Enol Jordán, de 23 años y casi dos metros de altura, pasó la mitad de su vida en silla de ruedas. El jueves volverá a las aulas de la Facultad de Medicina con el único apoyo de una muleta

E. G. Bandera
Redactora

«¿No podéis hacer nada para que vuelva a caminar?» Enol Jordán llevaba 11 años en silla de ruedas, «la mitad de su vida», cuando les hizo esta pregunta a sus padres a finales del verano de 2018. A este joven sierense de 23 años, que el próximo jueves volverá caminando a las aulas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo, el síndrome de Warkamy -una trisomía del cromosoma 8- le afectó al crecimiento de los tendones. «El crecía, pero los tendones no. Empezó a caminar con tres años, pero cada vez estaba más encogido», recuerda su madre, Rosana Castaño, que confiesa que, en ocasiones en casa, la familia todavía se sorprende de ver a Enol aparecer de repente, sin el ruido de la silla, y caminando.

«En casa camina sin nada. Del andador pasó a las dos muletas, luego a una muleta y enseguida pasará al bastón», dice, entusiasmada tras el milagro -«porque nos habían dicho muchas veces que no iba a caminar más»- con el que el cirujano Pedro Cavadas les ha cambiado la vida por completo y, sobre todo, a Enol.

Enol Jordán, ayer, en Pola de Siero, con bastón
Enol Jordán, ayer, en Pola de Siero, con bastón Tomás Mugueta

«No te lo puedes ni imaginar. Ahora por casa él hace su vida; se ducha solo, se viste solo, se hace el desayuno solo… Se le ilumina la cara; está feliz». Enol había tenido que dejar sus estudios de Medicina por la operación, y la posterior rehabilitación, que le devolvió la vida a sus piernas. «Teníamos que ir para cambiarle de aulas y, ahora que va a empezar de nuevo, le pregunté si le puedo dejar solo en la facultad y, ya me dijo, que sí, que por supuesto», cuenta Castaño, que confiesa también que ya ha vendido la silla eléctrica de Enol en una plataforma de compraventa de productos de segunda mano.

El niño no iba a caminar más. Así me lo dijeron

Cuando Enol les preguntó hace dos años a sus padres si podrían hacer algo para que volviera a caminar había pasado por tres operaciones en sus piernas. La primera, del tendón de Aquiles, salió bien, pero la segunda fue una pesadilla. «Se operó el verano que hizo la Comunión -recuerda su madre-, tenía 9 años y nos habían dicho que era muy fácil. Estuvo escayolado un mes y tuvo muchísimos dolores. Tuvimos que ir varias veces al HUCA (Hospital Central Universitario de Asturias), en donde nos decían que no era nada». Cuando le quitaron las escayolas, las piernas de Enol se encogieron «y nunca más las volvió a estirar».

Enol, que siempre ha asumido su enfermedad e incluso le ha restado importancia «porque hay otras personas que están mucho peor que yo», tiene una alta resistencia al dolor. «Pero le tocaron el nervio ciático y no paraba de llorar y llorar. Pedí el traslado a Madrid (al hospital Gregorio Marañón) y allí me dijeron que podían operarle para quitarle exclusivamente el dolor, pero que el niño no iba a caminar más. Así me lo dijeron». La operación fue bien y solo le quedó cierta sensibilidad en los dedos de los pies.

Los padres de Enol siguieron intentado que su hijo caminara a través de la rehabilitación, «pero era dar cuatro pasos y nada». Siguieron intentándolo yendo a consulta de muchos médicos particulares. Castaño no guarda buen recuerdo. «Fuimos a 50.000 sitios y nos engañaban. Ahí vimos lo peor del ser humano…», lamenta. Se emociona cuando recuerda cómo hace dos años su hijo les volvió a insistir en si cabía alguna posibilidad de que volviera a caminar. «Tuvimos tan buena suerte de que mi marido había visto en el telediario que el doctor Pedro Cavadas había operado a un chico que era tetrapléjico (Wilmer Arias) que ahora podía ir en silla de ruedas. Mi marido dijo que Enol no tenía nada en la médula espinar y que si con ese chico había logrado eso por qué no lo iba a conseguir con Enol».

De la silla de montaña a caminar con muletas

Escribieron un email a Cavadas y al mes tenían respuesta. Les citaron para noviembre de ese mismo año en Valencia. «Iba sin ninguna expectativa. De hecho le dije a Enol que si el doctor decía que no era posible, le compraríamos una silla de montaña y que nos tendríamos que aguantar para siempre. Nos gusta ir de monte». Si decía que no, por todo lo que había visto en Internet que había conseguido el famoso cirujano, es que era imposible. «Los informes que llevábamos los miró por encima y, tras hacerle el reconocimiento, nos dijo que era muy fácil».

La familia se quedó estupefacta cuando Cavadas les explicó que la operación consistiría en cambiar la musculatura de atrás para adelante y colocar las rótulas en su sitio. Una radiografía hecha ese mismo día confirmó lo que el médico ya había palpado durante el reconocimiento. También les dejó claro que él no opera si no va a notar mejoría en el paciente y, en el caso de Enol, les dijo a sus padres que iba a ser muy grande.

En enero de 2019, pese a que la lista de espera era larga, Enol ya estaba en quirófano. Fueron tres operaciones entre el 31 de enero y el 1 de marzo. Tras la última, al día siguiente, se tomó un gelocatil para que sus padres le subieran al coche para regresar a Asturias del tirón. Meterle en el coche, con las dos piernas escayoladas, no fue fácil, porque Enol mide en la actualidad 1,97 metros. En la primera operación de Madrid había perdido tres centímetros de fémur y, en la última que Cavadas le hizo para colocarle las rótulas en su sitio, otros seis centímetros para contrarrestar los tendones. «No quiso parar en el viaje de vuelta, solo se tomó el gelocatil y nunca se tomó nada más. Quedé alucinada», dice Castaño, que explica que Enol no volvió a tener más dolores.

Parece que me lo voy creyendo un poco más

Con el tiempo, al quitarle las escayolas, Cavadas les dijo que en la próxima revisión, a los seis meses, Enol tendría que bajar a Valencia por lo menos con andador o en muletas. Lo hizo en muletas y el propio cirujano quedó sorprendido. «Me hizo mucha gracia porque él mismo sabía lo que había hecho y la mejoría que iba a tener Enol, pero cuando lo vio no se lo creía. Es tremendo. Tiene una gran calidad humana, es muy tranquilo y te da mucha seguridad. Se lo recomiendo a todo el mundo. Hace posible lo imposible», dice de Cavadas, que también había puesto énfasis en que no todo quedaba de la mano de la operación.

La rehabilitación iba a requerir de mucha fuerza de voluntad que a Enol le sobra. Al principio, por su gran altura y tras 11 años en silla de ruedas, se mareaba. «Tiene muchísima fuerza de voluntad y es muy trabajador», dice de su hijo Rosana Castaño. Cuando empezó a caminar, le preguntó si se lo creía. «Parece que me lo voy creyendo un poco más, me contestaba». Hasta tal punto que empezó a soñar con que caminaba sin muletas y que incluso corría. Antes, cuando estaba en la silla de ruedas, nunca lo había soñado.

En noviembre, si la pandemia de coronavirus lo permite, volverán a ver a Cavadas. Enol, que para entonces ya habrá empezado sus clases de Medicina, ha pasado de ir todos los días a rehabilitación a hacerlo menos para poder compaginarlo con sus estudios. Su madre quiere agradecer, además de a Cavadas, a toda la gente que les ayudó en las colectas que se hicieron para poder sufragar el coste de la operación y de la rehabilitación: «Gracias a toda esa gente hoy Enol camina».