El balance del cierre perimetral de Oviedo, Gijón y Avilés: 10.000 contagios y 361 fallecidos
ASTURIAS
El Principado ha decidido prorrogar la medida hasta el 3 de diciembre en esos concejos y extenderla al menos 15 días a Langreo, Laviana y San Martín del Rey Aurelio
19 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.«El cierre perimetral por sí solo no sirve para nada». El director general de Salud Pública del Principado, Rafael Cofiño, fue así de contundente el día que Salud presentó la restricción. Para que esas limitaciones al movimiento fueran efectivas, el Ejecutivo aprobó toda una batería de medidas que servían para complementarla con el objetivo de doblegar una curva que ya empezaba a dispararse. Pero, hasta el momento, el resultado de todas ellas -cierre perimetral de toda la comunidad, toque de queda y cierre de toda actividad no esencial- ha dado unos resultados por debajo de lo que se esperaba. En ese periodo, se han contagiado en la región casi 10.000 personas y han fallecido 361.
Cuestionado sobre la eficacia de estas medidas, Adrián Barbón, presidente del Principado, afirmó el pasado lunes que los expertos del comité de seguimiento de la Covid-19 le aseguraban que, de no haber aprobado esas restricciones, la evolución habría sido mucho peor. De hecho, Cofiño recordó ayer que desde que se tomó la medida «se observa una disminución importante de la movilidad, especialmente desde que cerró la actividad no esencial, que va del 80 al 60% y posiblemente al 54%». Los dos objetivos fundamentales para doblegar la curva son reducir la movilidad y la interacción social y Cofiño defendió que, con el cierre perimetral, «esto se consigue». También señaló que en las últimas fechas han intensificado la vigilancia, la detección precoz, el rastreo y la actividad asistencial.
Efectiva o no, lo cierto es que desde que se anunció el cierre perimetral el balance es demoledor. En esas fechas las alarmas internas ya habían saltado y de ahí que el Principado aprobase las medidas más restrictivas del país. Aunque las autoridades confían en que en las próximas jornadas comiencen a notarse los efectos de esas restricciones -de hecho las cifras de contagios llevan tres días muy por debajo de los máximos de finales de la semana pasada-, Asturias pasó en ese periodo, según los datos que publica Salud, de tener 9.431 contagiados a 19.868 y de 396 a 757 fallecidos.
Y los datos por concejos evidencian que no se salva ninguno de los tres. Según las cifras de Astursalud, Oviedo sumó desde esa fecha 1.910 positivos y pasó de una tasa de incidencia por cada 100.000 habitantes de 257 a una de 628. En Gijón la evolución también fue negativa. Pasó de una tasa de incidencia 352 a una de 815 y en ese periodo se contagiaron en la ciudad 4.062 personas. Avilés registró una evolución más positiva, ya que la tasa se contuvo casi sin variaciones e incluso descendió ligeramente. Antes era de 328 y ahora del 324. En esas semanas se infectaron en el concejo 506 personas.
Los tres concejos suman 6.478 positivos de los más de 10.000 que se registraron desde el 23 de octubre en Asturias. Son casi dos tercios del total, cuando la población de esos municipios suma el 55% de Asturias.
Un estudio duda de la eficacia de los cierres
La migración de personas residentes en ciudades densamente pobladas a zonas rurales con menos población es más eficaz que el cierre perimetral, según una simulación, publicada en la revista «Chaos», que muestra que la reducción de la densidad de población en las grandes ciudades disminuye la propagación de enfermedades, informa Europa Press.
Las pandemias son impulsadas, en parte, por las densas poblaciones en las grandes ciudades donde las redes de edificios, las aceras abarrotadas y el transporte público obligan a las personas a vivir en condiciones más estrictas. Esto contrasta con las condiciones de las zonas rurales, donde hay más espacio disponible por persona.
Según el sentido común, estar en áreas menos concurridas durante una pandemia es más seguro. Pero los alcaldes de pueblos pequeños también quieren mantener a la gente segura, y la migración de personas de las ciudades a los pueblos rurales genera preocupaciones. Durante la pandemia de COVID-19, ha prevalecido el cierre de fronteras nacionales y fronteras entre estados y regiones.
Dos investigadores se preguntaron si esto es realmente útil y decidieron poner a prueba esta hipótesis y descubrir si el confinamiento y las prohibiciones de viaje son formas realmente efectivas a la hora de limitar la propagación de una enfermedad pandémica. Específicamente, se centraron en el movimiento de personas de las ciudades más grandes a las más pequeñas y probaron los resultados de esta migración unidireccional.
«En lugar de dar por sentada la movilidad, o la falta de movilidad, decidimos explorar cómo una movilidad alterada afectaría la propagación -explica el autor Massimiliano Zanin, del Instituto IFISC de Física Transversales y Sistemas Complejos (CSIC-UIB)-. La respuesta real está en el signo del resultado. La gente siempre asume que cerrar fronteras es bueno. Descubrimos que casi siempre es malo».
El modelo utilizado por los autores está simplificado, sin muchos de los detalles que afectan a los patrones de migración y la propagación de enfermedades. Pero su enfoque en los cambios en la densidad de población indica que las prohibiciones de viaje podrían ser menos efectivas que la migración de personas a áreas menos densas. El resultado fue una menor propagación de enfermedades.
Zanin y su colaborador David Papo, investigador en el Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid, colocaron un grupo hipotético de personas en dos lugares y asumieron que sus viajes se realizaban en patrones de movimiento aleatorios. Utilizaron la dinámica SIR, que es común en los estudios epidemiológicos del movimiento de la enfermedad. SIR significa susceptible, infectado y recuperado: clasificaciones que se utilizan para etiquetar grupos en una simulación y rastrear la propagación de la enfermedad de acuerdo con sus interacciones.
Ejecutaron 10.000 interaciones de la simulación para determinar la propagación de la enfermedad resultante entre las personas en dos lugares cuando la migración es unidireccional: de ciudades densas a pueblos menos densos. También estudiaron el efecto de la «migración forzada», que saca a las personas sanas de las densas ciudades al inicio de una pandemia.
Los resultados mostraron que, si bien el movimiento de las grandes ciudades a los pueblos pequeños podría ser un poco menos seguro para las personas en los pueblos pequeños, en general, para una situación de pandemia global, esta reducción en la densidad de áreas densamente pobladas es mejor para la mayoría de las personas.
«La colaboración entre diferentes gobiernos y administraciones es un ingrediente esencial para controlar una pandemia, y se debe considerar la posibilidad de sacrificios a pequeña escala para alcanzar un beneficio global», concluye Zanin.