El escritor novela la vida y hazañas del primer rey Asturias a caballo entre la historia y el mito
01 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Fue un autor revelación a mediados de los 90 con Historias del Kronen, finalista del premio Nadal, y con los años José Ángel Mañas se ha consolidado como un escritor capaz de bregarse con múltiples géneros, también con la novela histórica. Su último libro ¡Pelayo! (La esfera de los libros) toma como base todo lo que pudo extraer de crónicas medievales, de leyendas, también con su propia aportación como novelista para crear una historia que emocione y enseñe a partes iguales.
-De algún modo el rey Pelayo, la batalla de Covadonga, las discusiones de la Reconquista, parece que vuelven a la actualidad, incluso al debate político ¿por qué cree que es así?
-Lo primero que digo siempre es que Pelayo es de todos, es un mito común, está en la base de la identidad española, una identidad compatible con muchas ideologías. Es verdad que estamos en un momento en que el que la cuestión identitaria es candente, creo que el procés es lo que más nos ha agitado y por reacción no ha dado a todos por pensar en estas cosas. Desde luego yo hace diez años estas cosas no las consideraba, claro que mi caso es muy sencillo, yo soy madrileño, vivo en Madrid, y el ser castellano y español no se ve como ninguna contradicción entre sí, pero hay gente que sí ve esa contradicción en otros sitios y creo que esto nos ha obligado a todos a reflexionar sobre lo que es España y para pensar en eso, evidentemente e punto cero es Covadonga, Pelayo, lo que es la reconquista, y por eso de alguna manera la mirada de todos ha ido hacia allí. Luego cada cual saca sus conclusiones.
-Y usted hace una novela.
-Yo quería entender el momento y mi herramienta es la novela, y hago una novela de aventuras. Eso no quita que yo tengo un interés personal, cultural, que se sale de lo estético, por decirlo así, y como novelista lo que me interesa es contar una buena historia, que enamore y que emocione y es verdad que aquí teníamos un héroe que es nuestro rey Arturo. Poco explotado, y la comparación con Arturo es muy pertinente cuando ves lo que ha dado de sí, y nosotros tenemos un personaje con unas características incluso históricamente más importantes y está desaprovechado. Porque el supuesto rey Arturo sería un britano romano del siglo VI que luchó contra las invasiones sajonas en las islas británicas, eso tiene una importancia para la historia de Europa, relativa. En cambio, lo que hizo Pelayo en Covadonga tiene un importancia absoluta a nivel de la historia europea junto con Poitiers que son los dos puntos donde se para la invasión musulmana. Que hubiera 200 o 200.000 en la batalla de Covadonga es irrelevante, lo que importa es que hay un momento en que intentan someter ese rincón en los Picos de Europa, que allí habría de todo, astures, nobles visigodos refugiados, hispanorromanos descontentos con la invasión y de esa amalgama surge el reino de Asturias que va a ser el germen, el origen con el tiempo, de España. Todo lo que sucede ahí es interesantísimo e importantísimo, hay gente que tiene interés en exaltarlo y hay gente que tiene interés en negarlo y yo tengo interés en comprenderlo.
-Es un personaje del que se conocen pocas fuentes fiables, ¿cómo fue su documentación?
-El personaje tiene para montar una historia guapa que cumple dos funciones, una divulgativa porque todo lo que se puede saber de Pelayo, que está muy cuestionado, está en la novela y a mí me gusta dirigir a la gente hacia las fuentes con las citas que hay al principio de cada capítulo; y por otra parte montas un novela con personajes en la que buscas emocionar, el deleite estético, y que de alguna manera deleitando también se pueda enseñar. Yo soy una persona muy consciente de que escribo para una comunidad; mi primera incursión en el género histórico fue con Alejandro Magno y me di cuenta de mis limitaciones cuando veía que las fuentes están en griego, yo qué sé, para saber qué comían, cuestiones que hicieron pensar que si volvía la novela histórica lo haría en España, y es lo que he hecho con la España republicana, la conquista de América, Numancia y ahí me surgió una pregunta que era la comparación con los romanos que tuvieron que conquistar la península pueblo a pueblo y cómo es que con la invasión musulmana en cuestión de meses prácticamente se apoderan de ella de una forma fulminante. Empiezo a buscar héroes y claro, evidentemente, Pelayo es el primero que te llega a la mente. El problema es lo poco que se sabe. Henry Kamen llega a decir que no hay nada sobre él, sólo tenemos las crónicas cristianas y son muy cuestionadas, al albendense y las dos alfonsinas, están muy contaminadas de propaganda porque tiene todo el interés del mundo en ensalzar al primero de su estirpe.
-Pero su apuesta es que sí existió.
-Mi planteamiento no es negacionista, hubo alguien ahí, podemos discutir si fue godo, astur o hispanorromano, eso es otra cuestión, pero estuvo al frente de esta rebelión, este señor tenía que ser por narices una persona importante, porque de otra forma no hubiera podido movilizar así. Luego ya, como novelista a mí me es igual porque yendo a las crónicas lo que descubro es un personaje que es muy molón, muy atractivo, con detalles como que a su padre lo mataron en Tuy a bastonazos por una cuestión de faldas, que fue espatario del rey Rodrigo, es decir alguien que estaba cerca de la familia real, si eso es así lo más seguro es que le acompañase a la batalla de Guadalete, tiene un periplo fascinante, tiene un peso histórico incuestionable. Poder juntar Guadalete y Covadonga, alguien que cubriera ese período para mí como novelista era fantástico. He tirado por una línea clásica, me gusta el godo que me presentan las crónicas, me da elementos para novelar y me parece factible; el gran argumento a favor de que fuera hispanorromano es el nombre, Pelagius, pero es que a sus hijos les da nombres godos, Favila. Lo que me parece ridículo es el negacionismo, es cuestionable lo que sabemos de Pelayo, no que existiera Pelayo, no puedes acabar negando que existiera el reino de Asturias. Con todo, insisto, yo soy un novelista y a mí me interesa emocionar, para la batalla de Covadonga una escaramuza no me interesa, me interesa que tuviera un poco más de empaque, una batallita en condiciones.
-¿Por qué cree que se refugia en Asturias?
-Según las crónicas él tiene tierras en Asturias, en el entorno de Cangas de Onís. Aprovechando el dato que da la crónica albendense de que a su padre lo matan en Tuy, me parecía lo lógico que saliera pitando para sus tierras en la montaña. La línea interpretativa del Pelayo astur también es perfectamente factible, para mi novela yo opté por el godo, que tiene tierras en Asturias lo doy por hecho. Imagino que después de Guadalete cuando van hacia el norte en desbandada, me parecía lógico que pasaran por Mérida, que es una ciudad santa, que sufrió un asedio importante, y de allí parte una calzada romana hacia el norte. Me parece lógico que la sigas hasta las montañas, donde tienes tus tierras familiares. Hay una cosa curiosa que cuentan las crónicas, porque la rebelión no fue inmediata, no; Pelayo se tiró unos años criando asturcones, y me pareció un detalle muy bonito para crear al personaje, hasta que luego hay un problema de tributos. Unos tributos de guerra que se quieren imponer a unos montañeses que no habían pagado ni a Roma ni a los visigodos y ahí arrancaría la rebelión. En otras crónicas se cuenta que estuvo de rehén en Córdoba, a mí me gusta ese detalle y lo meto en la novela, Córdoba se convierte en la capital del emirato y allí se hacen algo que hacen todos los conquistadores, casarse con las princesas indígenas: en Girona la mujer de Rodrigo se va a casar con el hijo del moro Muza, y tener rehenes es otra estrategia típica de conquista. Yo he jugado con esos elementos, yo he imaginado que en un momento dado hubo una delegación que intentó discutir este asunto en Córdoba y, según las crónicas, a la vuelta a Asturias lo eligen rey. Para esto yo he seguido la línea de Sánchez-Albornoz que cita el Cares, que es una geografía bonita, y que en un momento dado parece totalmente factible que a aquellos tipos sublevados en las montañas quisieran domeñarlos y hubo una batalla. Puedes querer hacerle más o menos heroico pero este hombre estuvo al frente de esa rebelión. Llevar el negacionismo a extremos ridículos tiene un componente político absurdo. Creo que en parte hay un auge de la novela histórica por este momento identitario de necesitar entender qué somos, cómo hemos llegado a ser lo que somos, me parece algo muy generalizado y también es lícito.
-Lo ha comparado con el rey Arturo y en la novela le ha buscado un Merlín.
--Sí, es el único personaje ficticio que he metido en la novela: Juan Mayor, un capellán de la familia, que en un momento determinado se convierte en eremita. Como Covadonga era un lugar de culto mariano, en el que había eremitas, me pareció que era algo que cuadraba con la época, y que me sirve para ser quien le educa a Pelayo, quien le transmite la cultura cristiana de la época, en la que a gran figura es San Isidoro, que es el gigante que levanta la cultura del reino visigodo. Bueno pues este personaje me sirve como consejero, también me faltaba una espada y aprovecho la del padre; igual que cuando le eligen rey los visigodos lo hacen un poco como Astérix, sobre el escudo. Las brumas históricas te permiten una cierta libertad, respetado los hitos históricos pero que son los que cuentan las crónicas y no hay más.
-El profesor Miguel Calleja, de la Universidad de Oviedo, que es especialista en esa época ha analizado cómo cambió el relato de Pelayo a través de los siglos y concluye diciendo que nos falta todavía una lectura democrática del mito ¿lo comparte?
-Estoy de acuerdo, es verdad que la historia de España ha puesto mucho peso en el relato imperial y hace falta esa lectura democrática. Claro, es más fácil en épocas cercanas, hay que resaltar la lucha por los valores democráticos en el siglo XX, pero cuando nos vamos al siglo VIII es mucho más difícil no caer en Braveheart y en Juego de Tronos. En España todos estos símbolos están secuestrados de alguna manera por cierta línea política y eso es una anomalía.