Un exiliado sanitario: Juan Carlos Villoria busca una región que le dé la terapia para el cáncer de hígado que necesita

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

Juan Carlos Villoria posa con su mascota
Juan Carlos Villoria posa con su mascota

Abandonó el Principado después de que el Sespa le denegara la única terapia recomendada en su caso. Busca otra comunidad que acepte

28 nov 2019 . Actualizado a las 11:57 h.

No quiere decir dónde se encuentra. Hace apenas unas horas que salió de su casa, en el concejo de Aller, no por decisión propia sino empujado por sus circunstancias personales, más bien, por sus circunstancias sanitarias. Juan Carlos Villoria, un minero prejubilado de 59 años, busca una comunidad autónoma que le pague el tratamiento para frenar el cáncer que comenzó en su hígado y que en las últimas semanas se ha extendido a otros órganos. El Servicio de Salud del Principado (Sespa) le ha remitido una comunicación en la que le notifica que no abonará el coste del Regorafenib, la única terapia a la que puede recurrir después de haber fracasado el ensayo clínico en el que participó en Navarra y el Nexavar, el nombre comercial del genérico Sorafenib, con el que le habían estado tratando en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Juan Carlos se ha convertido hoy en un exiliado sanitario. «Ya no estoy en Asturias me he tenido que ir para encontrar alguien que me dé el tratamiento», reconoce.

La desesperación le ha forzado a abandonar Asturias. Pensó en adoptar otras medidas de presión. Barajó la opción de encerrarse en el HUCA. La oncóloga que le trata, y para la que solo tiene palabras de agradecimiento, se lo desaconsejó. Su estado físico no permite cometer excesos que jueguen en su contra. Más bien se trata de lo opuesto, de intentar acelerar cualquier opción de recibir la medicación adecuada porque los últimos análisis no han positivos. Por eso, hace unas horas hizo las maletas, dejó a su hijo de 22 años en casa y acompañado por su mujer salió en dirección a una región en la que le han dicho que se está dispensando el Regorafenib. 

Las primeras horas las ha empleado en acelerar todos los trámites necesarios. Se ha instalado en casa de unos amigos y pedido la tarjeta sanitaria como desplazado. Sus siguientes pasos serán empadronarse tomando como dirección el domicilio de esta familia que le ha acogido. Es algo temporal. Si todo va como espera, tendrá que alquilar un piso para pasar los próximos meses. A continuación, reclamará la tarjeta sanitaria definitiva y pedirá que se le asigne un médico para acudir a la primera consulta. Se presentará con todo su expediente. Necesita que le deriven con urgencia al oncólogo. Su mayor temor son los plazos y la lentitud de la administración sanitaria. «Espero que me lo tramiten todo pronto porque si me encuentro con una lista de espera de dos meses para ver al oncólogo...», deja el final de la frase en el aire.

Todavía el sábado pasado estuvo en urgencias. Salió a tomar un café y comenzó a revolvérsele el estómago. Pronto apareció «ese dolor de hígado» que aparece y desaparece de manera intermitente. Le dieron un calmante y regresó a casa. «Algunas veces me viene el dolor», explica. Sin embargo, está animado. Está convencido de que el paso que ha dado es el adecuado para poder controlar la enfermedad. «Puedo hacerlo porque estoy jubilado y tengo los recursos pero si llego a ser un padre de familia qué opciones tengo. Quedarme en Asturias y sin tratamiento», pregunta.

Sigue tomando el tratamiento que fracasó. Señala que es mejor que no hacer nada, que sentarse a esperar cómo evoluciona su cáncer. «Mal no me va a hacer», reconoce con cierta resignación. Tiene experiencia en estos vaivenes emocionales. Le diagnosticaron el tumor hace más de un año. El ensayo clínico de Navarra, su primera esperanza, no funcionó. El segundo, en el HUCA, consiguió tener la enfermedad parada más de medio año. Pero, el pasado 13 de noviembre, la oncóloga le trasladó malas noticias. Había vuelto a crecer y lo hacía con rapidez. Había una opción, el Regorafenib. El informe médico deja claro que esa es la alternativa terapéutica para Juan Carlos Villoria. Pero no es un medicamento autorizado por el Sespa. La petición expresa que trasladó a la Comisión del Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios, por sus siglas (Curmp) no surtió ningún efecto. La respuesta fue la esperada: denegado. «No me han dicho por qué pero supongo que es porque resulta muy caro», lamenta.

Mientras Juan Carlos Villoria y su mujer se mueven con rapidez en su nuevo destino, su familia en Asturias juega otras cartas. Las redes han comenzado una movilización social que crece a pasos agigantados. Su primo, el exconcejal y educador gijonés Mario Suárez del Fueyo, lo ha colgado en su perfil. La sobrina de Juan Carlos, Natalia ha abierto una campaña de recogida de firmas en una plataforma. En el texto con el que justifica la petición deja claro con qué quiere acabar: «Como mi tío Juan Carlos hay más enfermos que si quieren agarrarse a la vida tienen que emigrar a otras comunidades autónomas».