Un estudio aclara dos de las principales causas de muerte del oso en la cordillera
La investigación, que analiza la mortalidad de los osos en los últimos 20 años, pone de manifiesto la importancia de la vigilancia epidemiológica en la conservación de la especie
Redactora
Un alto porcentaje murió por causas infecciosas y en un par de ejemplares se observó miopatía (enfermedad muscular) como consecuencia de un esfuerzo y estrés extremo. Estas son dos de las principales conclusiones del estudio que han llevado a cabo investigadores de Asturias y Castilla y León sobre las causas de mortalidad de la población de osos pardos de la cordillera Cantábrica mediante el análisis de 25 necropsias realizadas entre 1998 y 2018.
La investigación pone de manifiesto, además, «que los esfuerzos de conservación que se están llevando a cabo en la actualidad pueden no ser suficientes si las medidas sanitarias y de vigilancia epidemiológica no se equiparan en importancia y exigencia al resto de medidas de gestión» de la especie que, a nivel internacional, está incluida en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y está catalogado como en peligro de extinción.
Este estudio fue realizado por los investigadores Ana Balseiro (Universidad de León e Instituto de Ganadería de Montaña), Luis José Royo (Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario de Asturias, Serida), Elena Gayo (Universidad de León), Ramón Balsera (Consejería -en el momento del estudio- de Ordenación del Territorio y Medio Ambiente del Principado), Olga Alarcia (Dirección General de Patrimonio Natural y Política Forestal de Valladolid) y Juan Francisco García Marín (Universidad de León e Instituto de Ganadería de Montaña).
En el estudio, antes de entrar en las causas de la mortalidad, recuerdan que la población de oso pardo europeo ubicada en la cordillera Cantábrica, como otras en Europa, experimentó un «declive dramático» en el número de individuos en la segunda mitad del siglo XX, situándose en menos de 100 en la década de los noventa.
La población quedó entonces dividida en dos subpoblaciones -occidental y oriental- separadas unos 50 kilómetros y, tras establecerse una legislación protectora con planes de seguimiento y conservación, en las dos últimas décadas se ha ido recuperando con un «aparente aumento» en el número de individuos que, en 2019, se estimaban en unos 300. De ellos, en torno a 230-270 conforman la población occidental que se localiza en Galicia, Asturias y Castilla y León y, unos 40, la oriental que ocupa una pequeña superficie de Asturias, Palencia y Cantabria.
Los investigadores explican que identificar las causas de mortalidad es de gran importancia no sólo para la detección y reconocimiento de posibles riesgos de conservación, sino también para un correcto diseño de las estrategias y programas de gestión. No obstante, al tratarse de especies en peligro de extinción, recuerdan que «es muy complicado desde el punto de vista ético y de conservación establecer mecanismos de vigilancia sanitaria activa» y consideran, ante ello, que la realización de necropsias regladas en el mayor número de especies y animales posibles es una excelente herramienta para llevar a cabo un estudio epidemiológico.
Sobre todo, como mencionan, si los estudios de mortalidad y los datos sanitarios son «escasos» en la «pequeña y amenazada» población de oso pardo cantábrico debido «al bajo número de individuos, su comportamiento esquivo y alta movilidad y la escasez de programas de seguimiento de osos mediante radio y/o GPS hasta la fecha».
Las causas de muerte
Las necropsias de los 25 ejemplares del estudio fueron realizadas en el Serida, la Facultad de Veterinaria de la Universidad de León y laboratorios externos acreditados. Las causas de la muerte se clasificaron en base a dos criterios: causadas o no por intervención humana y causadas o no por etiología infecciosa.
En cuatro de los osos, debido al mal estado de sus cadáveres o a que solo se encontraron algunos restos, no se pudo determinar la causa de muerte y, en el resto, en un 67% de los casos, fallecieron por razones que no tienen ver con la intervención humana: lesiones traumáticas (por ejemplo por peleas), traumas de origen desconocido o infanticidio, hepatitis infecciosa canina causada por el CAdV-1, neoplasia o intoxicación por hongos. El resto murieron por caza ilegal mediante disparos o lazos, miopatía de estrés secundaria a manejo o envenenamiento por estricinina.
Los investigadores ponen de relieve que un 43% de los osos necropsiados murieron por causas con etiología infecciosa como hepatitis infecciosa canina o miositis gangrenosa provocada en la mayoría de los casos por la bacteria Clostridium sordellii. De hecho, seis de los animales estudiados presentaron infección bacteriana secundaria a un evento traumático primario. Además se observó miopatía por estrés en dos osos.
«El hecho de que un alto porcentaje de los animales murieran por causas de etiología infecciosa es de gran relevancia y contrasta con los datos de causa de muerte anteriormente descritos para otras poblaciones de osos a nivel mundial, donde las enfermedades infecciosas en ningún caso se describen como una causa relevante de muerte», indican los investigadores, que consideran por ello que los resultados de este estudio aportan información valiosa sobre los factores que amenazan a esta población en recuperación y pueden ayudar en los proyectos y esfuerzos de gestión y conservación que se lleven a cabo en el futuro.
«Más aún cuando la presencia de enfermedades infecciosas como la hepatitis infecciosa canina puede conllevar una reducción de la variabilidad genética de esta población por la muerte temprana de futuros progenitores», añaden. Dos de los cinco oseznos del estudio murieron a causa de hepatitis infecciosa canina, que en Europa afecta fundamentalmente a cánidos y osos.
Otra conclusión importante es la observación de la miopatía a consecuencia de un esfuerzo y estrés máximo, algo que para los investigadores pone de manifiesto que, en los protocolos de manejo y captura de los osos, «debe minimizarse el estrés tanto como sea posible» con medidas como minimizar el ruido, limitar las capturas a períodos con baja temperatura o proporcionar suplementos como bicarbonato de sodio, selenio o vitamina E.
Los accidentes de tráfico, al contrario de lo que indicaban otros estudios, no son una causa relevante de muerte a pesar de que en el periodo de estudio hubo dos casos notificados en 2008 y este mismo año.
Los investigadores, a modo de conclusión, consideran que la conservación del hábitat, la población y la variabilidad genética del oso pardo exige grandes esfuerzos y, pese a que en la actualidad se están llevando a cabo en lo económico y en lo humano tanto por las Administraciones públicas y entidades de investigación como por las ONG conservacionistas, «muchas veces la sanidad animal no es el objetivo principal».
En este sentido, abogan por que se realicen controles sanitarios bajo el concepto de One Health (Una sola salud), como vienen haciendo desde hace años los profesionales de la veterinaria -que durante la actual crisis sanitaria han reivindicado su experiencia en la prevención de pandemias sin demasiado éxito- y como ha reclamado Naciones Unidas durante la actual de coronavirus. Esos controles, en el caso del estudio sobre las causas de muerte del plantígrado, deberían incluir, además de al oso pardo, a las especies con las que cohabita como lobos, zorros, mustélido, perros «e incluso al hombre».