La comparación entre ambas comunidades muestra un trasvase de movimientos en el verano
01 dic 2020 . Actualizado a las 09:05 h.Como hacen todas las fuerzas más poderosas de la naturaleza, la pandemia avanza ciega y sin propósito. Para entendernos hablamos de primera o de segunda ola y de nuestro temor a una tercera pero el virus no se mueve por ondas ni tiene picos ni valles sino que aumentan o se reducen los contagios en función de si las medidas para detenerlos son más estrictas o se relajan. Al lado de la investigación científica sobre el desarrollo y el freno del coronavirus hay también, corriendo paralela, una batalla política sobre la gestión de su contención. La hay por opciones ideológica y por territorios, hay una 'guerra de milagros' entre la respuesta de Asturias a la pandemia en primavera y la contención de Madrid en el otoño. Las comparaciones han sido variadas y constantes.
Uno de los ámbitos en los que se pueden analizar las diferencias es de la movilidad de la población, y es posible hacerlo con una herramienta singular, un espía silencioso que guarda datos de ubicación de casi todo el personal: Google. Tomándolos como base, la socióloga asturiana radicada en Madrid, profesora en la UNED, María Miyar, hizo un análisis de las diferencias entre ambas comunidades en la reducción de la movilidad a lugares de ocio, más acusada en el caso de la capital, más drástica en las últimas semanas de octubre en el caso del Principado ya que aquí se decretó un cierre de la hostelería y el pequeño comercio que aún no se ha levantado.
«Lo que se ve es que el cambio en el comportamiento ha sido mayor en Madrid que en Asturias durante todo el rato pero la evolución ha sido diferente a lo largo del periodo»; explicó la profesora. El periodo es el intervalo que va desde la sexta semana del año, a mediados de febrero, hasta comienzos de noviembre, y toma como referencia (cinco semanas entre el 3 de enero y el 6 de febrero) para evaluar si aumenta o disminuye la movilidad durante la segunda semana de enero. Madrid y Asturias desploman su movimiento con el estado de alarma en marzo, y llegan al verano como si fueran un espejo reflejo la una de la otra. Conforme los madrileños dejan la capital para irse de vacaciones, la movilidad en Asturias aumenta, pero no como un año normal: en el pico de agosto en el Principado el movimiento de la población se asemeja a enero. No fue un verano como cualquier otro.
«Se puede decir que en Madrid ahora la movilidad de ocio, a bares, restaurantes o tiendas, es un 40% menos de la que era en enero; en Asturias ahora es un 60% menos de lo que era en enero», resaltó Miyar.
La socióloga apuntó que con el final del verano buena parte de la población madrileña que se había trasladado a la periferia regresó a la capital y entonces empezaron a subir los contagios allí. No fue sólo por el regreso sino porque también aumentó la movilidad interna en al comunidad, hubo reencuentros sociales. Fue el momento en el que se desató un crudo debate político con la resistencia inicial del Gobierno de Madrid en aplicar restricciones, las hubo por barrios, se discutió si los cierres perimetrales podían ser intermitentes y se terminó por imponer un estado de alarma desde el Ejecutivo central.
Sin embargo, Miyar apunta que «el crecimiento en los contagios empieza a ser más lento, se empieza a ver un poco antes de la limtacion de zonas básica», en parte porque la población empieza a tomar más precauciones y reduce por su cuenta los contactos. La segunda ola, que golpeó de forma crudísima a Asturias, llega al Principado semanas después con intensidad, según destacó la socióloga «en Asturias se dispara cuando empieza el frío y la gente se mete en espacio cerrados».
En este sentido, Miyar insistió en que el auge de los contagios de la segunda ola «en Asturias sucedió a la vez que en todas partes cuando llego el frío»; la coincidencia temporal es paralela a los incrementos de contagios en países europeos como donde se decretaron, también como en Asturias, severas restricciones en la actividad económica.
Pero no fue así en Madrid, donde siguieron abiertos comercios y hostelería, su incidencia se disparó antes que nadie y también bajó antes que en el resto. «En Madrid hubo tanta atención mediática que se calmó el comportamiento de la gente y no se ha notado la llegada del frío porque se habían reducido ya las interacciones de la gente. Además de que la inmunidad de grupo probablemente está jugando un papel en Madrid».
¿Es así? Hará falta conocer los resultados de los próximos estudios de seroprevalencia. Antes del verano, en Asturias el porcentaje de población que se había infectado no llegaba al 2%. El pasado fin de semana, el viceconsejero de Salud Pública y Plan COVID-19 de la Comunidad de Madrid, Antonio Zapatero, aseguró que estimaba que el nivel de protección, por haber pasado tanta gente ya la enfermedad, que tiene la capital es muchísimo más elevado en un intervalo de entre un 20% o 25% de los madrileños que podrían tener inmunidad de anticuerpos.