La Asturias libre de la pandemia espera el desconfinamiento
«Para algo tiene que servir estar muy lejos, ser pocos y muy dispersos». Así es el día a día en los 18 concejos que no registran ni un solo contagio
A nivel nacional, a la hora de hablar de las áreas que han permanecido libres del contagio del coronavirus, se suele mencionar a islas en los que por sus particulares condiciones de incomunicación podrían también ser las zonas más aptas para salir, o al menos atenuar las condiciciones, del confinamiento. Pero en un amplio océano verde de montañas y bosques hay también una Asturias que se ha mantenido indemne a la epidemia. 18 concejos no han registrado ni un solo caso de COVID-19 desde que estallara la epidemia. Son áreas rurales en los que la vida en la cuarentena ha tenido sus ventajas y desventajas, entre las primeras que una mayoría de habitantes han tenido un espacio amplio en el que pasar el confinamiento, al aire libre y en muchas ocasiones sin cambiar muchas de sus actividades cotidianas; entre las segundas que se han tenido que regir por el mismo rigor de encierro que los habitantes de las ciudades, donde el riesgo de contagio es considerablemente más elevado. A la hora de relatar su día a día y también sus expectativas inmediatas, todos ellos, de oriente a occidente de Asturias, terminan por coincidir en un mismo mensaje, variando muy pocas palabras, que por una vez ha sido una suerte estar en un pueblo aislado.
De los 18 concejos asturianos que han permanecido libres de la pandemia, nueve que rozan la frontera con Galicia podrían formar su pequeño gran reino de salud porque están unidos. San Tirso de Abres, Taramundi, Santa Eulalia de Oscos, San Martín de Oscos, Villanueva de Oscos, Grandas de Salime, Pesoz, Illano y Villayón comparten estar los primeros de la lista en los, todavía borradores, de lo que pudieran ser planes para una desescalada gradual que se abriera antes por las alas.
«Es muy distinto aquí que en una ciudad, se lleva muchísimo más fácil, la mayoría, el 95% vive en casas con algo de prao o mucho, incluso algunos con bastante finca, así que todo el mundo puede salir alrededor de casa», explica Clemente Martínez, el alcalde San Tirso de Abres, que asegura que las cuitas de estas semanas han pasado sobre todo porque lo niños que viven en el pueblo en sí (aunque la mayoría están en casas dispersas) no pudieran salir y también la preocupación de los mayores por poder atender los huertos.
Clemente explica que a nadie le pareció injusto tener que ceñirse a las mismas normas de confinamiento que se impusieron para Oviedo, Gijón o Madrid, «creo que es bastante lógico, sobre todo al principio tiene que ser para todos igual», aunque a algunos les costara en un inicio aceptar que ya no podrían salir a dar un paseo en compañía. En San Tirso, creen que una apertura del encierro no cambiaría mucho sus vidas si no llega a ser también para territorios vecinos, muchas relaciones de trabajo y cotidiana son con comarcas gallegas y, si se llegara a abrir en el corto plazo, aunque sólo fuera para ellos, hay un cierto resquemor de que con nuevas visitas pudiera llegar un contagio del que hasta ahora se han librado. «Para algo tiene que servir, a veces es bueno estar muy lejos y ser pocos y muy dispersos».
No muy lejos de San Tirso aunque en demasiadas ocasiones con la sensación de estar demasiado lejos de todo, está Santa Eulalia de los Oscos, un paisaje que pareciera que hubiera sido escrito para enamorar a la vista. El paisanaje también tiene la prudencia de que con una desescalada se cumpliera un destino que han conseguido evitar hasta ahora. «Aunque sigan los alojamientos cerrados sí que hay segundas residencias y hay gente con familia que lleva tiempo sin verla que es lógico que vengan», cuenta su alcalde, Víctor Lorido.
En los Oscos la mayor parte de sus habitantes son ganaderos, de vacas de carne, y no siempre es sencillo tener que hacerse cargo de un lote de vacas en solitario. Esta sido una preocupación de estos días y «lo típico de llamar al vecino para que te ayudara, eso se está evitando. Se llama que te ayude alguien de la familia, que puede ser titular o puede ser el marido o un chaval que esté en casa en ese momento pero es necesario que esté alguien para sacarte del apuro». La ventaja de los Oscos es que, salvo los establecimientos de hostelería, que han tenido que cerrar, como en todas partes, la mayoría de la actividad es rural y no se ha visto interrumpida prácticamente.
Los huertos han sido aquí también la demanda más candente, la de poder atenderlos y, aunque las cosas mejoraron «y se relajó», extrañó durante un tiempo que se pudiera ir a un supermercado y no al huerto «que es una forma de proveerte de alimentos igual y con bastante menos riesgo evidente».
Al otro extremo de Asturias, en el Oriente, los niños de Peñamellera Baja, unos 120, recibían el viernes casa a casa las mascarillas que les entregaba el ayuntamiento para poder llegar en condiciones al anhelado día de la primera salida, este lunes, aunque sea una hora y un kilómetro de distancia. «En parte para la protección y en parte para la concienciación, que cuando pasado el domingo salgan, que le digan a su padre o a su madre que hay que poner la mascarillas, que hay que poner los guantes», explica el alcalde José Manuel Fernández.
En Peñamellera Baja, al contrario de lo que pudiera parecer, no se encuentran en ninguna zona especialmente aislada, de hecho es un núcleo de comunicación hacia el área de Picos de Europa de Liébana, en la vecina Cantabria. Hasta 300 pueblos más se llega por la nacional 621 que la atraviesa y en estas semanas han pasado por allí cuando fue preciso ambulancias, coches de fuerzas de seguridad o de reparto. Pero, dice el alcalde con orgullo, que el comportamiento de los vecinos ha sido ejemplar. Y tampoco presume, si el concejo se libró de la epidemia, piensa que fue «casualidad o suerte».
La epidemia, en medio de un drama sin precedentes, también ha dejado momentos positivos de solidaridad y sentido de la comunidad. En Peñamellera Baja también recalca el alcalde que la colaboración ha sido de todos. Para las familias con pequeños que no tienen equipos informáticos, es en el consistorio donde se reciben deberes y tareas por internet, que después se reparten a todas las casas.
«Sobre todo en los pueblos más pequeños, en las aldeas, los ganaderos están haciendo, entre comillas, una vida normal, tienen que salir. Y ahí sí que la gente mayor entiende que su nivel de riesgo, si no vamos alguno de fuera, es menor, es casi mínimo. El que más y el que menos dará el paseín por el entorno de su casa y la vida no les ha cambiado tanto. En algunos casos para mejor porque los llamamos dos veces al día si necesitan algo de la farmacia, si necesitan cualquier recado de las tiendas para llevárselo y en ese sentido nunca estuvieron mejor atendidos, seguramente».
Yernes y Tameza es un caso singular por varios motivos. Primero porque es el concejo menos poblado de Asturias, con apenas 130 habitantes, y sólo dos muy jóvenes de 20 y 15 años (Adrián hasta se hizo famoso a nivel nacional gracias a un reportaje televisivo); es un municipio libre de contagios a pesar de ser vecino de uno de los brotes más terribles y virulentos, el que sacudió a finales de marzo a Grao y su residencia de ancianos. Y tiene también el único alcalde de Asturias que ha dado positivo en la enfermedad aunque la padeció de forma muy leve y sólo se enteró cuando por otra circunstancia tuvo que ir al hospital y le hicieron varias pruebas, entre ellas el test.
«Tenemos un censo de 135 en todo el concejo pero, de vivir en los cuatro núcleos poblados, viven como 60 personas y en realidad confinados no están o están confinados siempre. En realidad están comportándose tal cual como si no hubiera pasado nada. Son pocos, no hay una cafetería donde tener relación, andan a lo suyo, al ganado, al huerto, a echar de comer a les pites y se saludan de lejos y la gente que va allí es el panadero y los que venden congelados y sí guardan sus precauciones pertinentes, cumpliendo las recomendaciones, en realidad ellos lo llevan bien. Claro, la libertad que tenían para bajar los miércoles o los domingos a la plaza de Grao, eso quedó cortado», explica su alcalde Manuel Tamargo.
En Yernes y Tameza la vida sigue casi, casi, como antes del confinamiento, quizá lo puedan notar los dos vecinos más jóvenes, «pero en realidad ellos andan a la ganadería, tienen sus animales y los llaman por su nombre, tampoco tienen salidas de ocio como pueden tener otros chavales que hacen fútbol o van a una discoteca».
Tamargo se queda con una lección de su paso particular por el hospital, donde fue por una diverticulitis aguda complicada y con perforación que tuvieron que intervenir de urgencia y que zanjó sus dudas de si el malestar con tos seca y dolores musculares que había pasado en marzo no sería el famoso coronavirus. Y sí lo era. «Los test dieron negativo pero sí contrastaron que lo había pasado y que había tenido mucha suerte porque salía reforzado y con anticuerpos. El trato en el hospital superbueno en todos los sentidos y la sanidad pública hay que agradecerla».