Cóctel de fármacos para la malaria o el VIH: las armas de los médicos asturianos contra el virus

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

No existen todavía terapias específicas para el COVID-19 así que los profesionales utilizan medicamentos que conocen de tratar otras enfermedades

06 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

No existe ningún fármaco concreto ni ninguna fórmula garantizada para tratar el SARS-CoV-2, el nuevo coronavirus que provoca la enfermedad bautizada como COVID-19. Es uno de los hándicaps al que se enfrentan los médicos de todo el mundo que están tratando a los pacientes que dan positivo en esta enfermedad y que requieren de atención sanitaria. Aprenden día a día de los incipientes ensayos clínicos que se están realizando, de la experiencia de colegas de otros países a los que la epidemia llegó antes y también de su propia práctica. Los intensivistas, los internistas o los neumólogos de los hospitales asturianos afinan día a día sus tratamientos a base de fármacos lanzados al mercado para abordar otras patologías, como la malaria, el lupus o el VIH, y que el Ministerio de Sanidad controla para evitar el desabastecimiento. Ajustan las combinaciones caso a caso, en función de sus condiciones, de su patología y de si tiene prescrita otra medicación; comprueban la evolución y deciden si es necesario dar un paso más. Lo explica con claridad Álvaro Franco, el coordinador cínico para el coronavirus en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), que asegura que no hay una receta mágica y que describe la importancia de las reuniones entre departamentos que les permiten ir mejorando los tratamientos.

Franco divide en tres momentos o fases diferentes la evolución de la enfermedad del COVID-19. Cada una tiene su tratamiento y hay muchos pacientes que no llegan a pasar de la primera. Ese nivel menos grave es el que tienen los que comienzan a presentar síntomas, normalmente a la semana del contagio, y que describen un dolor muscular generalizado, agüilla corriendo por la nariz y fiebre. Esos enfermos tan solo tienen que tratar sus síntomas con paracetamol o con antiinflamatorios. En esa situación están, por ejemplo, todos aquellos que se encuentran aislados en sus domicilios y a los que los médicos de Atención Primaria realizan seguimiento telefónico porque son leves.

Estos son los medicamentos

Algunos de los contagiados desarrollan problemas respiratorios, su diagnóstico se complica y tienen que ser ingresados. Entonces lo que intentan los médicos es intentar limitar o cortar la replicación del virus en su organismo. Es para esta fase para la que no existen unos fármacos específicos pero se utilizan medicinas prescritas para otras patologías que se han demostrado útiles. En esta segunda fase entran en juego retrovirales utilizados para tratar el VIH, como el Lopinavir y el Ritonavir, que ayudan a disminuir el virus en sangre y a ralentizar la infección. También se está recurriendo a la hidroxicloroquina, habitual en las terapias contra el lupus o la artritis. La hidroxicloroquina es un derivado de la cloroquina, que desde la Segunda Guerra Mundial se utiliza para curar la malaria, y que también se está utilizando en otros hospitales. Sin embargo, Álvaro Franco explica que en el HUCA prefieren la hidroxicloroquina porque han comprobado que es más eficaz y los pacientes lo toleran mejor. También se prueba con la azitromicina, es un antibiótico pero no se usa como tal.

La experiencia de estas semanas les ha permitido ver que, a partir de los siete o diez días de evolución, la mayoría de los pacientes comienza su recuperación. Pero hay unos pocos que registran un punto de inflexión negativo y desarrollan lo que los especialistas han definido como «una cascada inflamatoria». «Se produce una hiperrespuesta inmune del organismo frente al virus», explica el coordinador del HUCA, que es además el director de la Unidad de Gestión Clínica de Medicina Interna. La infección, por tanto, avanza. En este punto los problemas respiratorios se complican y es cuando, en muchos casos, es necesario intubar. A los pacientes en esta situación se les trata con tocilizumab, que es lo que se prescribe a pacientes con enfermedades inflamatorias o con artritis reumatoides y también con Remdesivir, usado durante el brote de ébola del 2014 y que también se probó con los coronavirus SARS y MERS. Incluso recurren a los corticoides.

Estos son las armas con las que trabajan. Ahora están tratando de ajustar el momento más adecuado para usarlas, determinar por el cuadro diagnóstico quién puede empeorar y cuándo habría que cambiar el cóctel de fármacos para que eso no suceda. «En algunos casos se está llegando tarde y lo que estamos viendo es cómo organizar el tratamiento desde una frase precoz para evitar que empeore», aclara. Franco señala que para tratar este asunto acaban de celebrar una reunión de coordinación entre los especialistas de Medicina Interna, Neumología, Farmacia y de las UCIS. «Tenemos que determinar en qué momento planteamos un cambio de medicación para bloquear una posible cascada inflamatoria. Tenemos que hacerlo antes de que acabe en la UCI, cuando hay ya tanta inflamación en los alveolos que necesita ayuda para respirar», matiza. Los alveolos, que son una parte del cuerpo muy vascularizada, se llenan de líquido e impiden el intercambio de oxígeno y CO2, por lo que obstaculiza la respiración.

Momento clave

Según las pruebas radiológicas que realizan y la evolución clínica que observan, están aprendiendo a detectar antes de que ocurra esa cascada inflamatoria que complica el diagnóstico y que en muchos casos obliga a pasar a la unidad de cuidados intensivos. El objetivo que persiguen los profesionales del HUCA responsables de tratar a los pacientes con COVI-19 es adelantar su respuesta unas 48 horas pero solo en esos pacientes con una evolución negativa, explica Álvaro Franco.

Las dosis de los fármacos tienen que ser siempre las menores posibles y siempre dentro de parámetros de eficacia. Ese es el planteamiento para tratar de reducir los efectos secundarios y también para tratar de no interferir en la medicación previa que muchos de estos pacientes ya tienen pautada. Todos estos cócteles farmacológicos, a los que se suman los habituales en los ingresos para evitar complicaciones con la coagulación, se prescriben a los que están ingresados en el hospital. Si alguno mejora lo suficiente para poder irse a casa sin haber recibido el alta definitiva, entonces puede seguir tomando las dosis que le concreten. 

Lo que no pueden decir en estos momentos los médicos es si esa cascada inflamatoria, que dificulta la respiración de los pacientes y que termina provocando fallecimientos, causa otros daños. El coordinador del HUCA reconoce que es posible que sea así pero que todavía no hay suficientes evidencias. «Es posible que pueda causar microtrombosis en múltiples niveles», admite. Sin embargo, todavía no se han practicado suficientes autopsias para saber si son hechos puntuales o generalizados. 

¿Cuenta Asturias con suficientes existencias de este cóctel de medicamentos que estaban pensados para otras enfermedades y que tenían una producción concreta? Álvaro Franco explica que, para garantizar que llegan a todos, el Ministerio de Sanidad realiza un control de las existencias. De unos, hay suficiente. De otros, no tanto. Los hospitales tienen que pasar un listado de los pacientes y de la medicación que están prescribiendo. 

El tratamiento es importante pero lo fundamental es el aislamiento social. Franco teme que todos los mensajes optimistas de los últimos días produzcan una relajación en la población, justo ahora cuando parece vislumbrarse luz al final del túnel. Teme, en realidad, un segundo capítulo todavía no escrito. Por eso mira, como lleva meses haciendo, hacia China. Ellos empiezan a romper progresivamente el confinamiento ahora, pero llevan en casa desde enero.