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Era 1999 y Santiago Calatrava estaba en la cúspide de su reconocimiento internacional y no precisamente al final de su trayectoria como arquitecto que todavía se prolongaría varias décadas. Ese año recibía en el Teatro Campoamor de Oviedo el premio Príncipe de Asturias de las Artes, un año después comenzaría un viaje fiscal tratando de buscar los mejores destinos caribeños para eludir el pago de impuestos, su primer destino fue la Islas Vírgenes Británicas donde formó una sociedad, Park Avenues Asset Management LTD, allí asentada y que poco después, en 2001 cambiaría de manos pero no muy lejanas, las acciones pasaron de su propiedad a la de su esposa.
Son algunas de la revelaciones tempranas de las investigaciones de los llamados Papeles de Panamá (publicados en España por El País y La Sexta) y en las que el pasado miércoles ya daban cuenta de movimientos similares respecto al empresario minero Victorino Alonso.
El prestigio arquitectónico de Calatrava se ha ido apagando con los años y no han sido pocas las polémicas que han sucedido a muchas de sus obras, de Venecia a Bilbao pasando, por supuesto, por el mismo Oviedo. Aquí, sobre los terrenos que acogían el antiguo estadio Carlos Tartiere se levantó una obra monumental, encajonada en un entorno que cierra su espacio, que tenía previsto una visera móvil que nunca llegó a moverse, y que terminó costando al arquitecto una multa que rondó los 3 millones de euros por mal diseño de las obras. Conocida popularmente como El Centollu y comparada con una nave alienígena aterrizada en medio del casco urbano ovetense, las torres laterales acogen oficinas, muchas de la administración regional, pero el volumen central terminó dedicado a palacio de congresos y un centro comercial que nunca logró despegar y que languidecía ya hacia el cierre antes del estallido de la pandemia.
Los archivos internos de Trident Trust revelados por la investigación periodística señalan que Calatrava ha distribuido sus sociedades entre las Islas Caimán y las Islas Vírgenes británicas en distintas sociedades, con propiedad repartida entre el arquitecto y sus esposa y que, a su vez, eran propietarias o tenían participación unas de otras en una madeja de fondos y patrimonio. Buena parte de ellas se reorganizaron alrededor del año 2012 después de los problemas surgidos en Baleares por su imputación (de la que no resultó condenado) en el caso Palma Arena. Según relata el diario «la obra no llegó a realizarse y Calatrava recibió 1,2 millones de euros por dos maquetas, un vídeo y un power point».
Distintas sociedades, del Caribe a Delaware (considerado casi un paraíso fiscal interno dentro de Estados Unidos) pasando por Qatar, las cuentas de Calatrava que aparecen en los Papeles de Panamá ascienden a varios millones de dólares, su abogados aseguran que todo se ha hecho dentro de la legalidad de cada uno de los países donde opera.