«La tensión emocional ha sido lo más duro de esta pandemia. Llega un momento que tienes que descargar»

Carmen Liedo REDACCIÓN

ASTURIAS

Raquel Prieto, enfermera de geriatría en Monte Naranco
Raquel Prieto, enfermera de geriatría en Monte Naranco

Raquel Prieto, enfermera en la unidad de geriatría del hospital Monte Naranco, incide en la falta de material de protección de las primeras semanas y los «problemas» con las familias de los pacientes cuando comenzaron las restricciones de las visitas

05 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El COVID-19 ha puesto a prueba al personal sanitario a nivel profesional pero también emocionalmente hablando. Aunque aparentemente mantienen la cabeza fría porque lo primero es atender a los enfermos, diferentes testimonios dan fe de que la situación generada por el coronavirus supera toda experiencia vivida por médicos, enfermeras y auxiliares con anterioridad y, quien más y quien menos, ha sentido que no podía desconectar de lo que estaba pasando en el hospital en el que trabaja al llegar a su casa. Es el caso de Raquel Prieto, enfermera en la unidad de geriatría del hospital Monte Naranco, quien reconoce después de muchas semanas de estrés que «la tensión emocional ha sido lo más duro de esta pandemia», al menos para ella, que ha pasado por episodios tan complicados que, añade, «llega un momento que tienes que descargar».

Un momento durísimo que recuerda fue cuando falleció un familiar de una amiga. «Ves morir gente todos los días, y si no es fácil en condiciones normales, pues ahora aún más. Igual que cuando entra un paciente y no sabes si va a salir», explica Raquel Prieto, que apunta que la inyección de fuerza viene, no obstante, «de ayudar a los demás y a sus familias». Cuenta que es complicado ver «a las personas mayores, con una experiencia de vida solos y sin poder ver a la familia», así que en no pocas ocasiones se ha ofrecido a hacer videollamadas para que enfermos y familiares se vieran y tuvieran contacto. «El otro día hicimos una videollamada y cuando la persona hospitalizada vio la cara de su hija fue muy emocionante, no tiene precio», asegura esta enfermera que no oculta que cuando comenzaron las restricciones de las visitas tuvieron «problemas» con algunas familias «porque venían malos».

Las tensiones se generaron también en las primeras semanas de escalada del coronavirus por la falta de material de protección. «Cuando aún podían entrar visitas nos robaban las mascarillas y no teníamos ni para el personal sanitario», lamenta Raquel Prieto, que añade que «fue agotador pelear con las familias que no querían entender que las medidas se tomaban por los pacientes, que son los más débiles de este proceso». «Cuando les reprobábamos por acudir con gripe, no lo entendían e incluso nos faltaban al respeto cuando la precaución era por sus familias», relata la misma, que asegura que fue «agotador» pelear con las visitas que no respetaban el protocolo y que encima les pusiera el cartel de «desagradables».

A eso suma el estrés de «intentar hacer las cosas bien» para no contagiarse porque «yo tengo hijos y padres a los que hago la compra y les dejo en la puerta» pero añade que «cada sanitario tiene un problema en casa», así que confiesa que cuando en las semanas de confinamiento veía gente por la calle que se lo saltaba «me enfadaba mucho, aunque no te puedas poner a discutir». Y se enfada porque tiene muy presente lo que están siendo estas semanas los turnos de trabajo, «horas con la mascarilla puesta que te deja marcada, el calor que pasas con las batas, los guantes…» y las intensas jornadas de trabajo para enfermeras y auxiliares que han notado con la suspensión de las visitas la ayuda que son las familias para, por ejemplo, dar la comida a los mayores ingresados.

Pese a todo, incide en que la inyección de fuerza para ella es siempre «ayudar a las personas mayores y a sus familias» que con la propagación del coronavirus y las restricciones de los hospitales «lo han pasado muy mal».