, posteriormente, hacerse cargo tras la jubilación de sus suegros de la tienda de ultramarinos que poseían.
Pero como este negocio familiar resultaba ser «estacional» al situarse en una población que vive muy enfocada al turismo y a la época estival y observaba que los visitantes demandaban cada vez más las anchoas que elaboraban dos operadores locales, Labad y su marido comenzaron a aprender las dotes conserveras valiéndose de las mujeres expertas en el oficio, alguna de las cuales forman parte de su plantilla de ocho trabajadoras.
«Partimos de cero», recuerda sobre el nacimiento de «Anchoas Hazas», tras señalar que, cuando recaló en el pueblo costero, pensaba que no podría adaptarse «ni de broma» a ese tipo de vida, pero ahora, asegura, no echa de menos vivir en la capital, solo a las personas que allí dejó.
Labad afirma que el medio rural tiene oportunidades de negocio vinculado a ámbitos más allá de la agricultura y la ganadería y hay un mayor acceso a algún tipo de ayuda o subvención para iniciar una actividad. «Puedes montar otros negocios, puedes ser lo que quieras».
A ello se une, según reflexiona, una calidad de vida que no se encuentra en las grandes urbes como Madrid, donde se asume como algo natural «tardar hora y media para ir a trabajar».
«Lo que pagaba aquí de alquiler era lo que pagaba de comunidad de vecinos allí. Disfruto más Madrid ahora que voy de visita o de vacaciones que cuando trabajaba allí», apunta.
También destaca las bondades que ofrecen los productos de proximidad de la tierra, como los bocartes del Cantábrico de primavera que su empresa convierte en anchoas artesanales, sobadas a mano y desespinadas con sumo cuidado y que exportan fuera de las fronteras de España.
Pero no todo ha sido un camino de rosas en su carrera como empresaria. Han sido bastantes las trabas burocráticas a las que ha tenido que hacer frente para instalar su conservera y que son «las que más hace que se tire la toalla» a la hora de afincarse en el medio rural.
«Es demasiado papeleo, tiempo y dinero, sin saber si vas a tener luego la opción de poder hacerlo», advierte en este sentido.
Sin embargo, por ser mujer no ha encontrando dificultades añadidas en su andadura en el Principado, aunque sí ha detectado algún tipo de discriminación por cuestión de género en mujeres de su entorno, por lo que «depende del sector en el que te muevas».
«También es verdad que con quien me crucé a la hora de hacer el proyecto fueron, en su mayoría, mujeres, y esto en un oficio de mujeres, con lo cual ahí no tuve ningún problema», subraya.
Labad celebra el éxito de su negocio que le ha valido reconocimientos como el «Tenedor de Oro» de los premios Great Taste Awards 2020 y el «Mujer Rural 2021 de Asturias», un galardón que reconoce el «esfuerzo» de los últimos años y la apuesta por un oficio «que se estaba perdiendo».