La finca «La Pinilla» donde el dictador pasó su noche de bodas con Carmen Polo contiene todavía algunos objetos antiguos
19 abr 2022 . Actualizado a las 11:00 h.Hace unos dos años y medio la familia Franco puso a la venta el pazo de Meirás, que ahora ha recuperado el Estado. Más o menos al mismo tiempo salió también a la venta por cinco millones de euros la finca asturiana de San Cucao, La Pinilla, que Carmen Polo había heredado. Después rebajaron el precio hasta tres millones y la casa sigue sin comprador. (Actualización: el precio en abril de 2022 bajó hasta los 1,9 millones de euros) Está amueblada y, aunque parece que no guarda ahora una gran cantidad patrimonio, sí es posible que existan algunos elementos antiguos de valor (si a día de hoy no se los han llevado).
Según las fotos que los propietarios aportaron a la inmobiliaria, se pueden apreciar varios elementos interesantes, a juicio de dos expertos que prefieren no decir sus nombres ya que «es arriesgado juzgar a partir de una foto con poco detalle». No obstante, señalan, habría que evaluar de cerca una talla de madera y una cruz que están en el salón, un niño Jesús y una virgen en el dormitorio principal y, sobre todo, un tríptico y otros objetos religiosos de una pequeña capilla.
Esa estancia tiene al menos tres reclinatorios forrados de terciopelo rojo y un altar de madera clara labrada. Sobre él hay varios candelabros y el tríptico con una figura central de Jesús bajado de la cruz junto a María Magdalena. En el fondo del altar, también de terciopelo rojo, cuelgan varias pilas bautismales decorativas, cruces e iconos muy ornamentados. A la izquierda, en la pared, se aprecia una talla de madera de un santo, una gran cruz griega y un cuadro que parece ser de una Virgen con el niño.
En uno de los salones, junto a un extraño animal disecado (Franco venía a Asturias a pescar y ocasionalmente a cazar), hay una talla de madera de unos 50 centímetros de altura. Sobre un arcón de madera labrada, figura otra cruz griega.
Según cuenta Paul Preston en su libro Franco, en los años 50 del siglo pasado, «sólo después de relacionarse con los Villaverde dio rienda suelta doña Carmen a su pasión por las antigüedades y las joyas, alentada por la marquesa de Huétor de Santillán, según la cual todos los que en España tenían un nivel de vida alto se lo debían enteramente al Caudillo».
Su afán acumulador generó un jugoso patrimonio, a decir de algunos historiadores y como se confirmó recientemente en el inventario del Pazo de Meirás. Preston afirma, citando a otros autores, que «la codicia de La Señora se hizo legendaria. Se decía que los joyeros de Madrid y Barcelona habían formado sindicatos oficiosos de seguros para indemnizarse después de cada visita de doña Carmen, que era igualmente amante de las antigüedades. En La Coruña y Oviedo, los joyeros y anticuarios cerraban frecuentemente sus tiendas cuando se enteraban de su presencia en la ciudad».
Y más adelante, dice: «El contacto diario con aduladores en busca del favor oficial le proporcionaba amplias posibilidades para conseguir las piezas deseadas. Los regalos que no le agradaban eran intercambiados por otros más apropiados. Las cortesanas de doña Carmen, encabezadas por la marquesa de Huétor, aconsejaban acerca de los objetos aceptables a los futuros donantes».
También Mariano Sánchez Soler, en Franco S.A., dice que «desde que comenzó la Guerra Civil, el matrimonio Franco siempre vivió en palacios que Doña Carmen decoraba personalmente, llenaba de antigüedades y muebles de época. Las joyas siempre formaron parte de su imagen pública, no en vano llegaron a ponerle el sobrenombre de doña Collares. Es casi un mito que, cuando Carmen Polo salía de compras, los mejores joyeros de Madrid cerraban sus puertas porque “se olvidaba” de pagar las facturas.