Los fenómenos extremos en Asturias, que en 2019 sólo se libró de las olas de calor, se cobran cinco muertos y dejan más de 20 millones de euros en daños materiales
18 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.En 2019, Asturias sufrió temporales, lluvias intensas, inundaciones y, a falta de olas de calor, incendios que arrasaron con todo a su paso provocando numerosos daños. Mientras los científicos siguen estudiando las atribuciones directas del cambio climático, lo que sí está claro es que la crisis del clima contribuye a que los fenómenos meteorológicos extremos sean cada vez más frecuentes e intensos. Acabarán siendo la norma si no se reducen las emisiones de CO2 procedentes de la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón), pero cuesta imaginarse un escenario aún peor que el de 2019 en Asturias, con temporales que han dejado cinco muertos y una factura de más de 20 millones de euros en daños.
El primero en llegar fue Klaus en forma de diluvio, del 23 al 25 de enero: las inundaciones dejaron un innumerable número de incidencias en forma de argayos, cortes de carreteras y suspensiones de servicios de transporte. Y lo peor: cuatro muertos en menos de 24 horas. Uno de ellos fue arrastrado por una riada en Tineo. Otro fallecía en un accidente motivado por la niebla en Salas. Y a los otros dos, en Mieres y Laviana, se les hundía el firme de las carreteras por las que circulaban en coche. Hay una imagen de ese enero impactante: las vías de las cercanías de Renfe en Cabañaquinta totalmente en aire, al ser arrastrado el talud que las sostenía por la intensidad con la que bajaban las aguas del río Aller.
Sin apenas tregua, el 29 de enero llegaba la primera ciclogénesis explosiva de año, Gabriel, con rachas de hasta 121 kilómetros por hora y con otro reguero de daños. Y, cuando ya se calculaban los de Klaus en ocho millones de euros (2,4 millones en casi la mitad de las carreteras del Principado y otros seis en reclamaciones al Consorcio de Compensación de Seguros), apareció Helena, el 31 de enero, con más viento, mala mar, lluvia y nieve que complicó como siempre las comunicaciones con la meseta.
Con marzo, como el mal tiempo venía dando tregua y se daban las circunstancias propicias, empezaron los incendios. Más de 700 llegaron a apagar los bomberos del Sepa. Solo 75 fueron urbanos, el resto forestales. La oleada comenzó el 28 de febrero y, en solo cinco días, se contaron 380 focos en 39 concejos. Se quemaron más hectáreas que en todo 2018, que había un buen año dentro de la negra estadística de fuegos forestales de Asturias. Hasta el Gobierno autonómico pidió por favor que no se utilizaran como arma arrojadiza en la campaña electoral para no dar alas a quienes queman el monte, y más en un escenario de cambio climático que agrava sus consecuencias. Además, la Federación Asturiana de Concejos (FACC) daba cuenta entonces de la factura de los daños causados en los municipios afectados por los fenómenos extremos de enero: las riadas, 12 millones de euros, y, las nevadas, entre cinco y siete millones.
En abril, fuertes granizadas complicaban de nuevo el tráfico por las carreteras asturianas y, entre medias, las olas de calor que asfixiaban al resto de España pasaban de largo por Asturias, aunque hubo alguna que otra noche tropical y jornadas realmente calurosas, con una temperatura del agua del mar por encima de los 21 grados, que no era ni mucho menos lo normal hace décadas.
Y llegó el otoño, el más húmedo que se recuerda, y volvieron los temporales. Uno de ellos, a mediados de octubre, tras seis días seguidos de lluvia, volvía a dejar inundaciones y argayos en el oriente asturiano. Pero peor fue en noviembre, cuando llovió tres veces más de lo normal y se alcanzó el récord de precipitaciones acumuladas en un mes de noviembre. Y, para colmo, apareció Amelie con otro nuevo reguero de incidencias en 66 concejos con vientos que metían miedo. 130 kilómetros por hora fue el máximo registrado. Cayeron muchos árboles, uno de ellos enorme en la avenida de Carlos Marx de Gijón que destrozó tres coches.
Y del viento se pasó a un temporal de nieve, que volvió a dejar aislada a Asturias con la meseta por tren y por buena parte de las carreteras y, entre una cosa y otra, otros dos millones de euros para reparar los argayos y otros daños que las lluvias causaron solo en otoño en las carreteras. Pero aún quedaba diciembre: a mediados del mes llegaron otras dos borrascas, Daniel y Elsa, con más nieve, viento y lluvias. Y argayos en las carreteras asturianas: uno de ellos sepultó a un hombre en Aller. El quinto muerto del año. Al cierre de estas líneas, aún quedaba Fabián.