El ocaso de los ídolos: los ministros asturianos de Aznar afrontan un infierno judicial

L.O.

ASTURIAS

Tras su paso por prisión, Rato afronta nuevas acusaciones de la Fiscalía y las reclamaciones a Cascos por gastos personales pasados al partido también llegan a los tribunales

14 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras la primera victoria de José María Aznar en las elecciones generales de 1996 la fuerzas vivas del espectro conservador en el Principado se congratulaban por la importantísima presencia que dirigentes asturianos del Partido Popular tendrían en el Gobierno. No era para menos, los dos vicepresidentes serían asturianos: Rodrigo Rato en el ámbito de Economía y Hacienda (un mandato que se prolongaría en la siguiente legislatura); y Francisco Álvarez Cascos como responsable de Presidencia (aunque más adelante se encargaría de la dirección del Ministerio de Fomento). Décadas el balance de sus trayectorías es desigual, con caminos muy distintos que pasaron desde el FMI en un caso a la fundación de un partido regional en el otro; pero con un elemento común en el presente, periplos judiciales que todavía están por resolver.

Rato parecía tener el futuro más prometedor al salir del Gobierno. Contó con el respaldo explícito de sus rivales socialistas, tras la victoria de Zapatero, para promover su candidatura a la dirección del Fondo Monetario Internacional, que logró en 2004. Apenas tres años después dimitía por motivos personales, algo inédito en esa institución. Faltaban pocos meses para el estallido de la Gran Recesión global, una crisis en la que informes internos no dejaron bien paradas sus políticas al frente del FMI y, con todo, regresó a primera línea del ámbito político y económico español en 2010, para dirigir la Caja Madrid que mutaría en Bankia. Y ahí empezaron los problemas.

La Gran Recesión afectó de forma singular a España por la burbuja inmobiliaria y el papel que tuvieron en ella las cajas de ahorros. Fueron muchas pero el estallido final de Bankia fue la gota que colmó el vaso y precipitó el rescate bancario de España, con una inyección monumental de dinero que jamás se recobrará. Muchos pusieron el rostro de Rato a esa vorágine y se recordaron los antecedentes familiares de la fuga y cárcel de su padre con la quiebra del Banco Siero en los años 60.

Rodrigo Rato terminó también por entrar en prisión, en el año 2018 tras una condena por apropiación indebida por el uso de las polémicas tarjetas black, con gastos desorbitados cargados a la entidad por los directivos de Bankia mientras la mayoría de la población veía cómo se empobrecía a pasos agigantados. El momento de la entrada en la cárcel fue el más humilde de la carrera del gijonés, que pidió perdón públicamente por sus actos antes del ingreso ante las cámaras que antes le siguieron como ministro. Saldría con libertada provisional en febrero de este año, en plena pandemia, y sin embargo, sus problemas con los tribunales no estaban resueltos ni mucho menos.

Todavía en el presente, la Fiscalía General del Estado le pide cuentas por  supuestamente defraudar más de 8,5 millones de euros, acusándole de delitos contra la Hacienda Pública, blanqueo de capitales y corrupción en los negocios, entre otros, en el marco de la causa sobre el presunto origen ilícito de su patrimonio. Por todos ellos reclama penas que podrían sumar hasta 80 años de prisión en el caso de confirmarse una condena.

Totalmente distinto fue el sendero elegido por Álvarez-Cascos que con el inicio de la presidencia de Mariano Rajoy eligió la sede de la Delegación del Gobierno en Asturias para anunciar su retirada de la política cada vez más descontento con su partido en general y con la rama asturiana en particular. Tan era sí que pasó su ficha de militante de Gijón a Madrid. 

En 2011, poco después de que Rato empezara a dirigir Bankia, Cascos emprendía una nueva etapa política, con su malestar respecto al PP asturiano en su punto de máxima ebullición. Tras ofrecerse a liderar la candidatura autonómica y toparse una furibunda resistencia por parte del entonces hombre fuerte, el exalcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, terminó por fundar su propio partido, Foro Asturias Ciudadano, que no por casualidad hacía coincidir sus siglas con sus iniciales. Ganó en escaños, aunque no en voto popular, las elecciones autonómicas y encabezó la presidencia más breve de la historia de la democracia asturiana, de poco más de un año de duración, en un agudísimo enfrentamiento con otros partidos y varios colectivos sociales. 

Desde entonces la mengua de apoyos electorales a Foro fue en aumento hasta llegar a poner en serios aprietos las cuentas del partido en la legislatura actual. Y fue aquí cuando en la última voltereta del destino, Cascos terminó por enfrentarse con la dirección del mismo partido que había fundado y además acusado por sus dirigentes de un apropiación indebida y de cargas gastos desmesurados de carácter personal a la formación.

Lo que empezó siendo un aridísimo (como es su costumbre) enfrentamiento político entre Cascos y sus antiguos compañeros de filas terminó hace pocas semanas en una acusación formal de la Fiscalía con la petición de dos años de cárcel por un supuesto delito de apropiación indebida, por el cargo de gastos personales por un valor superior a los 5.000 euros. La nueva dirección de Foro, que se desvincula de su fundador hasta el punto de plantearse cambiar el nombre en el próximo congreso, le reclamaba más pero más allá de las cifras concretas la polémica pasa por lo obsceno de las facturas: zapatos, cuatro desplazamientos a A Coruña con hotel y alimentación, un hotel para su suegro, comida a domicilio particular y a nombre de sus familiares, juegos de videoconsola, billetes de AVE para sus hijos, entradas para la Copa Davis y museos y una cama completa, entre otros.